Que alguien se case para evitar que le sean infiel es una de las más poéticas argucias en las que las personas pueden confiar. De hecho, casarse es más bien como abrirle la puerta para que la infidelidad penetre a sus anchas en nuestro recinto supuestamente monógamo y sagrado.
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Los celos son una broma de mal gusto, puesto que, en realidad, nadie tiene el derecho de exigir a otra persona fidelidad solo porque él cree que la puede dar. Así es como casi siempre se confunde con amor el humano deseo de posesión y egoísmo que no puede ser apaciguado por largo tiempo.
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Los infieles suelen ser las personas más interesantes, no cabe duda de ello. Y es verdad que, casi siempre, las y los amantes son mucho más concomitantes que aquellos seres con quienes se llevó a cabo la tontería de casarse y a quienes lo único que se les agradece es habernos jodido la vida.
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Matar a alguien durante el acto sexual es la única manera de alcanzar la algidez orgiástica. Si aquel ser que hemos elegido para alcanzar el éxtasis sexual no está dispuesto a morir o a matarnos durante el proceso, entonces no vale la pena ni siquiera quitarse la ropa.
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No tengo moral ni creo en nada de este mundo por la simple y sencilla razón de que todo ha sido diseñado para hacer del ser un vil esclavo… Mejor intenta ser libre; razona, cuestiona, reflexiona; purifícate de todas las influencias externas y entonces verás que tu libertad es la única que siempre has mantenido presa bajo esa falsa y aciaga pantomima. Si aceptas lo que eres, entonces tendrás la oportunidad de experimentar tu verdadera naturaleza; la cual, desde luego, no tiene nada que ver con lo implantado por este nauseabundo sistema.
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Obsesión Homicida