Y es que me hallaba en completa desesperación ese día que te encontré, atormentado por trastornos mentales de toda clase y por obsesiones funestas. No obstante, tu inefable mirada ha arrojado un poco de luz sobre las oscuras capas bajo las cuales se revolotea aún mi marchita esencia semihumana.
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Te dije que te amaría, pero no mencioné por cuánto tiempo ni con qué intensidad, pues mi corazón cambió cuando otros labios me mostraron un paisaje mucho más celestial que aquel tan lúgubre que en los tuyos traté, neciamente, de imaginar.
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Pudo haber sido para siempre, pudimos haber sido una historia inmarcesible de amor inigualable, si tan solo el amor realmente fuese cierto, verdadero y sempiterno.
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Entre tus brazos hallaba una calma hermosa al sentirme tan propio, pero entre los suyos hallaba una furiosa tormenta que me despojaba de mí mismo en mi hora más estrepitosa.
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Sutiles fueron los tontos que juraron amarse por siempre, pues ¡con qué ignorancia y plácida insensatez se prometieron hasta la muerte lo único que no podrían cumplir!
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La belleza que el blasfemo ser humano puede apreciar se reduce casi siempre solo a lo corporal, pues tan limitada es su nefanda percepción que todo lo intangible está fuera de su imberbe concepción.
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Amor Delirante