Sí, estar borracho y drogado no era ser diferente al rebaño. Sin embargo, ya no había otra opción para permanecer vivo en este sombrío engaño, para tolerar un día más la desesperación de existir.
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Creía que aquella noche sería la última, pues había perdido la capacidad de entender lo que sentía. Tantos pensamientos tergiversados en mi cabeza, tantas maneras de poner fin a esta insulsa falacia llamada vida. Y yo aún permanecía aquí, aunque no tuviera sentido, intentando todavía respirar un poco en este pantano lúgubre y nauseabundo en el que se había tornado mi patética existencia.
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¿Es que acaso existe otra manera más agónica de suicidarse un poco más, día con día, que enamorarse de alguien que ya se ha enamorado de otra persona?
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La idea de suicidarme ha hecho por mí mucho más de lo que la vida podría haberme ofrecido.
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Quien jamás ha pensado en quitarse la vida no sabe lo que verdaderamente es la vida.
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Libro: El Halo de la Desesperación