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El Color de la Nada 20

Esperar que otra persona nos entienda, al menos en una mínima parte, es uno de los peores autoengaños en los que podemos caer. Ni siquiera nosotros mismos nos entendemos, ¿cómo esperar que otros lo hagan? Lo mismo pasa en términos del amor.

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El ser ha sido diseñado para estar solo, pues nace y muere en tal estado. Es tan solo la estúpida sociedad en la que se desarrolla la que le hace creer que debe estar cerca de otros, que debe amar a sus semejantes y entablar con ellos buenas relaciones. ¿Para qué? ¿Con qué objeto?; si bien es sabido que toda relación es un mero interés disfrazado de amabilidad. Pero el colmo de la absurdidad es, sin duda alguna, la manera tan horrible y patética en la que el ser asume que debe formar una familia y que esto le dará un sentido a su miserable existencia.

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El mundo está infestado de gente estúpida, ruin y absurda en todo sentido a la que vemos día con día transitar por las calles. Los vemos con odio y hastío porque son elementos externos de la horripilante realidad en la que por desgracia nos hallamos inmersos. Aunque, si consideráramos también mirar en el interior, ciertamente nos percataríamos de que nosotros tampoco somos la excepción.

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La esencia del ser es la inexistencia, pero la existencia nos ha despistado con sus fraudulentas artimañas y sus placeres mundanos. Así pues, solo la muerte o, mejor aún, el suicidio, podrán quitarnos el velo y permitirnos contemplar por primera vez en nuestra infame existencia algo más allá de nuestra abyecta humanidad.

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El suicidio es la única manera de acabar con el sufrimiento y el hastío. Mientras no recurramos a él, seguiremos creando más mentiras y miseria que, de hecho, jamás podrán justificar una vida de dolor e irrelevancia como la nuestra y la de todos a nuestro alrededor. Por eso, el mejor consejo que se le puede brindar a alguien, si en verdad se le aprecia, es exactamente ese: suicidarse.

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Lo que tal vez nos cuesta tanto admitir es que, para poder hacer nuestro presente un poco menos insoportable, debemos primero arreglar cuentas con nuestro pasado. Lo malo es que tal estado es, generalmente, aún más insoportable; razón por la cual preferimos no hurgar en él, aunque bien sepamos que nos torturará hasta el final de nuestros funestos días. Del futuro, mejor ni hablar…

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El Color de la Nada


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