Atrevidos los seres quienes aceptan los voluptuosos deseos de las sombras prohibidas, pues están más cerca de la verdad que quienes se encubren con las estúpidas normas de la sociedad. El ser está hecho para las mentiras, pero esos pocos quienes logran rasgar un pedazo de verdad son los elegidos para ser engullidos por el sibilino fuego de la razón.
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Querer matar a quien se cree amar es la idea más sublime que pueda surgir en el miserable espectro de la limitada consciencia humana.
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Al principio supuse que había enloquecido; o que, cuando menos, mi cabeza estaba parcialmente trastornada. No obstante, tras haber aceptado como parte intrínseca de mi ser tan excéntrica obsesión, pude conocerme mejor. Y pude saber, asimismo, que mi destino era el de un vil homicida y que mis manos eran las de un sangriento asesino.
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Para este mundo absurdo donde la moral y el amor eran las mayores mentiras, podría ser yo un obsesivo homicida. Pero estaba seguro de que haber asesinado a mi familia me convertiría, desde una perspectiva más pura y menos terrenal, en un ser superior: en un dios más allá de lo humano.
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Me confundí cuando pensé que amaba a mi deplorable familia. ¡Qué curioso comportamiento el del sacrílego animal humano! De verdad es, en lo más profundo de su ser, una bestia trastornada por deseos repugnantes y voliciones tan siniestras que jamás se atrevería a confesarlas ni siquiera a su más cercano acompañante.
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Obsesión Homicida
