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Romántico Trastorno 17

Era como una capa, pero una que cada vez se tornaba más pesada. Sí, como una sombra que me perseguía a donde quiera que fuera, sin importar si estaba solo o acompañado. Era como cargar un pesado saco de piedras que, irremediablemente, terminaba por doblegarme. Era como si una fuerza misteriosa me arrastrara hacia el abismo del que tan desesperadamente buscaba escapar. ¡Qué monumental y poderosa era la fuerza de la depresión!

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Sabía que no podrían entenderlo jamás y estaba ya tan cansado de intentar dar explicaciones a personas tan mundanas e intrascendentes. Ahora ya solo pedía una última cosa: ¡que me dejaran suicidarme en paz y que no volvieran a negarme lo único que me quedaba para ser feliz!

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Fueron realmente melancólicas esas últimas tardes lluviosas donde todo lo que había eran botellas, cigarrillos y pastillas. Y tan plácidamente me hundía cada vez más en mi propia miseria existencial y en las memorias de esos días donde experimenté tan efímera felicidad a tu lado. Pero de nuevo estoy abajo, arrastrándome por el infierno y suplicando que la muerte venga en mi auxilio, que el suicidio funja como mi último y sombrío consuelo en esta pestilente realidad humana.

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Explícale a mi mente y a mi corazón que jamás volveré a verte, entonces te juro que no volveré a molestarte nunca y que no te buscaré ni siquiera el día de tu muerte.

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Lo más real en este mundo ominoso eran aquellas sensaciones negativas que me azotaban y dejaban exhausto cada anochecer: tristeza, melancolía, nostalgia, agonía, soledad y, sobre todo, la desesperación de existir. En fin, estaba ya tan consumido que ni siquiera me daba cuenta cuando mis lágrimas comenzaban a brotar y cuando mis muñecas comenzaban a sangrar.

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Y, si no vuelves esta noche, entonces no vuelvas ya nunca, entonces solo devuélveme mi corazón tal y como estaba cuando me lo arrebataste sin piedad.

Romántico Trastorno


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