Tal vez estaremos destinados a estar juntos en cualquier universo, puede que tus ojos sean los que revivan mi alma e ilustren con majestuosidad mis mejores lienzos. Sin embargo, prefiero que estés con él, que continúes viviendo en este engañoso plano de enfermos.
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Ya no hay remedio para mí, ya todo ha sido consumido desde dentro. Y, aunque te ame con todo mi ser, no podré rechazar las caricias del suicidio que me cobijarán en los últimos días de invierno.
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Tanto tú como yo somos tan solo títeres de una falsa realidad que nos hace creer que este imprudente acto sexual representa la más elevada muestra de amor.
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La miseria existencial había perforado tanto mi alma que, al morir, sentí como si hubiese vuelto a la vida.
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En la soledad y el pesimismo hay más sinceridad intrínseca que en todas las palabras que escupimos absurdamente día tras día.
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Libro: El Halo de la Desesperación
