Se mataría y también así acabaría con la bestia que rasguñaba la prisión interna, pero lo haría más por aburrimiento que por lo anterior. Sí, se quitaría la vida porque estaba cansado y ya no sentía placer quitándosela a otros; ahora debía probar la más excitante de todas las muertes: el suicidio.
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Un ser que mata a su familia y luego se suicida realiza el mayor acto de amor hacia sí mismo y el prójimo, conquista el odio que abrumaba su interior y eleva su alma hasta el más bello cielo. Y esto es así porque comprende que la vida y la muerte carecen ambas de sentido, porque ha aprendido a desafiar su humano destino.
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Bastaría de un momento a solas con mi verdadero yo para quitarme la vida, pero eso no pasará nunca, pues tengo tantas máscaras que ya no recuerdo cómo era mi rostro ni cómo es que soporto esta vida.
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Nunca pensé que podría matar a alguien, menos a alguien que creía apreciar y amar, pero hoy sé que me engañaba, que era, en lo más sombrío de mi alma, lo que más deseaba, la razón por la que respiraba. Sí, matar era el motivo que mi existencia guiaba.
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Un hijo que desea follarse a su madre y matar a su padre es un poeta de los más elevados desvaríos, y, al mismo tiempo, un ser que se muestra en toda su pureza, esparciendo sus verdaderos sentimientos y dándole a su mísera condición humana cierto sentido.
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Libro: Obsesión Homicida
