,

Infinito Malestar 40

Precisamente me sentía mal por eso: por relacionarme con personas cuyas miserables y patéticas vidas no podían serme más indiferentes, y cuyas nauseabundas presencias me asqueaban hasta el tuétano. Pero ¿qué podía hacer? ¿No era la decadencia mi sempiterno destino? Estaban ellos ahí conmigo por mera casualidad y, a decir verdad, creo que ya hasta me había acostumbrado a soportarlos. Era solo que algo en mi contrito interior me suplicaba por aislarme cuanto antes de todo y todos, por refugiarme en la sublime esencia de la soledad con el anhelo fulgurante de poder matarme algún día de estos en donde la cruenta nostalgia y el infernal hastío se fundieran hasta terminar de quebrar mi ya de por sí consumida tranquilidad. ¿Quién era yo en realidad? Esa era la pregunta más inquietante y la que parecía no poder ser respondida sin importar dónde buscase o qué intentase. Quizá no sabía lo que yo quería, pero sí sabía lo que no quería: seguir con vida y siendo tan estúpidamente yo. ¡Que un rayo me pulverizase cuanto antes, antes de que yo mismo acabara de ensuciar mi esencia con las miserias y tragedias de esta existencia más que absurdamente infame! Todo ha sido en vano y quizá siempre lo fue; tan solo las mentiras que impregnaron mi alma rota me hicieron alucinar con un posible bienestar más allá de lo efímero y anodino de la horrorosa pseudorealidad en donde siempre me hallaré atrapado y triste.

*

La depresión siempre es más duradera en las noches en que tu delirante esencia no viene ya a consolarme desde el lóbrego camposanto. Me deprimo como un idiota, aunque bien sé que yo fui quien decidió que así fuera aquella psicótica noche en que, tras volver brutalmente ebrios, procedí a acuchillarte una y otra vez para después beberme tu sangre. El éxtasis fue tanto que creo que quedé loco después de esa noche, pero la verdad es que no me arrepiento en absoluto. Ahora únicamente me entristezco al no poder volver a matarme; de nuevo mi cobardía ha triunfado y eso es lo que lamento sobremanera. Pero así debía ser, no podía permitir que continuaras existiendo en un mundo que odiabas tanto como yo. El sello se ha roto hoy y ha llegado el momento en que, con el mismo cuchillo con que te di muerte, deberé hacer lo propio conmigo antes de que las alucinaciones comiencen de nuevo y me arrastren con sus funestas garras de vuelta a la realidad del absurdo mundo humano. ¡Nunca creí que fuera tan intrincado encontrarte en aquellos laberintos sepulcrales donde la razón ya no sirve como guía! Intento atrapar un poco de tu fulgurante melancolía dentro de mi ira inenarrable, pero la distorsión de sentimientos se ve incrementada por el cambio de dimensión. Espero en algún punto llegar hasta ti y contemplarte plenamente antes de retornar a una nueva y más demente pesadilla en el ciclo de la impía devastación existencial.

*

Aun cuando creamos haber superado algo o a alguien, el dolor siempre estará ahí; solo que enmascarado bajo múltiples excusas para pretender que hemos olvidado o perdonado el daño infligido. Nuestro triste corazón, por desgracia, debe seguir existiendo en tales condiciones: apabullado por la melancolía del pasado, hastiado por el sinsentido del presente y atormentado por lo incierto del futuro. En todas sus facetas, el tiempo es solo el mejor aliado del sufrimiento, pues, aun si pretendemos dejar algo atrás, siempre habrá memorias depresivas que nos derrumbarán. Y, si no son ellas, serán los problemas del presente o las posibles miserias del futuro las que nos masacrarán desde lo más profundo de nuestro abyecto ser. No hay mayor condena que haber nacido y poseer una forma determinada, totalmente impedidos de experimentar cosas que no tengan un final. ¿Por qué en nosotros ha convergido un pedazo del todo? ¿Con qué objeto? ¿Qué obtendremos de todo esto? ¿Qué consuelo queda más allá de la locura o la muerte? ¿No es ya el suicidio nuestra única esperanza? Tal vez siempre lo fue, pero estábamos demasiado ciegos como para comprenderlo. Nunca hemos comprendido nada y siempre hemos sido esclavos de las más horripilantes falacias; meros ignorantes de su propia naturaleza y del infinito malestar que impera en una existencia material y putrefacta como esta.

*

No sabía cómo, pero de algún modo había vuelto a la horrible pseudorealidad de la que tanto trabajo me había costado escapar. Fue en esos instantes cuando perdí la capacidad de distinguir si me hallaba todavía soñando o si ya estaba despierto. ¿Había, ciertamente, diferencia alguna? ¿Qué eran los sueños sino símbolos intrincados de la supuesta verdad? Lo lamentable era saberme de nuevo humano y, peor aún, ¡esta vez ya no poseía el pergamino hacia la meseta onírica donde es posible distorsionar el tiempo-espacio hasta abstraerse poco a poco de todo lo que es y será! No cabe duda de que fui demasiado ingenuo al creer que podría escapar, pues claramente la pseudorealidad está diseñada para evitar que cualquiera de sus esclavos logre tal empresa. Ahora, ahíto de tan sombría aflicción, tan solo me quedaba una salida: seguir el inefable llamado del vacío que me solicita a gritos lanzarme de aquel onceavo piso donde había vuelto a esta ominosa ciudad. ¿Lo conseguiré al fin? ¿El color de la nada me arropará sin mayor preámbulo? ¿Qué ha sido este ensimismamiento de fatal nostalgia mediante el cual he cedido cada vez más a la sombra de mi lúgubre interior? Supongo que, en breve, todo será revelado; y ya nunca más volveré a imaginar mi muerte en un estado parecido al de la esquizofrenia más deprimente…

*

El reloj nunca se detenía, siempre continuaba con su execrable tic-tac y eso me trastornaba. La vida en sí misma me parecía algo sumamente deplorable, pero el tiempo… ¿Por qué demonios debía existir algo así? ¿Quién fue el estúpido que diseñó la realidad? ¿Cómo explicar que estemos aquí y ahora padeciendo todos sus nocivos efectos? ¿Somos tan solo meras marionetas de algo que tal vez ni siquiera exista? Como sea, debo dejar de torturarme tanto con esto. Pero es que no puedo, no logro concebir cómo podría sobrevivir un día más sintiéndome absolutamente manipulado por ese par de malditas manecillas que siempre me desquician. Es casi como si mi cabeza misma ya no pudiera ceñirse a los estándares del mundo sin importar cuánto trate de. Y es casi como si todo lo que yo fuera poco a poco se distorsionase entre el vehemente susurro de la locura más infernal. ¿Alguna vez los murmullos cesarán? ¿Alguna vez las miradas no apuntarán al cielo en búsqueda de una falsa esperanza proveniente de inexistentes deidades crucificadas? Todo luce cada vez peor, pero me mantengo firme en mi aciaga resolución y suplico (no sé a quién) por la fortaleza suficiente para poder cortarme las venas antes del apocalíptico frenesí de un nuevo y carente de todo sentido amanecer.

*

Estamos atrapados en un mundo absurdo, rodeados de seres aún más absurdos y atormentados por pensamientos brutalmente absurdos. Ni el nihilismo ni el pesimismo han podido hasta ahora presentar posturas convincentes más allá de simples especulaciones. Quizá lo mejor sea volvernos optimistas frustrados, a ver si con ello nos decidimos ya a desvanecernos para siempre de esta patética pesadilla existencial. ¿Por qué es tan difícil matarse? ¿Por qué nos atormentamos de esa manera? Ya somos demasiado infelices como para infringirnos todavía más daño; no obstante, parece que precisamente eso y no otra cosa es lo que gobierna este mundo infame: el sufrimiento en todas sus vertientes. Por desgracia, no se puede hacer gran cosa; todos estamos condenados y moriremos siendo víctimas de esta pesadilla carnal y execrable. No sé para qué seguimos adelante, totalmente desesperanzados y sin anhelar ni siquiera un beso o abrazo. Lo humano es para mí un gran impedimento; tan inmenso solamente como el universo mismo. Hasta que no seamos plenamente conscientes de lo mucho que nos estorba nuestra recalcitrante y mísera humanidad, estaremos destinados al fracaso con una probabilidad casi absoluta. Quisiéramos volar, expandir nuestras alas flameantes y proferir rugidos que desgarrasen el firmamento; en lugar de eso, lo único que tenemos es nuestro inmanente desconsuelo y la patética ilusión de un mañana donde podamos finalmente sonreír sin tener que derramar lágrimas de sangre al instante siguiente. ¡Ay, si tan solo no estuviésemos tan solos, locos y rotos!

***

Infinito Malestar


About Arik Eindrok

Deja un comentario

Previous

El Color de la Nada 49