El opíparo deseo del suicidio era ya lo único que me permitía seguir vivo, pues ser un suicida de esos que no se matan era el espejo de mi intrascendente existencia.
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Y, más allá del sexo, quizá solo la estupidez y el miedo a la soledad son los factores decisivos gracias a los cuáles los humanos permanecen juntos y mueren sin jamás haberse cuestionado nada.
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En este mundo no existen personas realmente sublimes, pues ya se han suicidado antes de contaminarse con la miseria y la pestilencia de la humanidad.
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Tanto tiempo desperdiciado en comprenderlo, pero ahora que lo he hecho no tengo otro remedio que ejecutarlo, que matarme para liberarme del absurdo que me condena.
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Temblaba como un perro asustado cuando te miré entregándote a otro ser, pero luego comprendí que esa era tu naturaleza; es más, que esa era la naturaleza de toda esta raza abyecta que existía tan absurda y miserablemente.
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Me empecino en creer que soy yo mismo aún, pero cada sensación me induce a pensar que no pertenezco aquí. Y me aferro a pensar que soy algo más que un vil conjunto de ruindad creado y manipulado por los intereses oscuros de aquellos quienes han implantado esta vomitiva pseudorealidad.
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Obsesión Homicida
