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Encanto Suicida 16

Lo que único que no soportaba realmente de mí era el hecho de estar vivo, de sentirme absurdamente forzado a existir en un mundo que detestaba más aún que el acto de respirar. Luego, tenía encima que soportar a los impíos monos que por casualidad me rodeaban. ¡Cómo si no tuviera suficiente con el abrumador hecho de intentar no matarme! ¡Qué horrible era vivir, eso siempre me pareció así! Lo malo que ya era demasiado tarde para arrepentirse, pues ahora ya era imposible volver en el tiempo y asesinar a nuestros padres. La tentación de aniquilarse, empero, permanecía más que latente y se incrementaba con cada latido de mi melancólico corazón. Las sombras necesitaban sangre, lágrimas y esperma; hacía mucho que no eran alimentadas… ¡Oh, yo dejaría que me consumieran por completo! ¡Yo permitiría que bebieran de mi humano sufrimiento como si de un manantial eterno se tratase!

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Nada hay más placentero que masturbarse, o ¿es que acaso no estamos todos solos, al fin y al cabo? Entonces ¿para qué fingir que se requiere de otro ser para aquietar esos impertinentes impulsos sexuales? El ser tiene en sí mismo todo lo que necesita para sobrevivir en este mundo patético, al menos en eso sí se ha acertado. Por lo tanto, es inútil buscar compañía desde cualquier perspectiva, sobre todo en la sexual. También, debemos considerar que, por lo general, el acto sexual tendrá como fin la odiosa reproducción de la especie; un suceso realmente lamentable. ¡Mejor arrojar el esperma un millón de veces al suelo antes que derramarlo sobre la infecta vagina de una hembra en celo! Lástima que, a veces, nos cuesta demasiado refrenarnos y luchar contra nosotros mismos. El ser es una especie de demonio con apariencia de ángel, pero cuya ansia sexual lo domina más que cualquier otro vicio.

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Si alguna vez pensé que esta infame pocilga llamada falsamente civilización no podía estar peor, no sabía cuán insensato e ingenuo era entonces mi moldeado pensamiento; de hecho, aún lo es, solo que ya no espero nada de la civilización, tal vez solo su extinción. De mí mismo, por supuesto, tampoco espero nada ya; no tengo ninguna esperanza, anhelo o sueño por cumplir o que me sostenga. Ni yo mismo, ciertamente, comprendo cómo es que todavía no me he atrevido a cortarme las venas. Posiblemente mis ensoñaciones más sinceras aún me mantienen extrañamente cuerdo, me suplican por más sufrimiento carnal y por la recolección de más emociones dispersas. ¡Qué me importa ya la estúpida humanidad! ¡Qué me importa ya este blasfemo y absurdo mundo! ¡Qué me importa ya el infinito e incierto cúmulo de almas presas y confusas dentro de esta forma orgánica y bestialmente trágica a la que quiero siempre llamar yo!

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Amor, felicidad y demás términos comúnmente empleados por los patéticos humanos… ¿Cuándo se reconocerá la imposibilidad de definirlos en un sentido verdadero y no de mantenerlos en la consciencia como viles implantaciones que la falacia más grandiosa de este mundo ha propagado? En el fondo, se trata de un teatro sin fin: del nauseabundo acto de la reproducción mediante la cual se fortalece la pseudorealidad. Engendrar más esclavos y hacer de esto un deseo irrefrenable; proporcionar los impulsos necesarios a los progenitores para que no se resistan a lo que por naturaleza asumen deben llevar a cabo, aunque se trate de una tontería imperdonable. Y por los siglos de los siglos así está escrito que la miseria perdure, que la mentira se parezca cada vez más a la verdad y que dios se desvanezca en su lejana e indiferente esencia.

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La ineptitud de la humanidad siempre se supera de manera incuantificable y sórdida. Cada vez son más aquellos que supuestamente viven en la felicidad y el amor, aunque no tengan la más irrisoria idea de la profundidad y auténtico significado de tales términos. Incluso ¿existirá definición apropiada más allá de la mundanidad con que se les ha ataviado? ¿Algún día la humanidad abandonará el glorioso traje de argucias y autoengaños con el que tan majestuosamente se atavía? ¿Alguna vez esta raza de monos ignorantes se atreverán a cuestionar más allá de lo que sus patéticas mentes podrían sugerirles debido a su innato adoctrinamiento? Puede que yo esté loco, que todo lo que yo crea sea un mero disparate; sin embargo, para mí todo lo que la humanidad es significa menos que la más irrisoria y pobre partícula de carne putrefacta.

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Encanto Suicida


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