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Mi propio yo

Siempre lo miré con curiosidad durante todo el tiempo que tuve que hacerlo. Convivía con él a diario, pues realmente no era como que tuviera otra opción. Lo toleraba, la verdad, pues sí que en ocasiones se ponía bastante insoportable. Escucharlo no me hacía bien, pero ¿qué sí? ¿Qué en esta putrefacta pseudorealidad donde estoy conminado a existir puede decirse sano? ¿Cuántas veces no estuve a punto de enloquecer gracias a él? Me da tanto coraje pensar que es la única persona que me escucha, me pone atención y hasta creo que me aprecia. No sé, tengo mis dudas, pero creo que así es. Su amor, aunque complejo, parece sincero. No me importa ya, porque tengo serias intenciones de matarlo dentro de muy poco. Espero que no me tome mucho tiempo ni tampoco quiero complicarme demasiado en el proceso. Pienso apuñalarlo mientras duerme, aunque eso implique un sinsentido. Como sea, deberé hacerlo cuando sea preciso, pues es más que necesario quitarle la vida.

Pero por ahora aún vive y eso me molesta sobremanera. ¿Por qué vive? ¿Por qué existe? ¿Para qué respira? Además, él no es como los otros. Lo miro desde mi jaula todos los días y sé que él es diferente. Siempre está solo, aunque me tenga a mí. Él me odia y yo a él, pero juntos nos odiamos menos el uno al otro. Pienso que, sin él, yo no sería nada ni nadie; no existiría siquiera. Lo espío y lo analizo todo el tiempo, ya que en él se centran todos mis recuerdos y delirios. Sé que odia este mundo tanto como yo, así como también a las vomitivas personas que lo habitan. No suele hablar con nadie y le molesta que alguien le hable. No le gusta que le den los buenos días y, por supuesto, tampoco los da nunca. Odia tener sexo, porque cree que es algo muy humano. En eso discrepo, pero sé que sí se masturba ocasionalmente. Ama a los asesinos seriales y se imagina, en sus más retorcidos sueños, como uno que pondrá fin a la civilización. Es él el gran pecador que trasciende todos los pecados.

No tengo otra palabra para definirlo más que extraño. No sale casi nunca de su habitación y el mundo para él es más bien una tragedia que jamás debió haber existido. No tiene amigos ni tampoco novia, pues le quitan el tiempo solamente. No mira series, películas ni deportes. Últimamente ya tampoco lee ni juega videojuegos. Se limita a cumplir con su horario laboral y, una vez terminado esto, se tira en cama, cierra los ojos y se queda así hasta que, tras largas horas de reflexión, se duerme. Sé que está obsesionado con la idea del suicidio y que su más grande pesar es existir. La desesperación de existir, de hecho, lo consume y, al mismo tiempo, lo representa totalmente. Antes se embriagaba, se drogaba, apostaba y se iba con mujerzuelas de juerga, pero ya no lo hace. Antes creyó amar a alguien, pero no le sirvió de nada, puesto que todo terminó de la manera más agónica… En fin, ¡qué extraño es cuando, de vez en cuando, miro a aquel extraño en el espejo y reconozco, en su rostro abatido, mi propio yo!

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Caótico Enloquecer


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