Capítulo XXV (LEM)

Leiter permanecía impasible, sus preciosos y tristes ojos verdes reflejaban el fulgor execrable que expelía la bolsa gelatinosa delante del ojo implacable. El doctor, consternado y divertido a la vez con el sepulcral silencio del joven, continuó con su terrible relevación, sombríamente consciente del megalítico golpe que la orgía con Poljka había ocasionado en la mente del muchacho predilecto. Estaba extasiado, en un punto al que jamás creería haber llegado. Cada paso en su vida lo había conducido hasta este momento. El doctor Lorax tenía todo lo que cualquier investigador podía desear: prestigio, fama, poder, respeto, admiración, etc. Lo había conseguido absolutamente todo y, aun así, no era suficiente. Por supuesto que no, jamás lo sería hasta que La Máxima Aurora se hubiese completado. Sus éxitos académicos no significaban nada para él, pues perseguía objetivos más esotéricos, más allá de esta pseudorealidad. Como sea, la conservación continuó:

–De Abric fraguamos y perfeccionamos cada detalle, adelantándonos a las posibles preguntas que surgirían en tu inquieta mente. Claro que contábamos con tu historial completo y lo inculcado por tus padres, la escuela y el entorno en general. Debo decirte que gracias a ti aprendimos bastante, nos superamos en cuanto a la divina magencia se refiere, trascendimos las paredes que obnubilaban nuestra percepción de la mente y el espíritu. Digamos que es gracias a ti que La Máxima Aurora ha alcanzado tal desarrollo, pues tu caso fue el aliciente que motivó nuestras investigaciones más intrincadas. Pero basta de elogios, ya te devolveremos el favor como te mereces, aunque barrunto que ya lo hicimos, ¡je, je, je! ¿Sabes algo, Leiter? Jamás creí que llegaría este momento en que estaríamos cara a cara. Es interesante, supongo, ¿no lo crees? Bueno, pues nos desconcertaste, fuiste un maldito insecto que nos dio muchos problemas. En aquel entonces, no había razón alguna para que existiera alguien como tú, que rechazaba su propia humanidad y buscaba con tanto ahínco la evolución. Eras un principiante, un revolucionario perdido que comenzaba a despertar, pero el peligro era inminente. ¿Por qué un mono caería en cuenta de forma tan escalofriantemente cierta de la pseudorealidad? Fue una infinidad de cuestiones las que ocasionaste en mi cabeza y la de mis compañeros.

A pesar de la conmoción que la perorata del doctor causaba en el interior de Leiter, sus funciones vitales básicas no respondían, el veneno no ofrecía tregua, se extendía por todo su ser. ¿En verdad jamás recuperaría su alma? ¿Sería este el fin? ¿Amaba a Poljka pese a todo? ¿Por qué demonios no se había matado hasta ahora? Todo era absurdo: el mundo, la humanidad, la existencia, la vida y, tal vez, también la muerte. ¡Qué horrible era percatarse de tantas cosas que jamás podrían ser explicadas! ¡Qué desesperación tan insana taladraba su joven mente esas noches donde se hacía tantas preguntas que jamás tendrían respuesta! Pero todo terminaría pronto, Leiter ya casi estaba resignado a lo peor.

–Recuerdo aquella ocasión cuando nos encontramos en el parque, cuando te vi por vez primera pateando un balón y riendo como un tonto junto a tu papá. La curiosidad no se había ido desde entonces y mis sospechabas se confirmaban. Como sea, decidimos actuar en vez de sorprendernos ante la prodigiosa manera en que comenzabas a darle la contra a la pseudorealidad, y ahí lo tienes: Abric en persona. Él fue un homúnculo semivivo desfragmentado, un diseño único que funcionó a la perfección. No recuerdo cuántas personalidades tuvimos que fragmentar para conseguir esa manera de pensar ni cuántos cuerpos tuvimos que desechar. Eso no te concierne, desde luego, pero es un detalle interesante, ¿no crees? Siempre que creíamos conseguirlo, se nos iba algún detalle imprescindible. No obstante, llegó el esperado día en que todo estuvo listo y soltamos al métricamente elaborado sujeto que se encargaría de proseguir a tu lado para vigilarte y acercarte a nuestro eslabón. Abric estaba constituido de una sustancia desconocida aquí en el planeta, cuya vida propia independiente a la emitida por el cerebro y el corazón, en conjunto con todos los sistemas, funciona por inercia. No entraré en más explicaciones que tu limitada humanidad jamás comprendería, pues nuestras investigaciones y métodos están lejos de tu alcance. Solo debes saber que, aunque no era un holograma, siempre estuvo de nuestro lado. Con él, entendimos de maravilla hacia dónde convergían tus pensamientos, inquietudes y sentimientos. Cada palabra, sílaba, suspiro y lo más ínfimo emanado por ti era registrado y enviado a nuestra estancia enterrada en La Iluminada Ascensión, con el fin de analizarte y eliminarte. Así que, mientras tú confiabas ciegamente en tu amigo y lo alababas por considerarlo el único humano distinto, nosotros reíamos vehementemente y te descifrábamos. Como ves, mi querido Leiter, has estado más engañado de lo normal, más tal vez de lo que está la mayoría del mundo. Nosotros trabajamos muy duro para neutralizarte, y debo confesarte que, en ciertos instantes, llegamos a sentirnos abrumados por la diferencia de tu percepción. Nos evadías sin saberlo, siendo solo un joven inepto escapabas a nuestro poder. Pero, sobre todo, hay un dato que no hemos comprendido hasta ahora, aunque de nada sirva ya, y es precisamente el hecho de que puedas utilizar los poderes y habilidades del tercer ojo sin poseerlo. Eso fue determinante cuando decidimos dedicarte tanto tiempo y recursos, pues un humano que naturalmente poseyera dichas habilidades sin requerir de la cirugía quirúrgica-espiritual para desarrollar este elemento era muy peligroso si se ponía en nuestra contra. Colegimos que sería imposible convencerte del engaño, así que concordamos en hacer que nuestro homúnculo Abric actuara conforme tú lo deseabas, mostrándote la supuesta verdad e iluminándote con sus pláticas en aquella montaña. Entre más hablabas, más nos ayudabas y más te engañabas sin saberlo. Abric tenía vida propia, independiente a nuestras órdenes, pero siempre te escuchó y asumió la mejor postura conforme a nuestra codificación. Tú te tragaste toda la falacia sin sospechar nunca nada. Para hacerlo más interesante, te proporcionaré un dato extra que te conmoverá: Abric se suicidó.

Al escuchar esta última palabra pronunciada con tal jactancia por el doctor Lorax, Leiter parpadeó un poco y estuvo a punto de gritar, pero no lo consiguió.

–Sí, así es. Las cosas se descompusieron rumbo al final del experimento, pero nos importó un rábano puesto que ya habíamos obtenido todo lo que deseábamos. De alguna manera imposible de averiguar, el homúnculo, pese a seguir nuestras instrucciones y reportar lo que necesitábamos sobre ti y tus pensamientos, cobró una especie de existencia alterna donde se rebelaba contra nosotros. Este asunto es delicado, pues se trata de cuestiones mucho más allá de las humanas. Son campos que conozco sobremanera y, aún con ello, no vacilo en decirte que la mente humana y su conexión con ese aliento divino que ni siquiera atisbas es, por mucho, más sublime y elevada que cualquier mundana ciencia. En fin, el homúnculo Abric, creado para surtirnos de todo tu ser, desarrolló una falla estocástica en el sistema, la cual iba ganando fuerza conforme más respiraba y absorbía la vida de la auténtica creación. Tan potente llegó a ser su impulso que, lo digo sin temor, nos inquietamos en demasía. Comenzó entonces una lucha espiritual para extraer los datos, pues su mente formaba inexplicables barreras en la transmisión requerida. Era como si aquella cosa en verdad hubiese aprendido y, ¿por qué no admitirlo?, percatado del engaño. Tengo algunas sospechas de que el contacto contigo aturdió y debilitó su propósito, aunque no estoy del todo seguro. Lo único cierto es que corríamos un grave peligro al mantenerlo con vida, sobre todo considerando que faltaba muy poco por extraer de ti, al menos en el segundo nivel, que es el mental. La tragedia alcanzó el clímax cuando nos enteramos de que, a escondidas, el homúnculo Abric había comenzado a escribir un libro en nuestra contra, valiéndose de toda la información que nosotros mismos tuvimos que proporcionarle para ponerlo en marcha cuando no era sino un títere. Algunos de nuestros mejores investigadores de la magencia afirmaron que ningún peligro se corría dejando al homúnculo aprender y llenarse por su cuenta; sin embargo, yo descubrí en un libro sagrado y prohibido, proveniente de un universo extinto en la más sórdida oscuridad, que los homúnculos podían evolucionar hasta convertirse en auténticos seres vivientes. En tales situaciones, estas mentiras vivientes experimentaban una transición de la vida artificial a la natural, adquiriendo todas las propiedades del organismo con el que se identificaba. Podía incluso generar sus propias células, neuronas, sistemas, venas, arterias, sistemas, órganos y demás. Por si no fuera suficiente, con la vibración adecuada, podía formarse un corazón propio y un cerebro… Hasta algo muy similar al alma conocido como pneuma.

Leiter escuchaba solamente, impertérrito ante el congelado tiempo y el anómalo espacio de aquella pesadilla demoniaca. Le parecía que, en breve, podría descargar toda su ira, todo su rencor se vertería sobre aquellos profanadores de almas, pero necesitaba amalgamar su energía, sintonizarse con la esencia magnificente.

–El punto es que atormentamos al homúnculo –continúo el doctor Lorax, complacido con sus abyectas explicaciones, las cuales sabía que desconcertaban a Leiter–, susurrándole advertencias y entrometiéndonos en lo que podrías considerar sus sueños. Era un caso muy interesante, sobre todo considerando la enriquecedora fuente brindada por aquel vetusto libro que nos vimos obligados a enviar a alguna región del Hiper… Nos convencimos de que una intervención directa podría complicar las cosas, además de que el asunto nos fastidiaba y nos reprochábamos nuestra negligencia al dejar libres tantas oquedades internas en aquel ser artificial que cada vez lucía más real, más humano. Sin embargo, se tornó un dolor de cabeza, puesto que, al interactuar con la naturaleza y contigo, sus ideas mismas representaban una atroz amenaza. Ya no podíamos tolerar más aquella barahúnda de impertinencias, pues debíamos planear de inmediato el siguiente paso de La Máxima Aurora. Así que, extirpando hasta la última gota de información sobre ti, desde toda perspectiva, bombardeamos a Abric para que se suicidase. Posteriormente, hallamos el supuesto libro que escribía en nuestra contra y lo destruimos por completo, hasta el último trozo fue consumido por la iluminación. Hay otros detalles que no mencionaré en profundidad, pero que pudieran resultarte atractivos, como la desaparición del recipiente donde habitaba la esencia del homúnculo. Esto significa que, luego de haberlo impelido a arrojarse desde aquella cumbre, en una noche donde la pseudorealidad fue llevada al extremo en su ser y le destrozó la glándula pineal a partir de la cual su existencia se había expandido, su cuerpo desapareció sin explicación alguna. Desde luego, esto no nos preocupa, porque esa cosa jamás tuvo alma ni sentimientos, solo era una copia de supuesta vida, una réplica de ti en un universo tangente, pero que, al fin y al cabo, terminó por perecer. Quisiera contarte el método que usamos para llevarlo a la locura y posteriormente al suicidio, pero tendría que explicarte muchas cosas de una complejidad tal que tu mente involucionada sería incapaz de intuir siquiera.

Subrepticiamente, se escuchó un crujido que partió en tres partes el ficticio firmamento donde se hallaban los presentes. Un chorro de hediondez bañó el lugar, apestándolo todo a esperma y sangre, para luego ceder a un almizcle de ultratumba. En el primer pedazo de la partición quedaron levitando el paralizado Leiter, el demoniaco y tripolar doctor Lorax, los restos del místico Pertwy y las tres ranitas inquietas y bellamente moteadas. En el segundo fragmento quedaron los seis miembros de La Refulgente Supernova, la ramera y nueva sacerdotisa suprema Poljka, y a un costado las dos blasfemas y babeantes bocas. Finalmente, en el tercer apartado, se hallaba la bolsa gelatinosa siendo preñada infinitas veces por sí misma y abriendo ominosamente sus fulgurantes ojos. El ojo luminiscente de la verdad ocupaba el lugar central y de él parecía emanar aquella dimensión. Los tres soles negros se unieron con las dos lunas ensangrentadas creando una luz que descuartizaba las sombras para nutrirse de su esencia, pero que en sí era oscuridad y pureza.

–¡Ya casi está, no puedo esperar más el momento en que el Vicario despertará! Ahora debemos rasgar el capullo que lo contiene y entonces la muerte al fin nunca volverá a interponerse en nuestro camino –vociferó el doctor Lorax, enloqueciendo y dejando que un cuerno iridiscente se mostrase en su frente, a un costado de su tercer ojo–. Te diré un último secreto para ver si con esto reaccionas, torpe…

Leiter sintió una vibración que le sacudió todas las ideas. Era aquella bolsa gigantesca y gelatinosa la que distorsionaba su alma, misma donde colegía se había estado almacenando toda clase de energía negativa expelida por los humanos, así como la suya invertida. Las imágenes repulsivas en el cielo convergían hacia una gigantesca vagina orlada con fetos coagulados en la parte superior de la blasfemia suprema. Era un remolino de podredumbre el que presenciaba el joven entristecido, pero seguía sin reunir la cantidad de fuerza necesaria para destruir definitivamente el vil complot de aquellos malnacidos. El único impedimento era Poljka, pues, si quería liberar toda su energía y acabar con todo, ella sufriría también las consecuencias. La odiaba más que nada, pero acaso ese mismo sentimiento tan intenso lo obligaba a quererla, a amarla pese a ser una maldita ramera que fornicaba sin parar con aquellos viejos asquerosos en innumerables orgías.

–Esta es la última vez que hablaremos, es lo último que te contaré para hacer de tu miseria un reino eterno. ¡Este será el final de esta charla tan reveladora! –expresó el doctor Lorax, totalmente al borde del delirio–. También quiero agradecerte de nuevo, pues, gracias a tu poderosa alma y mi fabuloso proceso de inversión, La Máxima Aurora alcanzará la culminación. Lo que presenciarás a continuación será el surgimiento del Vicario, un suceso bendito para un ser de tu naturaleza, para un humano corrompido y desdichado. Nosotros nos uniremos para robar su poder, lo cual debería lograrse a toda costa, pues de esto depende nuestra titánica misión, y luego nada podrá darnos la contra. La muerte, tal como la conoces, será también parte del mismo absurdo existencial. Haremos de esta esclavitud un ciclo, una rueda que girará sin parar para alimentarnos y revivir a nuestra anterior deidad. Será majestuoso el suceso, en verdad glorioso y renovador se tornará el porvenir. No tienes idea de cuánto he sacrificado por esto, pero jamás lo entenderías si intentase explicártelo. Solo me queda agradecerte infinitamente y decirte que la verdad: ¡yo era Bolyai!

Leiter casi se convulsionaba en el interior. ¿Bolyai Erhns? ¿El investigador desaparecido resultaba ser el mismísimo doctor Lorax? Parecía una completa locura, una infamia del peor tipo. ¿Cómo podrían ser el mismo sujeto aquellos dos? Nadie lo esperaba, pero así se afirmaba en aquel lúgubre resto de mundanidad. Lo único que Leiter quería era que todo terminase cuanto antes, que todo fundiera a negro y que la muerte al fin lo cobijara. Pero no podía acabar así, pues ¿no pretendían aquellos malvados también dominar la muerte? Entonces ¿vivir y morir serían, al fin y al cabo, lo mismo? ¡No podía permitirlo!     La muerte era todo lo que le quedaba, lo único que el humano no había podido ensuciar con su inmundicia.

–Dejé lo mejor para el final –espetó en un ataque de histeria el doctor, luchando por controlar su insaciable excitación–. Pensé que el asunto de Abric sería la clave para finalizar tu martirio, pero me decidí por Bolyai. ¿Por qué? Muy simple: al primero lo dabas por muerto, pero era el segundo el que te mantenía luchando. Lo sé todo sobre tus pesquisas absurdas, incluso la ilusión con que leíste los escritos que yo mismo elaboré, porque yo los escribí realmente. Y me dio tanta risa mirar tu rostro absolutamente convencido de aquellas verdades que por tanto tiempo buscaste para satisfacer algo en lo que tú de antemano habías decidido creer. Esa es la verdad, Leiter: yo solía ser conocido como Bolyai Erhns en un comienzo, esa era mi anterior personalidad antes de consagrar mi primer encuentro con el doceavo supremo. Ciertamente, tampoco quiero extenderme en este momento con narraciones de cómo y cuándo mi tercer ojo se abrió y evolucioné, pues no creo que lo entiendas. Verás, me convencí a tiempo de la imposibilidad del despertar en el mono parlante, aunque en aquellos tiempos todavía guardaba la esperanza… Por eso escribí ese ensayo, fue un trabajo grandioso, o así me pareció en un comienzo. Aún recuerdo con ligera nostalgia esa tarde lluviosa, estaba absorto en mi cubículo, atacando y criticando la nauseabunda civilización en donde me sentía conminado a existir. En ese entonces aún luchaba, conservaba ese aliento de guerra en contra de la pseudorealidad, sostenía tantas ideas absurdas y una fe ciega en los monos imberbes. Lo firmé con mi verdadero nombre, pues colegí que, si algo malo ocurría, yo debería ser el responsable y el sentenciado. No tenía miedo de dar la cara ante los amos del mundo; por el contrario, nada añoraba más que el choque de fuerzas, el momento de la redención. Sin embargo, como ya sabes por nuestro coloquio en el laboratorio donde extirpé tu alma, aquel escrito solo me trajo la ruina y la desesperación, el rechazo de aquellos a quienes trataba de salvar, hasta que ellos aparecieron y me reclutaron en sus filas, convirtiéndome en un ser rebosante, desligado de la repugnancia humana. El día que renací cambié todo de mí, incluyendo mi nombre, mi mente y mi alma. Consagré mi existencia a los fines de La Refulgente Supernova y nada me importó ya acerca de un cambio como previamente lo concebía. Desde entonces he sido de piedra con hielo, tanto amigos como familiares fueron desechados de mí, y no los he necesitado en absoluto, muertos estarían mejor. Expulsé de mí todo lo humano y lo que me debilitaba, lo que no requería y me estorbaba para crecer. Por otra parte, pensé que sería buena idea dejar por ahí aquellos manuscritos ahítos de locuras para generar polémica y, sobre todo, convencerte de que Bolyai había sido real. Ciertamente, es gracioso verlo de esa forma, pues todo marchó a la perfección. Sabía que alguien como tú caería en aquel juego y que perseguirías hasta el final aquel texto, ya que tus esperanzas estaban fundadas en descubrir la verdad a través de él. Y así aconteció, luchaste incansablemente por conseguirlo. Incluso Pertwy, tu místico y loco amigo, creyó que yo se los había entregado estando bajo los efectos de mi otra personalidad. ¡Lo que ese imbécil nunca supo fue que no tengo dos ni tres personalidades, sino once! Y las tengo porque de ese modo me entreno y me fortalezco, manteniéndolas a todas subyugadas y lacerándome con sus impulsos. Bolyai no forma, desde luego, parte de esas once, sino de algo ya olvidado y enterrado hace mucho. Ahora solo soy el doctor Aleksei Lorax, líder de La Refulgente Supernova y la bestia que traerá la verdadera iluminación.

La bolsa gelatinosa se abrió, liberando a la entidad que durante infinitos eones se mantuvo oculta y que en el planeta del mono halló refugio y se nutrió majestuosamente. El calvario descontroló la existencia misma, aturdió la normalidad del devenir y colocó en extremo peligro el TODO. Un infernal bramido lo sepultó, los ojos se fundieron y las vaginas nauseabundas que se preñaban a sí mismas, en conjunto con las mangueras carnosas, también se compaginaron. Por un momento, la inefable disposición y la distribución estocástica confluyeron, los seres de todos los planos vibraron en similar sintonía y entonces… ¡Surgió el Vicario! Emergió con la más acendrada explosión de belleza y eternidad, rasgando el capullo que se escondía en aquella bolsa blasfema, absorbiendo todo lo derramado y alimentándose del aliento de muerte en cada rincón del Hiper… Su silueta no fue visible sino hasta instantes después del estrepitoso despertar, el más sublime alguna vez ocurrido. Nada podría compararse con el paroxismo en que aquella dimensión iluminada se propagó hasta la nada. ¿Sería ese inminente despertar la simbología de una nueva era espiritual donde cada sustancia material cesaría su absurdo andar? El sublime ser al fin apareció ante la atónita contemplación de aquellos blasfemos entes, era mucho más divino y elevado de lo esperado. Al fin la entidad suprema había despertado, el ritual entraba a la etapa final.

El Vicario aún no mostraba sus ojos, continuaba estirando sus extremidades, probando que, después de una eternidad dormido, pudiese moverse plenamente. En la percepción del ser orgánico más evolucionado de los ahí presentes, que no era el doctor Lorax, sino Leiter, podía tenerse un atisbo de la apariencia de este inquietante despertar. El Vicario era alto, aunque sin llegar a jorobarse. Sus músculos lucían extremadamente tonificados y su figura fulguraba con majestuosidad. El tono en que Leiter, utilizando su percepción áurea, lo observaba, era cercano al verde y el azul. Sin embargo, no se trataba de un matiz cualquiera, sino uno nunca vislumbrado, de una belleza inefable e imposible de explicar en términos tan terrenales como el lenguaje humano. Parecía estar conformado por indescriptibles capas de piedras preciosas de naturaleza desconocida, pero someramente similares al jade, la malaquita, la apatita, la fluorita, la turmalina y el peridoto.

O más bien como una mezcolanza de todas éstas con alguna energía indescriptible, la cual podía sentirse fluir vertiginosamente por el cuerpo entero de aquel ser omnipotente. Poseía, además, una especie de armadura de una dureza incomparable, y un conjunto de arabescos se extendía desde sus piernas hasta sus hombros. En los tobillos, rodillas, codos, hombros y cabeza una visible capa más oscura que el resto de su cuerpo lo cubría esplendorosamente, confiriéndole un detalle estético precioso. La oscuridad y la luz se reflejaban en su contorno, diseminando un fulgor maravilloso. En su frente había una señal, la cual estaba labrada como si proviniera del cosmos mismo. Al fin, tras una larga espera, abrió sus acendrados ojos, los cuáles eran de un rojo ardiente, como si estuviesen labrados con la sangre del TODO.

Es pertinente recalcar que la forma del Vicario que se ha narrado ha sido solo la que Leiter, el más evolucionado espiritualmente entre los ahí congregados, percibió. Cada uno, dependiendo de su evolución en dicho nivel, tuvo una imagen distinta de este magnificente ser. En cuanto sus sublimes ojos rojizos, refulgiendo como el ópalo y centellando con inefables destellos, se colocaron sobre los sujetos execrables y, en general, sobre la dimensión en que se hallaban, el Vicario se elevó y extendió los brazos en un gesto de conmiseración. A continuación, movió cautelosamente una de sus manos y la colocó en su corazón. Entonces la tormenta comenzó: un racimo de energía tornasolada con infinidad de matices se dirigió hacia los presentes, desmaterializando todo lo que tocaba. Sin perder un solo momento, el doctor Lorax y su séquito de depravados abrieron tanto como pudieron su tercer ojo, y formaron un escudo energético oscuro con el cual se protegieron de la lluvia tan iridiscente y misteriosa arrojada por el Vicario. Curiosamente, ni Leiter ni Poljka fueron contemplados en lo que aparentaba ser el primer ataque de aquella esencia sublime, pues los fulminantes rayos tornasolados y cargados de infinitas piedras preciosas no repararon en ellos. Era como si aquel ser supiese de antemano quiénes eran sus enemigos y contra quién debía dirigir su furia. No obstante, el poder combinado de los siete repugnantes miembros de La Refulgente Supernova había trascendido cualquier especulación y, en un acto deplorable, su líder contratacó con un efluvio de fuego helado que envolvió al Vicario y lo inmovilizó.

Este acto fue aplaudido por todos sus compañeros, quienes soltaban risas malévolas y jadeaban cual perros de pelea. Aquel poderoso fuego helado y oscuro, al parecer, había sido posible gracias al poder combinado de los siete. El doctor Lorax, empero, llamó la atención del grupo y advirtió que era ahora o nunca el momento en que debían actuar si querían triunfar en sus planes. Así, los siete comenzaron a levitar y adoptaron la clásica posición de meditación, tras lo cual el ojo que todo lo ve se fundió con ellos en una supernova sumamente refulgente que extendió su superficie hasta envolverlo todo. La mezcla de matices, imágenes, bocas, ranas, fragmentos rocosos, lluvia de piedras preciosas, sonidos y estrellas, planetas y galaxias enteras en colapso terminó por hacer de aquel un suceso único en el pasado y el futuro devenir de las eras. No solo la presencia del Vicario había roto con el ritmo natural de la existencia en todas sus formas, bajas o altas, sino que los planos corrían el riesgo de alinearse y el TODO de fundirse en su propio origen.

La divinidad demoniaca sería ligeramente afectada y los destinos se desparramarían en un sublime caos. Sin embargo, nada de esto importaba a la ominosa orden, cuyos propósitos se mantenían intactos a pesar de las consecuencias. Aprovechando la debilidad del Vicario después de tantos eones, sabiendo que su espíritu omnisciente se hallaba adormecido, y conociendo perfectamente el entumecimiento general de su poder y su esencia, La Refulgente Supernova confiaba en conseguir lo que tanto había perseguido. Era ahora o nunca, pues otra oportunidad como esta jamás llegaría, ni siquiera en los más aletargados periodos de experimentación del TODO. Si esperaban a que el Vicario despertara en su forma sempiterna, cualquier esperanza estaría perdida. Necesitaban forzosamente arrebatarle todo lo que representaba en su divina esencia ahora que estaba débil aún, no había vuelta atrás.

El fuego helado y oscuro se quebró y el Vicario salió, aunque lucía afectado por la poderosa energía arrojada contra su esencia. Se arrastró hasta ponerse de pie e intentó proseguir con el mismo vigor de antes su controvertido ataque, pero fue inútil. Los siete miembros lo rodearon y un halo magnético lo hirió con severidad. Todo el poder, la energía negativa y la vibración acumulada hacían temblar al multiverso. El Vicario no tuvo otra opción que defenderse, aunque la descarga en su contra era tan oprimente que se le notaba fatigado. Paulatinamente, el destello se concentró a su alrededor y cada uno de los siete jefes alcanzó la más abstracta concentración, levantando una especie de pilar espiritual para encerrar al magnífico ser. El doctor Lorax, por supuesto, comandaba el ataque. Ésta era la última fase de La Máxima Aurora, la más crítica y fundamental.

Debían debilitarlo lo suficiente hasta que se arrodillara y pudieran hacerlo caer por su propio poder, esa era la estrategia adoptada por la orden. Dado que el Vicario podía reducir a la nada cualquier especie de existencia, fuese física, mental o espiritual, buscaban su autodestrucción tras haberlo apresado en los pilares de la defunción. Resultaría complicado explicar cómo el doctor Lorax y sus compañeros trazaron esta estrategia usando los métodos de la magencia y la inversión. La energía negativa solo había servido para devolverle un aliento de vida al Vicario, pero no para someterlo. Por lo tanto, trabajaron incansablemente en aquel desafío durante siglos enteros. El ojo de la verdad y que todo lo ve se mantenía impasible, alimentando a los miembros de la orden y sosteniendo la dimensión, iluminando la perdición. De pronto, tras un tedioso periodo resistiendo la blasfema energía que lo laceraba sobremanera, las rodillas del Vicario se tornaron débiles y su silueta comenzó a descender. ¡Lo habían conseguido, estaban a nada de triunfar!

La siguiente fase resultaba imposible de imaginar debido a la alta concentración de energía expulsada tras el choque final. Una vez que contuvieran el magnificente poder del Vicario en el agujero del cual había salido la bolsa gelatinosa de infinitos ojos y coronada por la vagina putrefacta y megalítica, sirviéndose del recinto subterráneo, el cual no era sino un ingente almacén conectado con ciertos agujeros de gusano en el multiverso, sumamente estudiados en los años pasados y capaces de resistir la inefable y anormal carga de energía proporcionada tras la absorción, solo esperarían la tan bien planificada autodestrucción. Todo lo tenían amalgamado para su beneficio y confiaban plenamente en que nada podía salir mal. Esta era la consagración de sus vidas, dedicadas a la investigación esotérica-científica y envuelta en el más abrumador secretismo: la magencia. Estaban tan cerca, un poco más y conseguirían doblegar a aquella magnificente entidad. Una vez que estuviera de rodillas, aprovecharían para extraer su poder y almacenarlo en aquellos agujeros de gusano, luego todo habría terminado. Era tan fácil decirlo y tan complicado realizarlo. La babel que se fraguó durante el tiempo en que los 7 repugnantes viejos debilitaron y estuvieron a punto de zanjar su funesto objetivo no tuvo límites. De continuar así, según murmuraron las bocas groseras, todo el Hiper… estallaría, lo cual implicaría la alineación y posterior devastación espiritual de los planos y del multiverso. Solo la divinidad demoniaca saldría ilesa y el TODO se enrollaría de nuevo.

Poljka, por su parte, no entendía ni un carajo de lo que acontecía. Tal parecía que, tras el despertar del magnificente ser, su verdadera personalidad había retomado el control de su traje carnal. Y no solo ella, sino que en el planeta de donde provenía se había originado un caos sin parangón. Los humanos se suicidaban a racimos, notando el dominio que por tanto tiempo había contaminado sus mentes. Había guerras, persecuciones y destrucción masiva. Era como si en las dimensiones inferiores el resurgimiento del Vicario hubiese desecho el control mental ejercido durante siglos para acondicionar a los habitantes. Podría decirse que aquellos rayos tornasolados estaban cargados con una energía espectacular y única, con la fantástica capacidad de obnubilar la pseudorealidad, revelar la verdad y terminar con el holograma existencial. ¿Tan poderosa e inefable era la energía del Vicario como para deshacer la mentira universal? ¿De qué diablos estaba constituida su esencia que aceleraba el pausado despertar? Y, si tenía esta habilidad, ¿por qué los miembros de La Refulgente Supernova se habían arriesgado a resucitarlo? ¿Tan confiados estaban de su victoria y planeaban recuperar todo lo perdido al concluir el galimatías más sublime alguna vez consumado? O ¿es que ocultaban alguna otra intención como…? Sería escalofriante razonar de este modo y suponer que ellos sabían lo que harían si…

–Leiter, mi amor, despierta –insistía Poljka con lágrimas de sangre y totalmente desnuda, humillada y manchada de esperma, vómito y mierda en el exterior, pero con su espíritu libre de ataduras y preciosamente fulgurante en el interior, con sus preciosos ojos azules de fulgor lapislázuli emanando una pureza sin igual.

Se había acercado al joven atolondrado en un postrer intento por remediar su vituperio. Sentía como si hubiese estado muy lejos de su ser durante milenios, y justo ahora hubiese retornado para ocuparlo. ¿Quién o qué había estado usando su traje carnal? ¿Qué clase de blasfemias había cometido? Comprendió, con sórdida tristeza, la brutalidad de sus acciones al sentir su vagina mojada y vislumbrar el esperma escurriendo, mezclado con orines, vómito, mierda y sangre. No solo eso, sino que en su boca tenía un sabor nauseabundo y su cuerpo estaba embadurnado de aquella mezcolanza infame. Sus ojos, brillando como el lapislázuli, eran acaso lo único inmaculado que le quedaba después de tan desgastante tragedia. Centelleaban con un fulgor incomparable, expeliendo una energía tan pura que cualquiera se enamoraría al contemplarla.

Su cuerpo se había envilecido, su mente había sido fragmentada y su ser sometido a toda clase de impurezas; no obstante, su alma nunca había vibrado con tal intensidad y plenitud tras volver en sí. Por cualquier medio trataba de despertar al humano que había amado, porque, en efecto, a Leiter lo había amado, y solo a él. Ahora comprendía que aquellos ocasionales encuentros eran la manera en que su verdadera personalidad, disociada por aquellos canallas, trataba de retomar el control de su cuerpo. Pero la manipulación, el engaño y la fragmentación habían sido sumamente poderosos, y en los tenues momentos donde el amor la invadía, se hallaba luchando contra algo imposible de disolver. Ahora que experimentaba mínimamente la verdad, necesitaba actuar cuanto antes. De alguna manera, sentía una conexión espiritual con Leiter, y creía que eso podría ayudar a estabilizar el caos infinito que ahora imperaba.

–Por favor, mi amor, despierta. No puedes sucumbir aquí… Todavía tienes algo que hacer, aún no es tiempo de partir… Además, yo…, yo… ¡Yo te amo!

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Libro: La Esencia Magnificente


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