La fidelidad y el amor son meras quimeras, y, quien no lo crea así, es que no ha comprendido su propia naturaleza. El simple hecho de desear a otro ser, en el grado más mínimo posible, ya indica una contradicción en la promesa del insulso mono enamorado.
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Algunos tontos suelen repetirse hasta el cansancio que aman con locura sin percatarse de que la única locura es creer que el humano puede amar.
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El humano siempre es infiel hacia sí mismo. Ese es el axioma para rechazar cualquier falacia amorosa.
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Desde que la moral se impusiera como un artilugio engañoso para reprimir la sombra que devora las entrañas de los impulsos reprimidos en el humano, no ha quedado otro camino que el de mentir tanto como sea posible para glorificar la verdad.
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Para suprimir el alcance destructivo que tendría nuestro execrable y corrompido interior se ha inventado la repugnante argucia de la religión.
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Libro: Obsesión Homicida
