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Alucinación

Mis ojos se entumecieron cuando tu virtuosa imagen se apoderó de mi fútil razón. Melancólico y aturdido, anhelé verte por última vez; sentir ese calor adorable y esa boca resplandeciente en la cual tantas ocasiones se consumaron ardientes ósculos matizados de supuesta felicidad. Pero hoy ya no estás más aquí; de mi vida te fuiste hace tiempo, dejándome tan solo este sombrío recuerdo. Es demasiado tarde y no ya tengo intenciones de buscarte, prefiero probar otros labios para olvidarme de este absurdo dolor proveniente de una quimera tan superflua como lo es el amor humano. Así será mejor, así podré poner fin a esta atribulada existencia, pues he decidido que esta noche todo estará bien si me suicido; si termino ahogándome en sexo, drogas y alcohol. Tal vez me acompañe alguna mujerzuela dispuesta a intercambiar placer por dinero, ¿qué más da? Si yo ya no estaré vivo al amanecer y si ella, como tú, se habrá marchado también para no volver jamás.

Realmente no hay más que hacer en esta vomitiva y anómala existencia en la cual me siento preso. Cualquier otro camino distinto al del suicidio ya no será de ninguna forma gratificante y me sabrá demasiado insulso. Antes, cuando nos consumíamos juntos debajo de la estrellada y cerúlea noche, podía tener ciertas esperanzas y alucinaciones. Pero ahora ya nada puede hacerme vibrar, nada igualará jamás aquellas sensaciones tan inefables que solo tú, esencia de mi más delirante poesía, conseguiste alborotar en mi perforado corazón. Esas noches de embriaguez cósmica y sexual no volverán, pues podría delirar con quien fuera el resto de mi patética vida, pero jamás hallaría nuevamente tu encanto tan celestial. Podría pretender ser feliz con cualquier otra persona, pero estaría mintiéndole demasiado y aun más a mí mismo. No puedo creer que todo haya culminado de este modo ni tampoco que sea esta noche la elegida para mi sublime muerte, pero tal vez es esto lo que el azar me ha destinado.

La poca fuerza que me sostenía me abandona, se va de mi cuerpo con la misma rapidez con que tú lo hiciste. Aún recuerdo, presa de mi exaltada imaginación, esos primeros días en los cuales lamía el suelo donde siempre tus pies se posaban. Y también le hacía el amor a las mismas sábanas que otrora fuesen fieles testigos de nuestras veladas más alocadas. Los pantagruélicos encuentros entre nosotros hacían que hasta la muerte se sintiera intimidada y que la vida nos pareciera como un cuento de hadas. Tan hermoso era contemplarte junto a mí, incluso sin ni siquiera tocarte, ya que el halo de tu mirada bastaba para resucitarme. Es una lástima que te hayas ido tan pronto o, tal vez, que yo haya dejado de materializarte… Como sea, hoy es un buen día para zanjar definitivamente la cuestión relativa a mi muerte y al bello espejismo de esta esquizofrénica poesía, misma que terminó por darte vida fuera de mi obsesiva mente.

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Locura de Muerte


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