,

Ese extraño ser

Extrañamente solo, siempre era así. La verdad, incluso estando conmigo mismo era cuando más raro me sentía. Yo mismo no era buena compañía para mí, pues ni siquiera sabía cómo o quién era. Me hallaba perdido, paralizado de horror al saberme prisionero de este traje de carne y huesos que rechazaba con infernal vehemencia. La demencia, decían los doctores, era inevitable cuando se tenían pensamientos tan extravagantes todo el tiempo. Ideas de homicidio, suicidio y parafilias iban y venían sin cesar. Las más sórdidas y nauseabundas acciones bullían en mi mente sin parar y cada vez era más difícil contenerlas. Quería salir a la calle y matar, drogarme, fornicar, desnudarme y, ¡cómo no!, suicidarme. Muchas cosas quería hacer, pero nunca había tiempo. En mi sombría alma nunca había ya paz, ya que la desesperación de existir conquistaba cada funesto rincón. Y el hartazgo existencial extremo, ese tipo de hartazgo tampoco desaparecía sin importar situación, momento o lugar.

Pero era yo un mentiroso patológico sin remedio. Y no tanto con otros, sino conmigo mismo. Me mentía todo el tiempo; a toda hora, a cada minuto, a cada segundo. Mi mente y mi cuerpo parecían estar en constante desacuerdo, luchando siempre por ver quién se imponía. O tal vez era que más de un solo yo habitaba en mi interior, trastornándome de maneras inimaginadas. Ya todo me parecía estúpido, todo era sumamente ridículo. Pero la aversión hacia lo humano era mi mayor pesar. No toleraba escuchar, oler, ver ni hablar con las personas; salvo cuando estaba borracho. ¿Quién demonios era yo? Esa pregunta me torturaba cada noche y cada mañana, cada maldito segundo. Ahora ya no le doy tanta importancia, porque sé que jamás lo sabré. Ya tampoco voy con psicólogos, psiquiatras ni nada de esa mierda, prefiero pudrirme en mi alcoba con alcohol y drogas. No puedo continuar así, lo sé, pero no tengo otra alternativa. Debo quitarme la vida o quitársela a otros, esa es ya mi única salida.

No sé por qué escribo todo esto, meros disparates de un loco. Pero así es, acaso, la humanidad entera: hipócritas farsantes que niegan todo el tiempo lo que en el fondo amarían hacer. Se condenan públicamente actos como la pedofilia, la zoofilia, el asesinato, la tortura, el racismo, la infidelidad, las orgías y muchos otros; cuando la verdad es que, en lo más profundo de nuestra psique, ahí donde por un ínfimo tiempo-espacio podemos sentirnos seguros, morimos por cometer todo tipo de atrocidades homicidas y sexuales. El ser es así: niega su esencia por el infernal pavor que le ocasiona saber que su alma es monstruosa. Solo hay que echar un vistazo al mundo en que vivimos y salir de nuestra burbuja un poco para apreciar la horrorosa realidad que habitamos, que no es sino un mero reflejo de nuestros corazones. El mío, ciertamente, ha sido consumido por la incertidumbre más bestial, pues, mientras me miro en el espejo, continúo preguntándole a eso que veo: ¿quién demonios eres?

***

Caótico Enloquecer


About Arik Eindrok

Deja un comentario

Previous

Rendición total del yo

Catarsis de Destrucción 61

Next