El halo de la desesperación que palpita en el alma del verdadero poeta suicida es, acaso, lo más cercano a la divinidad suprema en esta existencia depravada y aciaga.
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Lo único que se puede corroborar de manera inmediata y diariamente es la asombrosa capacidad del ser para renunciar a su libertad. Lo hace en todo momento y lugar con magistral empeño. Y, paradójicamente, hasta pareciera como algo de lo que le resultara sumamente liberador desprenderse.
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No hay nada más triste y absurdo que el sempiterno miedo de la humanidad a la libertad, el amor y la muerte; trinidad que, por cierto, se maximiza en el fabuloso acto suicida.
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Ese era mi maldito problema de siempre: esperaba demasiado de una raza de seres adoctrinados quienes se regocijaban en su miseria existencial y cuyas metas más elevadas se limitaban solo a sexo, poder y dinero.
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Jamás podremos entenderlo, eso me queda claro. Para los auténticos buscadores de la verdad, tal vez sea un castigo haber tenido que existir en esta realidad infame confeccionada por las más blasfemas mentiras.
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El Halo de la Desesperación
