¡Qué desesperanzador es ese rayo de luz que penetra por las cortinas anunciando un nuevo sacrilegio de 24 horas donde nos veremos sometidos a padecer todo tipo de tragedias y a soportar toda clase de estupideces! Pero nuevamente somos demasiado cobardes para quitarnos la vida y continuamos en este infierno con la falsa y patética esperanza de un mañana que sí sea diferente al hoy. Así, día con día andamos por ahí hasta nuestra más que necesaria inexistencia: sin novedades, sin cambios, sin vida, sin muerte, sin nada…
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¿Qué podría ser el amor sino el estado donde el ser comete el mayor autoengaño posible? Y todo tan solo como una estrategia de la existencia para perpetuar este ciclo absurdo y ominoso mediante la reproducción, pues para el humano la inevitable conclusión del amor es el sexo.
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Estudiar, y luego ¿qué? Trabajar, y luego ¿qué? Casarse, y luego ¿qué? Fornicar, y luego ¿qué? Reproducirse, y luego ¿qué? Y así podemos aplicar este mismo principio a todo… Existir, y luego ¿qué? Al final, no llegaremos a nada sino a lo que ya sabíamos de antemano: que esta existencia es solo un desperdicio que no vale la pena llevar a cabo.
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Bueno, ellos jamás podrían comprenderlo. No valía la pena involucrarse con ellos, pues estaban demasiado ciegos. En el fondo, no podía evitar cierta compasión hacia los humanos por su patética forma de pensar y vivir. Tan engañados y adoctrinados, luchando por supuestas metas que no eran sino patrones para alimentar a la pseudorealidad/matrix, reproduciéndose estúpidamente y creyéndose la cúspide de la evolución. ¡Pobres tontos incapaces de atisbar el blasfemo absurdo en el que se revolcaban!
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La humanidad es solo una equivocación y su existencia solo una estupidez. Pero ¿cómo es que se ha llegado a creer todo lo contrario? ¿Acaso no ha sido suficiente historia de podredumbre hasta ahora como para seguir creyendo en tontas justificaciones de esta miseria infinita?
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Y, pese a todo, olvidamos una y otra vez que la única persona que realmente se interesa y se preocupa por nosotros somos nosotros mismos. Así que dejemos de esperar que agentes externos nos brinden ese consuelo existencial, pues nada ni nadie lo hará; salvo quizá solo el suicidio.
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Desasosiego Existencial
