Decían que la vida era una magnífica oportunidad para experimentar algo; lo malo era que yo no recordaba haber solicitado ninguna oportunidad de nada, pero ya estaba vivo muy en contra de mi voluntad. Y ahora lo único que buscaba era una oportunidad para escapar de esta nefanda realidad tan pronto como pudiera; ciertamente, mataría por una oportunidad para morir.
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Se suponía que mi vida, en realidad, no debía ser importante para nadie sino solo para mí. Y precisamente ese era el problema: que a mí ya no me importaba nada, ni siquiera yo mismo; es más, me odiaba de una manera extraña y contradictoria. ¿Quién era yo? Lo malo era que con el paso de los días cada vez me sentía más confundido y menos probable veía el dar solución a tal cuestión.
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No pienso contarte todas las borracheras que padecí por ti ni hacerte reflexionar sobre todas las lágrimas que lloré por ti; tan solo quiero que tengas esto en mente cuando te atrevas a decir que no te amé: me suicidé por ti.
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El contraste era que todo lo que para las personas era un sentido de vida, para mí no era sino un absoluto e infinito sinsentido; acaso solo un sentido de muerte, pues en todo caso consideraba que las cosas y los seres de este execrable mundo debían desaparecer cuanto antes.
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Llegó el día en que ya no podía sentir satisfacción con nada ni con nadie. Comida, bebida, sexo, poder, dinero, mujeres y cualquier otro entretenimiento se me habían antojado demasiado mundanos y aburridos. Así, terminé por aburrirme incluso de mí mismo y no me quedó de otra sino quitarme la vida con la esperanza de no aburrirme de la muerte también.
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Desasosiego Existencial