¿Cómo puede un ser, que no sabe de dónde viene ni hacia dónde se dirige, distinguir lo que es bueno de aquello que es malvado? ¿Cómo puede existir la concepción de lo que es el bien y el mal en seres que ni siquiera comprenden su propia existencia?
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Me parece que entonces tales conceptos han sido manipulados de acuerdo con los intereses de unos cuántos para someter al resto de idiotas que, deseosos de una ideología que rija sus asquerosas vidas y les prive de esa pesada carga que denota la libertad, han creído lo que sea con tal de no renunciar a las mentiras que tan parecido matiz tienen con la supuesta verdad.
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Vive el humano ignorante y sin cuestionarse nada, pero así es feliz, así puede olvidarse por una vida de que su destino ya ha sido decidido por la sabia pluma en el pergamino de la muerte.
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Era un hombre ya entrado en años, que había siempre cumplido con todos los estándares de la sociedad: buen padre, buen esposo, buen empleado y católico. Sin embargo, lo único que le atormentaba era que jamás había sido él mismo, que siempre tuvo que fingir ser lo que otros esperaban de él, y eso equivalía estar más muerto que vivo.
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Tal vez por eso se quitó la vida bajo la luna gibosa en aquella navidad estrepitosa, no sin antes habérsela quitado a su esposa y sus hijos, mismos hacia los que sentía una profunda aversión y a quienes odiaba más que a su propia caterva de mentiras.
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Libro: Obsesión Homicida
