El extraño universo de la tristeza infinita se derrumbaba, todo se venía abajo. Mertin había alcanzado a sostenerse con la mano que no había sido consumida por la oscuridad necroazul. Sintió cómo el tiempo regresaba, o lo que sea que fuera, y como era escupido por el mismo aire necroazul por el cual había sido tragado. En seguida, dicho portal comenzó a condensarse y, finalmente, explotó. Así, el agujero dimensional se cerró para siempre. Mertin había conseguido salvarse, pero apenas. Toda su energía había sido drenada por el portal y la dura batalla librada con Desmetis momentos antes lo había dejado exprimido. Sin embargo, lo que para Mertin habían sido unos cuántos segundos dentro de aquel raro portal, para July habían sido horas.
–¡July, no…! –gritó Mertin con todas sus fuerzas.
Mertin creía que ahora todo estaría bien, pero no, pues, cuando levantó la vista, todas las fuerzas y energías se le escaparon de la boca y del alma. Lamdt había masacrado a July, le había cortado ambas piernas y un brazo. Le había arrancado todo el cabello, la había destrozado tanto física como espiritualmente, pues el cuerpo de July estaba cubierto por una vomitiva oscuridad necroazul. Sin embargo, lo más espantoso era su rostro: estaba tremendamente desfigurada y sin ojos. Lamdt le había extirpado los ojos estando ésta viva, pues aún la mano que le quedaba se movía ligeramente. Finalmente, había conseguido lo que tanto quería: los hermosos y púrpuras ojos de July para ofrecérselos a Silliphiaal. De esa forma, tendría el poder máximo y resurgiría para nunca volver a dormir. Fue entonces que Lamdt rio mucho peor que Desmetis y dijo:
–¡Mertin, eres el más grande imbécil que alguna vez ha existido! Tomaste la peor decisión de tu vida, tuviste tu oportunidad, el poder de July me tenía inmovilizado, e incluso se había abierto un portal de regreso a tu mundo. Pudieron haber escapado para siempre y yo jamás podría haber regresado a su mundo, pero desaprovechaste la oportunidad, te dejaste llevar por tu oscuridad y tu tristeza, por todos tus sentimientos negativos. Elegiste ese falso universo paralelo donde creíste que serías feliz, pero nada es eterno, pues todo muere, excepto Silliphiaal. Mientras estabas luchando por no ser absorbido por ese portal de falsa felicidad, yo me divertía con July, ¡la violé aún más veces que Desmetis! ¡Todo era parte de mi plan, tonto! ¡Yo planté en ti la semilla para que todo esto ocurriera! Y ahora, ¡es así como yo gano!
–¡No, eso no puede ser! ¡No pudiste haber sido tú! ¡Te mataré, maldito perro!
Mertin intentó avanzar hacia Lamdt, pero no podía hacer el más mínimo movimiento, pues el poder de este era demasiado para él. Entonces Lamdt levantó los ojos que le había arrancado a July y estos se incrustaron en la sombra de Silliphiaal. ¡Finalmente, la criatura divino-demoniaca, hermafrodita y Anhu N’haki iba a despertar! ¡Esta vez todo el Hipermedik y todos los universos corrían peligro! ¡La existencia misma se veía amenazada ante tal resurgimiento de la esencia magnificente! Se produjo un gran destello, y una oscuridad necroazul más penetrante y tétrica que todas las percibidas antes invadió el lugar. Todo se convulsionaba, todos los portales se juntaban en uno solo y, arriba de Silliphiaal, se formó un enorme portal dimensional conformado por todos los demás. Todo convergía ahí, el principio y el fin de todas las civilizaciones, todos los dioses, todas las dimensiones, todas las personas, las entidades, las vidas, absolutamente todo. Y Mertin lo vio para enloquecer, las Belz se alborotaron más que nunca y formaron un remolino alrededor de la silueta más sublime de todas. Ya nada podía evitarlo, este era el fin. ¡Silliphiaal había despertado!
La escena cambió bruscamente, todo el Hipermedik fue sacudido por una inmensa y divina ola de anómalas vibraciones. Los destinos estaban tergiversados y nada, ni siquiera el tiempo, podía mantenerse a salvo.
…
–¿A dónde vamos? No recuerdo este lugar, jamás lo había visto.
–No digas nada, este es el último lugar en donde la maldad no puede penetrar. Es la conciencia cósmica, una memoria perdida de July –respondía un ser luminoso que jalaba de la mano a Mertin.
Dicho ser lo guio hasta un bosque donde había flores de mil colores, muchos animales conviviendo en paz y, en medio de todo, una mesa tremendamente adornada. El aroma era increíble, todo el ambiente estaba impregnado de una pureza y una tranquilidad incomparables; además, había miles de rosas rojas en todo alrededor y dos crucifijos blancos colgaban en el centro de una de las paredes. La sensación de seguridad que le transmitía ese lugar a Mertin era inefable, jamás había experimentado nada similar. De pronto, una chica con un vestido de flores entró en escena y Mertin quedó totalmente patidifuso con su belleza. ¡Era July! Sí, se trataba de la persona que amaba. Entonces ella estaba bien y mucho más hermosa que nunca, ¡qué alivio!
–¿Qué estás haciendo aquí, July? ¿Acaso estamos a salvo? Pero ¡si tú estabas totalmente consumida por la oscuridad! ¿No había Lamdt…? ¿Qué significa todo esto?
Sin embargo, July solo sonrió y no contestó. Simplemente, se sentó en la mesa para dos que estaba en el centro del lugar y Mertin también lo hizo. Era totalmente perfecta, sus pies tan relucientes, sus piernas tan bonitas y suaves, su cintura y su cadera superaban a la de cualquier modelo de cualquier universo. Sus pechos y su parte trasera eran ideales, tenían la proporción adecuada. Su estatura era tan idílica, su figura tan etérea. Su cuello tan bucólico y sensible, tan sensual. Su barbilla, sus mejillas y su frente tenían la magnitud perfecta, sus cabellos ondulados y relucientes, su nariz refinada, sus orejas idóneas, sus cejas tan bien proporcionadas, sus labios rojos y con esa sensualidad que enamora. Sus ojos ni hablar, grandes y púrpuras, brillaban como nunca, incluso más que el sol, adornados por esas enchinadas pestañas enormes. Pero, sobre todo, su alma era la más pura, atractiva, magnética, pegajosa y adorable, tan dulce y tierna, sin un solo rastro de maldad ni cualquier otro sentimiento negativo. Era la viva imagen de una virgen, de una princesa, de un ángel, de una diosa. Superaba cualquier belleza de cualquier mundo y su delicadeza era inmarcesible.
–¡July, eres perfecta! ¡Eres la mujer más hermosa y pura que alguna vez haya existido! No tengo palabras que expliquen todo lo que siento por ti, mi corazón se va a salir y se arrodillara ante ti para adorarte eternamente. ¡Verdaderamente eres mi razón de ser, mi todo, mi universo entero!
July no dijo nada y simplemente sonrió. July y Mertin acercaron sus caras, chocaron sus narices y ella lo hizo, ¡le robó ese beso que tanto se había prolongado! Finalmente se besaban, pero no era un beso normal. Era un beso donde muchos sentimientos se encontraban, de esos que hacen que los planetas se alineen, que el tiempo se detenga, que las personas se desvanezcan, que los problemas se vuelvan insignificantes, que los pájaros canten, que las mareas suban, que la luna mengue, que el sol brille, que la Tierra se estremezca, que todos los universos se saluden, que los malvados desaparezcan y que la felicidad impere en cada rincón de cualquier mundo, que la vida florezca y que la muerte perezca. Fue el beso más grandioso de todos, ese que solamente las almas elegidas pueden gozar y disfrutar; ese beso fue uno de tal magnitud que podía superarlo todo, ¡hasta lo infinito y lo inconcebible!
–¡La respuesta a la pregunta que creías que había olvidado es sí, un rotundo sí, un absoluto sí! –sentenció July, al tiempo que se ponía de pie.
La cara de Mertin se llenó de una felicidad incomparable, pues sentía que finalmente podía sentir amor y cariño, todo lo malo quedaba atrás.
–¿En verdad? No sabes cuánto esperé por esa respuesta. Supuse que lo habías ignorado simplemente o que ni siquiera querías responderme.
–¿Cómo podría ignorarlo? Al igual que tú no rompiste tu promesa de devolverme la vista, yo te recompensé con lo que querías escuchar y lo que siempre sentí. Quiero decirte algo: no sabes lo feliz que hubiese sido que estuviéramos juntos, pues eres la persona más increíble que he conocido en toda mi vida.
–Pero July, ¿por qué hablas como si todo se hubiera terminado? ¿Es que acaso esto es solo…? –cuestionó Mertin, estupefacto y víctima de un horror sin parangón.
–Sí, Mertin –los ojos de July comenzaron a llorar sangre–, esto es lo que te imaginas: simple imaginación, solo una utopía, un sueño, un deseo… Tú tomaste la decisión equivocada cuando te ofrecí mi mano y la oportunidad de ser felices. Me abandonaste, me diste la espalda, me lastimaste, me desgarraste, me traicionaste. Te dejaste llevar por tus sentimientos negativos, dejaste que tu odio y tu tristeza te controlaran, pusiste por encima de mí lo que sentías, preferiste tu felicidad que la mía, y me rompe el corazón que así tenga que ser. Yo pensaba que te conocía, pero ahora veo que no. Solo me resta decirte una última cosa: gracias por todos los buenos momentos, pues fui feliz contigo, a pesar de todo. Y, aunque vivimos cosas horribles, estar contigo, aun en el aquel universo extraño de infinita tristeza y sordidez, ha sido lo más bello que me pudo haber pasado. Gracias Mertin, por todo lo que hiciste por mí y por lo que no también. Gracias por mostrarme que, a pesar de todo, el amor existe, porque sabes algo: yo te amo y siempre te amaré.
Mertin no tuvo tiempo de responder, pues todo en aquel hermoso paisaje comenzó a arder con un fuego necroazul, y del cielo sobrevino una lluvia de raros diamantes de sangre. Todos los animales murieron, las flores se marchitaron, el ambiente fue invadido por aquel particular olor: el gashi de la criatura más temible y amenazadora de todos los universos.
–¡July, espera! ¡No, por favor! ¡Noooo!
Un grito más desgarrador que cualquier cosa salió de la boca de Mertin, ocasionándole una pérdida inmediata de la voz y un desgarramiento interno. Estaba a punto de perder lo único que había amado, la única persona con quien había sentido deseos de vivir. La luz se opacó entonces y la fantasía terminó. Mertin había soñado despierto, pero ahora la cruda realidad emergía como siempre, dando un golpe a quienes creen haberlo alcanzado todo. Porque la felicidad no es más que una ilusión, algo completamente imposible en este infierno de dolor y tristeza. La existencia en el mundo humano, indudablemente, es la cosa más miserable y absurda que pueda concebirse. Lo último que Mertin miró fueron esos bellos y perfectos ojos púrpuras manchados por lágrimas de sangre. Y lo último que sintió fue el desprendimiento de aquella boca que sabía a felicidad en estado puro.
…
–¡Este es el fin! ¡Se acabó, humano! ¡Tú pierdes! –sentenció Lamdt con voz solemne.
Mertin giró su cabeza y vio aquello que no olvidaría jamás, ni siquiera en la nada: Era grande, inmensa, gigantesca, magnífica, resplandeciente, oscura, necroazul, ostentosa, perniciosa, luctuosa, cerval, adusta, señera, notable, violenta, deslumbrante, atemorizante, terrible, despampanante, rimbombante, sorprendente, increíble, maravillosa, portentosa, extraordinaria, prodigiosa, fenomenal, admirable, fantástica, soberbia, estupenda, tétrica; era Silliphiaal. Todo su cuerpo estaba cubierto de una armadura necroazul que parecía irrompible, y el tono y la intensidad de aquella deidad eran totalmente desconocidos para el ser. Toda su figura era más que perfecta, era como el antípoda de lo que July era, pues esta entidad representaba toda la tristeza, la soledad, la ira, el rencor, el odio, la venganza, la lujuria, la avaricia, la gula, la pereza, la impudicia, la repugnancia, la perversión y todo sentimiento negativo.
Era la maldad encarnada, era la deidad venerada hace ya tanto tiempo en la Sociedad Oscura. La energía que desprendía era tan extraña, opresiva, imponente e inmensa. Sus pies eran como las más finas y elegantes zapatillas, solo que terminaban en once picos negros que ni siquiera tocaban el suelo. Sus pantorrillas y espinillas estaban perfectamente cubiertas por oscuridad necroazul. Sus rodillas tenían una especie de arco que se abría y se cerraba, y del cual salían Belz. Su abdomen era muy curvo y contorneado, unido a la parte inferior con ese blanco endemoniado con puntos negros. Su pecho parecía el de un legendario caballero, pues tenía distintos emblemas y arabescos en los cuáles se mostraban arcaicas pirámides voladoras y ojos luminiscentes. Tenía pectorales muy bien distinguidos y, debajo de ellos, unos senos cubiertos por la envoltura blanca con puntos negros; además, seis cuernos salían de cada uno de ellos. Sus brazos eran tan fuertes y a la vez tan delicados, cubiertos por esa impresionante coraza necroazul; parecía llevar miles de espadas apiñadas en cada uno. Sus hombreras eran picudas y la punta tenía forma de trincho, con ácido rojizo escurriendo. Sus manos, con esa cubierta blanca con puntos negros, parecían de hombre y de mujer a la vez; tan etéreas, pero tan fuertes. Sus uñas eran necroazules y en el centro llevaba muchas galaxias apiñonadas.
Sus alas eran indescriptibles, pues tenía miles de ellas. Poseía alas de mariposa, de águila, de ángel, de demonio, de murciélago, de cuervo, de abeja, de mosca, de libélula, de cucaracha y muchas más que parecían salidas de un cuento diabólico. Sin embargo, las que resaltaban con más fuerza eran las que al parecer eran suyas, pues eran las más enormes y llamativas, con cientos de picos alrededor, bañadas de sangre y otro líquido necroazul, con miles de puntos negros y una tela blanca. Se extendían y envolvían a las demás, incluyendo el cuerpo de la magnificente criatura. Eran las alas más impresionantes que alguna vez hayan existido, y de ellas emanaba gashi, ese peculiar olor que Mertin había percibido con tanta curiosidad y que había identificado como el olor de la muerte combinado con el perfume de las rosas.
Era hermafrodita, pues tenía ambos miembros sexuales. Su falo era enorme, totalmente cromado y la punta era blanca con puntos negros. Su vagina inmensa, con extraños alambres necroazules que parecían vello púbico y se retorcían como espaguetis; se abría y se cerraba con una fuerza tremenda, las contracciones eran ingentes. Se cubría sus partes íntimas con una extraña cara que parecía la de un niño, el cual tenía la lengua de fuera y enganchada a un viejo obeso que explotaba una y otra vez. Y la cara, la cara de aquella criatura conocida como Silliphiaal era extremadamente hermosa, no parecía de mujer ni de hombre, simplemente era la más bella ¡Era la cara de July combinada con la de Mertin!
Tenía los rasgos más finos, con sus labios de color necroazul y sumamente sensuales; de hecho, estaban pegados, aquella entidad no podía despegar sus labios. En la frente llevaba algo más poderoso que el ojo que todo lo ve, era un ojo con el poder de destruir universos y realidades enteras. Llevaba una corona de rosas necroazules y no parecía tener cabellos, sino testículos arremolinados en su lugar que no dejaban de palpitar. De su parte trasera salía un aguijón parecido al de un escorpión, y tenía una bola que constantemente reventaba y daba a origen a las Belz, pues Silliphiaal podía auto reproducirse. Su deplorable esperma era color necroazul y escurría por sus piernas, devastando todo aquello donde era derramado. Finalmente abrió sus ojos: eran púrpuras, del tono más intenso que se pueda imaginar. Eran inefables, todos los adjetivos resultaban fútiles para describir su belleza infinita: eran los ojos de July. Entonces, mientras la pluma del fénix en el corazón de los antiguos se incineraba, Silliphiaal miró a Mertin y este enloqueció por completo.
–Ahora ha renacido, ¡je, je! Finalmente, la Orden Grim lo ha logrado, después de eones esperando. Está aquí y nosotros controlaremos su poder. ¡Silliphiaal está aquí! Ya no te necesito, ramera. Ahora, ¡muere en la nada! –exclamó Lamdt mientras estaba por arrojar a July a lo que parecía ser un conducto hacia el inmenso útero de la entidad divino-demoniaca.
Sin embargo, algo dentro de Mertin reaccionó. Y, más por intuición que por sabiduría, más por amor que por cualquier otra cosa, se abalanzó contra Lamdt sin darle oportunidad alguna de que éste reaccionara, sacando fuerzas de quién sabe dónde. Tal vez esa era la fuerza del amor, la que jamás se desvanece por completo, pues dos elementos que una vez estuvieron conectados en algún universo tienen altas probabilidades de volver a encontrarse en algún momento. Esto es: una vez encontrados, jamás se separan por completo, sino que permanecen unidos para siempre, sin importar la distancia que los separe. Con el último átomo de su energía, Mertin consiguió atravesar el estómago de Lamdt con su mano izquierda para luego arrojarlo hacia el vacío donde colapsaban todos los universos. El líder de la Orden Grim de grado 33 había sido exterminado por un simple mortal, era algo inaudito.
Así, los dos elementos cuyas almas habían sido unidas por el vínculo más sagrado y vetusto, salieron disparados hacia el inmenso portal donde todos los universos se perdían y colisionaban. Lamdt, pese a su extraordinario poder, había desaparecido para siempre, pues había sido arrojado a la vil nada. El jefe de la Orden Grim había sido aniquilado por un simple ser inferior, cuya inspiración era la fuerza más poderosa sobre cualquier universo. Una mano sostenía a Mertin, era la de July, la única que le quedaba. Con esa mano tenue y suave, la parte femenina del vínculo espiritual que trascendía eones evitó que la parte masculina se fuera también a la vil nada. Aunque ambos estaban acabados física y espiritualmente, sus superalmas guardaban una conexión más allá de lo humanamente posible. Ciertamente, aquel vínculo de las almas, en esta encarnación y en las posteriores, lo abarcaba todo, incluso a Silliphiaal.
–Perdón por morir temporalmente a tu lado…
Esos fueron los últimos ecos que se escucharon mientras los cristales que sostenían la alucinación se desfragmentaban. Los cuerpos de Mertin y de July se desvanecieron y se convirtieron en polvo cósmico, en tanto sus superalmas ardían más que nunca, elevándose a lo más alto, sellando a Silliphiaal temporalmente en el Hipermedik. Sí, ahí donde solo podría envenenar las almas de los seres cuya tristeza rozase lo infinito y no las de todos los seres en la infinitud de los universos tangentes. Todo a cambio de que las dos superalmas más poderosas de la Sociedad Oscura se mantuvieran juntas para siempre, pues ahora ambas reposaban sobre el hermafroditismo de Silliphiaal. Lo último que pudo observarse antes de que aquel universo de infinita tristeza muriera fue una bella rosa roja con raíz dorada, en cuyos pétalos se suspendían dos llaveros con forma de mitad de corazón. Los vínculos del alma de Mertin y de July recién habían comenzado, pues la muerte es tan solo el principio del caos eterno.
FIN
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Libro: Los Vínculos del Alma