Y, sin importar cuán mal me trateses, yo seguiría ahí a tu lado, esperando recibir las migajas de tu cariño, las sobras de tu comprensión. Lo haría por una simple y sencilla razón: porque te amo con todo mi corazón y a nadie en este mundo podría volver a amar como a ti.
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¿Qué me hacen tus manos que, cuando me acaricias con tal dulzura, me hacen olvidar incluso a la muerte que por tanto tiempo he añorado?
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En este mundo repugnantemente humano, no hay mayor ironía que saber que todo es complejo y, al mismo tiempo, banal. En esta prisión terrental, no hay nada más frustrante que saber que todo es tan absurdo y que tan solo encontraremos la libertad cuando ya no respiremos más.
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Y, entre más intentaba vivir, más deseos de morir experimentaba.
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No había ya nada en mí que me impulsara, había perdido por completo la voluntad de existir. Solo restaban un hartazgo extremo y una desesperación infernal que ya nunca de mí se iban, que de mi mente a cada instante se apoderaban.
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Te adoro locamente, e, incluso, creo que hasta podría llegar a amarte. Pero no, tú tampoco puedes ayudarme, tampoco evitaras que el suicidio esta noche en sus garras me atrape.
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Para: mi eterno e imposible amor
Libro: Romántico Trastorno