Pensamientos OH17

No sé cómo caí en la obsesiva idea que me acompañó hasta la noche elegida para completar mi destino. Lo último que recuerdo es haber tomado el cuchillo y haber mirado con ternura sus rostros inocentes y cálidos, totalmente ignorantes de mi trastornado estado. Sobre todo, me ensañé con ella, con la mujer que hacía ya mucho había amado, a la cual había entregado mi corazón, mi alma y mi vida, y que, sin embargo, me había traicionado…

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Cuando recobré la consciencia y retomé el control de mi cuerpo, cuando mi mente se recuperó de aquel invasor que devoró mi razón por un tiempo, me percaté de que mis manos estaban manchadas de sangre y de que, frente a mí, se hallaba sin vida la carne descompuesta de la familia que tanto amaba y repugnaba.

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No me suicidaría luego de haber acabado con mi eterna amada, lo haría cuando realmente ya no me soportara, cuando ser el homicida obsesivo me aburriera tanto como la vida.

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El amor y la moral son las dos quimeras más representativas de lo que es la humanidad: un conjunto de seres acondicionados, esclavos de fantasías y gobiernos atroces, prisioneros del sexo y el dinero, adoradores de la banalidad y el sinsentido.

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Y, sin embargo, pese a la infinita repugnancia que habita en su interior, el humano cree regirse por la dulzura y la pureza del amor. Cree, en su intrascendente percepción, poder mantenerse incorruptible ante el exterior, sin percatarse de que su interior es la fuente de su propia náusea.

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Lo que la humanidad piense del bien y del mal me tiene sin cuidado; es más, me parece tan absurdo y funesto como la existencia misma de esta infame blasfemia llamada sociedad.

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Libro: Obsesión Homicida


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