,

Certeza

El dolor no requería manifestarse como lo hizo, todo fue una argucia vil y siniestra. ¡Y cuán desdichado fui ante la rueda de la existencia, primero por existir y luego por haberte conocido! El inefable grito del suicidio se ahogó en mi interior y pudrió mi corazón, lastimó como nunca las mariposas que en tu nombre se agitaban. Nada me preparó jamás para afrontar tan aflictiva y desesperante ironía, nada me anunció lo ruin de cada mentira que esparcías. Confieso que temblaba, pues, con tristeza infinita, sabía que, sin más tiempo para excusas, nuestro amor se moría. Fue durante la contemplación cuando algo en mí se liberó, cuando sentí que ya no pertenecía más a este mundo desabrido. Fue en ese sombrío instante donde el fénix desgarró mi corazón para mostrarme la crueldad que imperaba en este putrefacto mundo humano. Era una gran verdad la que me era revelada entonces, aunque no lo comprendía ni quería hacerlo, pues yo en verdad te amaba con todo mi ser.

No podía abandonarte así, siempre luchaba por alcanzar el lago donde te refrescabas al mediodía, pero inútil se tornó el camino trazado. Y pensar que solo a ti te amaré el resto de esta falsa pesadilla, que de ti enamorarme en cada universo podría y querría. Contigo conocí lo que era renacer y ahora sé lo que significa morir nuevamente estando ya muerto y al borde del vacío. No fue una ilusión, lo sé bien; la certeza del suceso era lo único que mis ojos no creían, pero aceptarlo me consumía. Supongo que era la primera vez, en toda esta absurda pantomima, que alguien conseguía lastimar mi alma, si es que aún la poseía, ya que considero como real el habértela concedido. Sí, yo te amé como nunca había amado a nadie y como nunca volveré a amar jamás, pues, luego de ti, ¿qué más, además del suicidio, me quedaría? Nada, no queda nada sin ti. Todo lo que he sido te lo debo a ti, todos mis versos, mis poemas, mis escritos y mis lágrimas… Tú eras mi inspiración y ahora serás mi eterna condena.

Y todo esto ¿para qué? ¿De qué servirán ahora todas las cartas, los momentos, los besos, los fragmentos, la magia escondida que se liberó para que brotara un amor sin precedentes, para que me perdiera en el resplandor de tu mirada? Tal vez fui yo quien primero retiró la fe o quien desterró la importancia de tu rutilante corona. No sé, pero me parece el más taumatúrgico acto seguir en pie después de tu traición, de tan fatal y catastrófica herida. Pues has de saber que, cuando te miré a otro besando con tan atosigante pasión, no solo mataste el deseo de tolerar esta existencia, sino que también acabaste con el misterioso punto donde, en todo el cosmos, se unía en perfecta armonía nuestra vibración. Y entonces noté que algo escurría por mi rostro, eran lágrimas de sangre. Sí, lloraba y experimentaba un sufrimiento demasiado agudo, porque tú eras mi mundo entero. No morí el día que mi corazón se rompió en mil pedazos, pero desde entonces tengo la certeza de ya tampoco estar vivo.

***

Anhelo Fulgurante


About Arik Eindrok
Previous

Amor Delirante 23

La Cúspide del Adoctrinamiento I

Next