Siempre se habla de anular el ego, pero, si hiciéramos esto, ¿qué quedaría de nosotros entonces?
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La mayoría de las personas jamás se cuestionará nada, ni siquiera lo más básico. Creerán ciegamente en lo que les fue inculcado y vivirán sus estúpidas vidas bajo estos patrones. Luego, si se sienten atacados en sus obsoletos principios, buscarán algo dentro del sistema que les refuerce su creencia para remarcar aún más su adoctrinamiento mediante un falso sentido de pertenencia.
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Así es la mísera y nauseabunda existencia del ser: una mentira desde que nace hasta que muere, y quién sabe si en la muerte se halle un resquicio de verdad…
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Dime que me amas, porque ya me odio demasiado y lo único que pienso en estos momentos es en que se termine ya mi vida. La melancolía es muy fuerte y yo muy débil, la sangre escurre y me gusta la sensación. Solo no te vayas todavía, acompáñame hasta el final de esta tragedia, hasta que mis ojos se cierren para siempre y tu imagen, aunque imaginaria, sea todo lo que permanezca en este sombrío manicomio.
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Me pateaste en la cara cuando peor estaba, cuando me hallaba tirado en el suelo suplicando por compasión, pero ni siquiera así me atreví a reprocharte nada, pues sabía que más adelante tendría la oportunidad de hacer lo que hago ahora: comerme tus intestinos.
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Tengo miedo de que ya no me ames más, aunque tal vez tengo más miedo de que sea yo quien ya no te ame más.
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La Agonía de Ser
