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Desasosiego Existencial 37

Y es que incluso los llamados placeres que esta vida insulsa pueda ofrecernos son tan pocos y tan efímeros que ni siquiera vale la pena luchar por ellos o experimentarlos, pues luego de ellos volveremos nuevamente a nuestro estado original: la insustancialidad. Más bien hasta sería peligroso vivir esos simulacros de felicidad, ya que, cuando terminen, la realidad será incluso más insoportable que antes.

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El diablo me visitó hace ya un buen tiempo por la noche y me susurró al oído: “quítate la vida”. Entonces yo le respondí: “¡Oh, querido diablo! Si tan solo pudiera, pero no. Mejor tú quítamela, te lo imploro.” Desde entonces, jamás ha vuelto a visitarme…

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Y más que cualquier otra cosa, más que cualquier psicólogo, psiquiatra, doctor, gurú, libro, canción, videojuego, película, serie, deporte o lo que fuera… Más que todo eso lo único que me confería un poco de consuelo en esta absurda y patética existencia era saber que algún día yo, como todo y todos, también moriría y entonces ya jamás volvería a saber nada de este horrible mundo ni de sus repugnantes habitantes.

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Me estoy quedando sin opciones y eso es algo hasta conveniente en mi actual estado de extremo desasosiego. Tal vez, de hecho, nunca tuve opción alguna, sino que simplemente me autoengañé para creer que sí. Porque ahora es obvio que mi única opción fue, es y será siempre solo una: el suicidio.

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No importa cuántas reflexiones hagamos ni cuán profundas e intelectuales puedan ser, pues, al fin y al cabo, todas y cada una de ellas nos llevarán siempre, de manera inevitable, a la misma conclusión: no hay razones para vivir, nunca las ha habido y nunca las habrá.

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Desasosiego Existencial


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