Creo que leo por gusto a muy contados autores, pues en su mayor parte la literatura es intrascendente como la especie que la crea. Pero también lo hago porque necesito despejar mi cabeza de lo que es mi vida; de otro modo, ya no estaría vivo.
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¡Qué triste es este asunto del tiempo! Siempre esperamos que pase rápido y, cuando menos esperamos, nos hallamos mirando hacia atrás convertidos en un recuerdo perdido en la inmensidad de la telaraña sagrada que todo lo envuelve. Cuando menos esperamos, ya no somos nada más que nostalgia, memorias y ganas de morir con el tiempo acuchillándonos.
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En silencio intento dilucidar los estrafalarios misterios de mi alma. Cuando la luz y las sombras se mezclan, despierto y miro a mi alrededor, pero tan solo para encontrarme a mí mismo en depresión y con el cuchillo listo, con mi corazón y mi mente devorando mi subconsciente.
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Lo que más extraño de ti es lo que aún no logro descubrir y que emana de forma misteriosa cada vez que tu mirada persigue intrépidamente a la mía. Extraño, quizá, sentir que para una persona en el universo se puede llegar a ser el universo en persona.
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Las cosas bellas de la vida, si es que hay alguna, terminan por extinguirse y opacarse en los humanos debido al acondicionamiento. Todos olvidamos la poesía, el arte y la literatura, o la verdadera ciencia, tan solo por el falso dios. Y es que en este mundo hay que tener ese pedazo de papel para comer y, más aún, para existir. Tan lamentable y precaria concepción sin duda representa la perdición del mundo, la ruin brujería de la pseudorealidad triunfando.
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Me siento zaherido al percibir cómo tantos humanos pueden hallar ese sentido que tanto se me escapa tan trivialmente, o al menos engañarse para creer que sus vidas lo tienen. Si pudiera volver a ser como ellos…, pero no, estoy malditamente enfermo y la pseudorealidad no funcionó como cura.
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El Halo de la Desesperación