Pienso en ti más de lo que debería, más de lo que alguna vez alguien te ha pensado. Sí, te pienso todo el día, toda la noche; te pienso en cada momento de mi triste y solitaria vida. Pienso en ti como la única salvación que aún me queda, como el único remedio para soportar esta existencia tan vacía. Te pienso demasiado, hasta alucino con cada parte de tu espectacular cuerpo. Pienso que eres solo mía, que nadie más ha osado alguna vez mancillar tus labios ni adivinar los secretos que encierras en tu alma hecha poesía. Porque tú eres, para mis ojos, la poesía más exquisita, la obra de arte más sublime, la deidad más divina, la melodía más perfecta, la esencia más magnificente y la forma humana con la cual aceptaría fundir todas mis vidas. Te pienso mucho más de lo normal, tanto que hasta me sobresalto. Y es tan cierto que, sin ti, ya no le veo ningún sentido a esta tragicomedia. Si tan solo pudiera regresar el tiempo y eclipsar cada momento en un perfecto y etéreo beso.
Porque solo tú tienes todo lo que me encanta, todo lo que me hace perder la cordura. Sí, solo tú tienes la belleza más misteriosa en la cual puedo atisbar la magia de la muerte y la pasión más incandescente. Solo a tu lado refulgen mis ojos y a solo a ti te entregaría todas mis poesías sin poner condición alguna. ¿Cómo hacer que te percates de que eres lo más hermoso que han visto mis ojos y que ha experimentado mi compungido ser? Uno solo de tus besos me lleva a un lugar donde siento que podría desfallecer, a un sitio prohibido de donde nunca quisiera volver. Y, cuando te siento tan cerca de mí, creo que mi melancólico corazón podría detenerse; morir entre tus brazos, has de saber, se ha convertido en la lóbrega fantasía que a mi cabeza enloquece. Y es que yo podría hasta recostarme en el suelo con tal de que tus magníficos pies no volvieran a rozar este humano infierno, yo podría matar incluso al tiempo con tal de volver a perderme en tu inmarcesible caos y en tu espectral catarsis.
¡Cómo adoro besarte! Cuando colapsan nuestros labios podría jurar que muero y renazco en ese mismo instante. No te imaginas lo místico que resulta intercambiar mi saliva con la tuya. No te podrías percatar de todo lo que me haces sentir con un simple roce de tus suaves manos, pues es como si algo sumamente divino me estuviese acariciando. A veces pienso que no eres humana, que debes ser lo más cercano a una diosa. Todas tus cualidades son tan supremas, todo en ti centellea mucho más que todas las estrellas del universo. ¿Cómo puede existir algo tan perfecto como tu cuerpo y tu rostro? ¿Cómo pueden tus ojos gustarme tanto al punto de no saber ya si me he vuelto loco o si aún estoy cuerdo? Yo te contemplo y mi existencia se resumen en un solo verso: si no eres tú el amor de mi vida, puedo ya darme por muerto. No sé serás tú el amor de mi vida, pero quiero creer con todas mis fuerzas que sí. O, cuando menos, sé el desamor de mi vida… Mas no me dejes así: bailando con la nada.
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Melancólica Agonía