Los gemidos de July eran tan lastimosos y cruentos, casi intolerables. Por desgracia, estaba a punto de dar a luz a quién sabe qué criatura, la cual sería tragada tan pronto como naciera por Desmetis. Mertin, por otra parte, se hallaba con la cabeza totalmente supeditada a la locura, estaba muerto en vida. Por su mente, solo se repetían los pavorosos gritos de July al ser violada una y otra vez por aquel execrable sujeto. Todo parecía terminar de la peor manera, pero de pronto algo ocurrió. Una voz hizo eco en Mertin, desde muy lejos hasta muy cerca. Era aquella voz tranquilizadora que había escuchado anteriormente y que le había mencionado que solo le volvería a hablar una vez más, pues esa vez más había llegado.
–Mertin… Mertin… ¿Me escuchas?
–¿Quién eres? –respondió Mertin muy débilmente.
–Soy ese que te habló hace tiempo para decirte algunas cosas y te dije que volvería a hablarte solo una vez más.
La voz era muy tranquilizadora en verdad, como si perteneciese a alguna especie de entidad divina. Mertin sintió cómo el coloquio era sostenido en algún lejano lugar de su ser, acaso en un universo paralelo.
–Sí, ya recuerdo… En esa ocasión, también sentí esta extraña pero reconfortante situación. Yo solo quisiera saber quién eres y por qué me hablas ahora.
–Eso no es importante –respondió aquella voz–. Todavía no es esta tu prueba final, no puedes perecer aquí. El destino y el libre albedrío convergen, a fin de cuentas, y cada momento en tu vida, sea en la dimensión que sea, es parte intrínseca de ti y de tu superalma.
–Y ¿cuál es el sentido de todo eso? ¿Acaso no es la existencia absurda?
–Y, si así fuera, ¿qué más da? Al menos en lo absurdo puedes experimentar todas las sensaciones que las criaturas experimentan. Ustedes los seres humanos tienen la capacidad de sentir demasiado, ¿no crees?
Mertin estaba en un trance increíblemente desconcertante, nunca había estado tan seguro de que lo que alguien decía era correcto, pero esa voz le proporcionaba una serenidad y confianza despampanantes. De pronto, salió de aquel trance y, con horror cósmico, contempló cómo el vientre de July se inflamaba más y más, mientras esta soltaba unos gritos aterradores.
–Y ¿qué hay de esto? ¿Acaso tú tienes una respuesta para eso, quien quiera que seas? ¡Ya no hay nada que se pueda hacer, ella morirá!
–No hay nada que sea imposible para mí. Soy lo que todo lo ve, todo lo sabe y todo lo puede. Soy aquello en donde el tiempo y el espacio se arrodillan, el destino y el libre albedrío se acongojan, las dimensiones se retuercen, la luz y las sombras en mí duermen.
–No entiendo qué eres tú exactamente.
–Tú puedes hacerlo. Tal como ese sujeto lo hizo, tú puedes hacerlo también. No es algo difícil, menos para ti. Solo tienes que desearlo con todas tus fuerzas y, si tu voluntad es lo suficientemente grande, lo lograrás. Tú puedes hacer que el tiempo exista a tu manera y deformarlo: puedes regresar el tiempo.
Entonces Mertin recordó cómo Desmetis pudo alterar tantas cosas. Sin duda alguna, era porque el tiempo no existía y cada uno creaba su propia concepción. De ese modo, la eternidad y la inexistencia eran producto de la conciencia divina.
–Solo recuerda que esta no es la prueba final, y que algún día todo cambiará…, algún día… Me despido, ahora queda todo en tus manos. Los problemas que una persona crea, es ella misma, al fin y al cabo, quien debe solucionarlos, eso es lo que hace fuertes a las almas y, por ende, a las superalmas –susurró aquella relajante voz mientras se alejaba cada vez más y más.
–¡Espera! ¡No te vayas! ¿Por qué no lo haces tú? ¿Acaso eres dios? ¿Eres el gran espíritu? ¿Quién o qué eres? ¿Por qué emanas esa energía? ¿Por qué siento esa divinidad en ti? Tú podrías exterminar todo el mal de cualquier dimensión, ¿por qué no…? Te estoy hablando…
Mertin sintió cómo su cuerpo se llenaba de una energía totalmente desconocida y extraña. Súbitamente, recuperó el sentido de dónde estaba y observó cómo Desmetis follaba a July estando preñada de quien sabe qué criatura. Arremetía contra ella con furia, su pito estaba a punto de chorrear la vagina de July con su leche repugnante. Podría decirse que incluso fornicaba también a la criatura, pues su miembro era tan grande que July lo sentía casi perforándole los intestinos.
–¡Desmetis! ¡Eres el más grande pecador que alguna vez ha existido! ¡Eres la única persona que no puedo perdonar jamás! ¡No me importa si todo esto es mi culpa! ¡No me importa si yo hice que te desarrollaras! ¡Te voy a matar, maldito!
Un destello fulgurante de luz azul rodeó a Mertin y todo el Hipermedik se estremeció. Era un azul completamente diferente, un azul cautivante, como el cielo en su estado más puro. Los llaveros de July y Mertin comenzaron entonces a centellear intensamente y, en ese momento, la prisión dimensional en que se hallaba capturado el joven de ojos verdes se quebró cual espejo que choca con el suelo.
–¿Qué? ¡Imposible! ¡Esto es inaudito! ¡Ese miserable pudo romper la prisión dimensional! ¿Cómo lo hiciste? ¿Qué demonios significa esto, canalla?
Desmetis soltó a July, quien estaba muerta en vida, y se lanzó contra Mertin. Sin embargo, algo ocurrió, algo demasiado vibrante. La luz que emanaba de ambos llaveros en forma de mitad de corazón se hizo increíblemente fuerte y ambas partes se unieron ante la odiosa mirada de Desmetis. Entonces pasó: Desmetis se detuvo y todo el Hipermedik, en general, se pausó por unos instantes. Lentamente, todo comenzó a retroceder. Mertin, quien era el único que permanecía impertérrito, pudo observar cómo todo regresaba. Era como si hubiera apretado el botón para que una película fuera en reversa y, en el momento preciso, se detuvo todo.
–¿Qué está pasando? ¿Qué es esto? ¿Por qué? ¿Qué has hecho, maldito? ¿Cómo lo lograste? ¡Ningún mortal puede alterar así el tiempo!
Se escuchó un grito espeluznante, era July. Mertin comprendió que había podido crear el tiempo en esa dimensión a partir de su propia concepción de este. Y, además, había sido capaz no solo de crearlo en aquel lugar, sino de alterarlo de modo que pudiera retroceder los eventos ocurridos. Había regresado justo antes del momento en que Desmetis estaba a punto de violar a July.
–¡Lo logré, esta vez sí funcionó! –sostuvo Mertin con una inmensa fuerza de voluntad.
–¡No dejaré que te salgas con la tuya! ¡No eras más que un simple ser inferior! ¡Eres una basura! ¿Cómo te atreves? –vociferó Desmetis, quien estaba furioso y su cuerpo se había deformado horriblemente, pues ahora por todos lados sus venas se reventaban y un fluido necroazul escurría sin parar.
Desmetis trató desesperadamente de introducir su ominoso pene en July, pero, en ese momento, se produjo un enorme destello. Los llaveros de corazón estaban unidos y ambas luces se combinaban para dar lugar a una tercera, una poderosa luz roja que comenzó a desintegrar a las Belz y a invadir el lugar, haciendo florecer rosas rojas muy intensamente en todo el suelo. Mertin sintió cómo su corazón ardía en fuego vivo como nunca. Y, antes de que Desmetis llegara a July, el llavero ahora unido en forma de corazón apareció en la mano de Mertin, quien pudo sentir cómo todo su cuerpo se movía a una velocidad incomparable. Gracias a esto, pudo interponerse a tiempo entre Desmetis y July y, con la mano izquierda, con la cual sostenía el refulgente llavero, golpeó en el corazón a Desmetis.
–Esta vez no se cumplirá la aberración. En esta ocasión, tú pierdes, Desmetis. No permitiré que vuelvas a lastimar a la persona que amo, malnacido –formuló Mertin mientras sentía una rara sensación al hundir su puño en el corazón de Desmetis.
–¡Mertin! ¿Cómo lo hiciste? ¿Por qué siento tanta energía emanando de ti? Es la energía más pura que alguna vez he sentido, y también puedo sentir cómo una parte tuya y mía se funden en una luz roja hermosa, ¿acaso es esta la luz del amor? –expresó July con ternura.
Todo el Hipermedik comenzó a tambalearse, las tinieblas comenzaron a dispersarse. Las diabólicas imágenes en el firmamento se derretían y aparecían grietas por todos los recodos de aquel universo que estaba colapsando sin duda alguna. Desmetis retrocedió con una enorme herida y con el llavero incrustado en el corazón. Trató de regenerarse varias veces, pero todo era en vano, la luz que emanaba del llavero se extendía por todo su cuerpo.
–¿Por qué? No puede ser posible que un simple humano como tú haya logrado herir mi verdadera esencia. Es algo que absolutamente nadie puede hacer…, a menos que realmente tú…, tú seas quien creo que eres. Tú eres la reencarnación de ese sujeto que…, la Sociedad Oscura…, yo no puedo ser destruido a menos que…, entonces ustedes lo lograron… ¡Maldición!
–¿De qué demonios estás hablando, Desmetis? –preguntó Mertin, presa ya más de la curiosidad que del rencor.
Todo lo que era Desmetis se trasparentó y solo quedó un diminuto organismo de lo más extraño, tan parecido a una sanguijuela, solo que su complexión era una que July y Mertin nunca habían visto antes. Era como un recién nacido, pero negro y con venas salidas de todo cuerpo, por las cuales fluía un execrable líquido necroazul.
–¿Qué es eso? Parece ser algo muy desagradable.
–No lo sé July, es como si realmente fuera un…, ¡un parásito!
Esta es mi verdadera forma –habló la vítrea figura de Desmetis–. Eso es lo que soy yo: un parásito espiritual, aunque también tengo una esencia física. Después del golpe, ya no puedo regenerarme más y perdí todos mis poderes. Ahora solo debo esperar a desvanecerme en el vacío astral. Ustedes entonces sí son quienes yo creía que eran, infelices. ¡No saben cuánto los odio, porque yo antes era como ustedes en una sociedad remota llamada la Sociedad Oscura! Ustedes se parecen tanto a los habitantes de ahí y ahora entiendo todo, son las reencarnaciones de ese par que tanto apreciaba. Los detesto porque yo no puedo sentir ese sentimiento que ustedes llaman amor, pero creo que así es mejor. Me niego a creer en la existencia de algo tan patético y… humano.
A continuación, Desmetis desapareció por completo, tanto su torvo y diminuto cuerpo físico como su diáfana imagen, con esa típica y escalofriante risa, con ese traje necroazul elegante y esos guantes blancos con puntos negros. Finalmente, aquel sujeto se había ido para siempre, se había ido a la nada. Ahora todo el Hipermedik resplandecía con esa misma luz que el bardo; sin embargo, la sombra de Silliphiaal seguía ahí. Algo no andaba bien, había una vibración perversa que se extendía cada vez más, y que no había disminuido pese a haber eliminado a Desmetis. Una sombra inmensa comenzaba a opacar la luz rojiza que significaba para Mertin y July el símbolo del retorno, aunque estaban tan emocionados que no lo notaban. En su humana ingenuidad, creían tener posibilidades de elegir, pensaban que poseían aún aquella fatal capacidad de libre albedrío que tan injusta hace la vida.
–¡Lo logramos! ¡Ahora podremos regresar a nuestra dimensión! Finalmente, todo ha terminado, aunque me siento triste porque no has podido recuperar la vista.
–Eso no importa, Mertin. Todo lo que has hecho por mí ha sido lo más lindo que alguien ha hecho alguna vez en la vida, ¡muchas gracias por todo!
Mertin se sonrojó increíblemente y las rosas que inundaban el lugar parecían desprender un polvo mágico que llenaba el ambiente de un sentimiento apolíneo.
–Todo lo que hago por ti, lo hago sin esperar algo a cambio. Yo te quiero y hay algo que te he querido preguntar…
July se acercó a Mertin y lo abrazó con todas sus fuerzas, uno de esos abrazos que estrujan el alma y sacan todo lo impuro.
–No digas nada, Mertin. Todavía tengo algo que contestarte, no creas que se me ha olvidado.
–También lo recuerdo, pensé que lo habías olvidado.
–¿Cómo podría olvidarlo? –respondió July, riendo tan tiernamente como solo ella sabía.
Y, cuando July se disponía a responder, algo ocurrió. Al parecer, aún no era el fin de aquella experiencia tan delirante y repugnante en donde el destino no era sino una anomalía.
–Esa cosa sigue ahí… Es la silueta de eso que Desmetis llamaba Silliphiaal, no entiendo por qué no ha desaparecido.
–Mertin, tengo la horrible sensación de que algo malo ocurrirá.
–No digas esas cosas, July. Ya Desmetis se ha ido, no creo que vuelva. Esta vez estoy seguro de que ha desaparecido por completo.
–Ya lo sé, es solo que…
No había terminado July de hablar cuando, frente a ellos, se abrió un portal. La situación se ponía complicada nuevamente, otra vez tenían que elegir.
–Mira July, es otro de esos portales. Tal parece que finalmente podremos escapar de este lugar.
–¡Espera, Mertin! Tengo un mal presentimiento, posiblemente nos lleve a otro lugar peor, tan solo observa el interior.
–Es cierto, July. El color del portal es necroazul, tan parecido al de ese sujeto.
Sin embargo, el suelo comenzó a abrirse y las rosas a secarse, el viento nuevamente sopló intensamente y todo se complicó, así que July y Mertin no tuvieron de otra más que ir por aquel portal.
–¿Qué pasa? Este sitio es…, puedo sentir algo familiar. ¿Estamos acaso en un lugar en donde ya hemos estado antes?
–Sí, July –afirmó Mertin, algo conmocionado–. Estamos en ese lugar en el que no quisiéramos estar.
July y Mertin estaban justamente afuera de la ominosa casa de aquel maldito viejo que tan extrañamente se había comportado y que había desaparecido en tan misteriosas circunstancias. El número 266 aparecía frente a sus atónitas miradas.
–No sé si sea bueno que entremos, pero todo lo demás parece totalmente despejado. Lo único que puedo atisbar es esta casa y el resto es simplemente como un desierto.
–En ese caso, supongo que tendremos que entrar, solo espero que podamos salir pronto de esto. Justo cuando pensábamos que se había terminado, parece como si acabase de comenzar otra cosa aún más terrible.
–No digas eso, estaremos bien.
Entonces Mertin sintió como una de esas odiosas sombras le perforaba el alma. Se trataba de una Belz que fácilmente lo había atravesado.
–Mertin, ¿estás bien? ¿Qué te ocurre? –inquirió July consternada.
–Se supone que habíamos exterminado a esas cosas, no entiendo por qué siguen aquí.
Mirando al cielo, se dieron cuenta de que estaba cubierto de esas sombras amorfas y traviesas. Se revoloteaban tan repugnantemente que no había manera de soportarlas.
–¿Qué hacemos, Mertin?
–No queda de otra, July. Si queremos terminar con esto por completo, debemos cruzar esa puerta y averiguar qué tiene que ver ese viejo siniestro en este universo.
Así que July y Mertin avanzaron entre algunas Belz hacia la execrable casa. Al abrirla, se llevaron la sorpresa de sus vidas, pues fueron absorbidos por una oscuridad sin precedentes y nuevamente transportados a quién sabe qué universo paralelo.
Cuando despertaron, se percataron de que estaban en un lugar por demás inquietante. En todos los alrededores, había portales dimensionales que se abrían y se cerraban constantemente. Era como si todos los universos estuvieran conectados, pues ocasionalmente de estos portales salían gusanos espirituales que transportaban energía y materia de uno a otro. El cielo era totalmente necroazul de nuevo y el ambiente estaba muy caliente. No había absolutamente nada alrededor sino miles de ruinas arcaicas de lo que parecía una civilización consumida por la maldad, pues muchos pilares de energía oscura se entrelazaban unos con otros. El suelo estaba formado por lenguas gigantescas con puntos negros y dientes que sobresalían; en los cuáles caían almas que se enterraban y escurrían hasta formar un líquido que se evaporizaba al instante para dar nacimiento a una Belz. Por cierto, estas infames sombras volaban libremente y reían como nunca. Lo más inquietante era que esa ingente silueta de Silliphiaal estaba frente a July y Mertin. Parecía como si pronto fuese a despertar para nunca más volver a dormir.
–¡Maldición! ¿Cuándo podremos volver a nuestro mundo? ¿De qué se trata todo esto? Es como si fuésemos víctimas una y otra vez de algo más poderoso –expresó Mertin furioso.
–Mertin, no pierdas la calma. Seguramente pronto encontraremos la salida.
–¡Cállate! ¡No quiero escucharte! ¡Estoy harto de todo esto! Probablemente, mientras siga contigo, cosas malas pasarán.
–¿Cómo puedes decir eso, Mertin? ¿Qué te ocurre? Hace unos momentos estábamos bien, ¿acaso crees que yo quiero que suframos de esta forma?
–No lo sé, estoy muy confundido, no te me acerques. Hay algo que me está lastimando desde el fondo y me hace comportarme extrañamente.
Mertin cayó de rodillas y se retorcía del dolor. En ese momento, en la silueta de Silliphiaal, apareció el ojo que todo lo ve y comenzó a iluminar el lugar con un necroazul intenso. Las Belz se acumularon y, justamente del mismo ojo, salió alguien que July y Mertin conocían a la perfección.
–¡Esto no puede estar sucediendo! ¡Eres el mismo viejo de esa casa tan extravagante, el número 266!
–Me da tanto gusto que me reconozcas, pues los estuve buscando y finalmente los encuentro.
–Al menos es usted –sostuvo July con alivio–, ¿podría llevarnos a casa, por favor?
–Parece que todavía no se dan cuenta, ustedes nunca volverán a casa –sentenció el viejo siniestro con una risa macabra, tan distinta a la de Desmetis.
Entonces el viejo comenzó a arder en un fuego necroazul y una holgada y oscura capa del mismo matiz cubrió su cuerpo; también su cara se oscureció. Cuando volteó a ver a Mertin, este contempló lo terrible de su rostro.
–¿Qué demonios eres tú? ¿Qué le pasó al viejo? –inquirió Mertin con asco.
–Mertin, ¿ocurre algo malo? Puedo sentir una increíble y extraña maldad.
–No te preocupes July, no dejaré que nada te haga daño –dijo Mertin mientras colocaba a July detrás suyo–. No tengo la menor idea de quién sea este sujeto, pero luce muy peligroso.
–¿Qué le pasa? ¡Está muy raro! –pensaba July–. Hace unos momentos se comportó de una forma muy grosera y ahora nuevamente ha retomado su actitud dulce y protectora.
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Libro: Los Vínculos del Alma