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Manifiesto Pesimista 58

Con tal de no volver a existir jamás, daría todo lo que tengo. Intercambiaría todas mis vidas pasadas, la presente y las futuras con el único propósito de no volver nunca a ser humano. Este cruento averno ya se ha prolongado por tanto tiempo, mas espero que este lóbrego atardecer sea finalmente el maravilloso momento para poner punto final a mi absurda existencia carnal. Mi alma suplica por ser libre, por escindirse de esta dimensión material en la cual se halla terriblemente prisionera. Ya no puedo soportarlo por más tiempo, ya demasiados versos de muerte he plasmado y demasiada agonía he tolerado para no haberme vuelto loco hasta ahora. El manicomio o el cementerio deberán ser mis próximos destinos, aquellos en los que me habré de sentir reconfortado y hasta agradecido. En el mundo todos me fastidiaron siempre, me importunaron con sus ridículas conversaciones y horribles presencias. Por ello me alegro de encontrarme lejos de su infamia, totalmente libre de tantos desvaríos acompañados de materialismo y egoísmo cerval. ¡Que todo se termine justo aquí y ahora, que mi humanidad sea crucificada por la eternidad y que mi alma se fusione al fin con esa gloriosa libertad de la que al nacer yo fue ella despojada!

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Nada más placentero que un gran despliegue de pensamientos pesimistas para contrarrestar un poco las mentiras optimistas que imperan en la sociedad… Aunque ninguno de ellos terminaría de comprenderlo jamás, sino que se aferrarían nauseabundamente a la vil miseria que por tanto tiempo los ha carcomido y debilitado. ¡Sus almas están todas podridas, son ecos en la amargura del tiempo oscuro y silencio en la sinfonía de la nueva filosofía! La ignorancia en la que se revuelcan pareciera no conocer límites, siempre incrementándose y fortaleciéndose como un parásito que ha anidado en sus corazones y ha terminado por conquistarlos. Esto, no obstante, supongo resulta menester para la preservación de la vida misma. Algo o alguien así lo requiere y no se digna a exterminarnos hasta haber cumplido su sombrío cometido, su nebuloso plan de tortura y regeneración. Estos son solo algunos sentimientos encontrados en mi mente atormentada, en mi corazón desgarrado, en mi coraza endurecida… Cada vez resulta más obvio que suicidarse es la respuesta, el alivio a todo el sufrimiento experimentado y proferido. Sin la inmarcesible esencia de la muerte, la vida sería un absoluto error; más todavía del que ya es.

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Si tan solo el ser pudiera alguna vez percatarse de la intrascendencia y estupidez de sus actos, querría llevar a cabo tan solo uno último: cesar su repugnante existencia. O al menos eso es lo que yo esperaría, pero puede que no sea así… Ya que el ser es el amo de la abyección, la barbarie y la insustancialidad. Teme tanto su indispensable desaparición que se cobija con una argucia tras otra y hace todo cuanto puede para hundirse miserablemente en la más ominosa inconsciencia y decadencia. ¡Qué ruin es la humanidad, tanto que vomito cuando pienso en ella de manera seria! Y quizás ese sea el secreto: solo olvidarse de todo, excepto de uno mismo. Después de todo, no necesitamos más que nuestra propia inteligencia, espíritu y muerte; no requerimos sino lo indispensable del mundo, y entre menos mejor. ¿Cuándo entenderemos esto por completo? ¿Cuánto hemos todavía de ahogarnos en este infinito océano de ignominia incuantificable antes de entregarnos con sublime dulzura al delirante encanto suicida que está siempre dispuesto a coronar nuestra tristeza con rosas negras y melodías sibilinas? ¡Ay, todo cuanto hacemos es evadir nuestro destino! Y ¿para qué?

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Entre la nada y el todo, elegiría mil veces la nada. Pues ¿de qué me serviría tenerlo todo cuando ni siquiera quiero tener vida? Preferiría entonces mil veces el vacío multicolor que más mentiras para soportar lo insoportable, para volver a engañarme con algo que detesto y rechazo una y otra vez. Para mí, solo el sendero sublime que conduce a la muerte tiene ya sentido; el eterno laberinto de la vida ha dejado de parecerme agradable y no deseo perder más tiempo en él. Lo que añoro es largarme de este plano ignominioso, alejarme lo más que pueda de todo lo humano y hasta de mí mismo. Me odio, aunque debería amarme. Mi forma humana es lo que me impide tal consagración, la metamorfosis espiritual definitiva de mi alma inmaculada. ¡Cuánto he todavía de padecer en el tortuoso camino que he elegido! Pero esto es infinitas veces más adecuado que aceptar la vida, que correr como un perro asustado a refugiarse bajo las múltiples entelequias del sinsentido. ¡Oh, tan solo mi soledad es ya mi única y divina compañía! En conjunto con ella he de lograr destruirme por completo para luego renacer despojado de todo símbolo terrenal y material.

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El ser, con su vomitiva y pestilente esencia, recalca cada día más lo absurdo de su condición con cada cosa que hace, dice y piensa. Por suerte, tan blasfema criatura se extinguirá en un parpadeo del universo y sucumbirá en los tiempos del olvido eterno. Gracias a Dios que vivimos solo por tan corto periodo, pues no podría imaginarme tal conglomerado de miseria y egoísmo existiendo por siempre o por eones… Nos hace falta demasiado amor propio, consciencia y espiritualidad; no somos sino niños ocupando cuerpos de adultos, simulando que sabemos cómo funcionan las cosas y siendo guiados por nuestros más grotescos impulsos. Las tinieblas que nos rodean cada vez son más espesas y grisáceas, más imposibles de disolver sin importar la luz que intente inútilmente dispersarlas. Nosotros nos hallamos en la más profunda de las miserias, en el abismo melancólico de donde ninguna nefanda creencia o doctrina podría sacarnos. Si no podemos salvarnos por nuestros propios medios, ¿tendría caso alguno asirse a algo externo con tal de conseguir un supuesto bienestar y evolución? Y resulta increíble la cantidad de tontos que se ven arrastrados del modo más estúpido por tantas mentiras, ideologías inservibles y mandamientos arcaicos… No cabe duda, el ser y su mundo están más que acabados; ninguna esperanza queda, ninguna sino solo colgarse esta noche.

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¡Que no vuelva a surgir nada como esta existencia abyecta e infernal jamás! ¡Ya hemos tenido suficiente mezcolanza de sufrimiento, miseria e irrelevancia en este efímero accidente llamado vida al que tantos tontos se aferran tan ilusamente! Encima, tienen la desfachatez de reproducirse, de propagar este virus llamado humanidad en este lamentable planeta… Nosotros somos sus parásitos irremediables, sus asesinos enmascarados y sus siniestras marionetas. La pseudorealidad es demasiado poderosa, tanto que puede hacer que millones de monos vivan y mueran en la más cruenta mentira, que luche hasta hacerse pedazos por ella y que creen bombas para imponer sus errores. Esta raza es un chiste, una gran anomalía que, me imagino, solo debe servir como diversión de cualquier entidad superior. ¡Ay, qué sacrílega tontería ha sido la creación! ¿Tardaremos todavía mucho tiempo en desaparecer?

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Manifiesto Pesimista


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