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Amor Delirante 51

Quisiera poder acariciar tus preciosos cabellos por la mañana y que me despertara el jugueteo de tu lengua con la mía. Quisiera poder saborear tu exquisita saliva y embriagarme con el calor de tu cuerpo, pero sé que mi imaginación, de seguir así, me terminará solo destruyendo. Debo admitir de una buena vez que tú jamás serás sino un delirio más de este romántico trastorno y que jamás podré tocarte como siempre sueño hacerlo en mis más oníricos desvaríos.

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Y, al final, ¿qué queda de nosotros? ¡Absolutamente nada! Solo un fracturado recuerdo colapsando en el éxtasis de una locura que jamás podría ser… Solo algunos recuerdos manchados de sangre y lágrimas tras habernos destruido de todas las maneras posibles… Sin embargo, aún pienso tanto en ti y te añoro, aunque sé que la muerte jamás me permitirá volver a verte.

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Esta historia tan lúgubre e hiriente para ambos ha tocado fondo al fin. Entiendo que tú seguirás viviendo y que, pese a todo, yo no podría ser quien repose en el dulce néctar de tus labios. Me da gusto al menos haberte conocido antes de mi dulce y triste ocaso, pues así sé que existió algo en esta pesadilla que pudo encantarme y fascinarme, aunque jamás pertenecerme.

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No sabes cuánto me gustaste desde el primer momento en que te vi y cuántas noches no añoré poder embriagarme con el rocío de tu mágico interior… Me fascinaste con esos resplandecientes ojos tan únicos de ti, con esa inmaculada sonrisa que removía cada mancha de tristeza en mí… Siempre supe que no eras para mí, pero, aun así, no dejaré de pensarte, adorarte y extrañarte nunca. Y cada poema que escriba siempre tendrá una sola razón: lo que tu inefable alma impregnó en lo más profundo de mi melancólico corazón.

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Quizá, después de todo, sí sea un pecado amarte así. Tal vez es algo imperdonable el haberme enamorado de ti, pero te juro que no pude decidir. Cuando menos lo buscaba y más lo negaba, no pude evitar saber que mi corazón ya solo latía gracias a ti.

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Solo añoraba ya la muerte y, por ello, vivía pensando a cada momento en el suicidio. Odiaba cada faceta de mi existencia y aborrecía cada parte de mi cuerpo. Pero entonces te conocí y todo cambió tan radicalmente, pues tu angelical silueta y tu etéreo encanto se impregnaron en las oquedades más profundas de mi ser. Lástima que todo fue en vano y que ahora tan solo me resta subirme a la silla y dejar que la soga disuelva toda mi agonía…

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Amor Delirante


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