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Encanto Suicida 52

La supuesta gran lógica humana es tan solo la más cómica caricatura de la verdadera sabiduría. Todos nuestros razonamientos son tan limitados y carecen de fundamento desde que nuestra propia naturaleza está torcida y resulta inferior a todas luces. Comprender la esencia más profunda y primera de las cosas: la filosofía del ser, del tiempo, del alma, de la realidad y de Dios está todavía a años luz de nuestra engañada y adoctrinada especie. Somos tan arrogantes, mas nuestra arrogancia encierra únicamente un miedo que no tiene parangón.

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Y, sin embargo, eso parecía definir todavía mi nebulosa existencia: seguir extrañas y patéticas tendencias buscando desesperadamente matizar de realidad el vacío inminente que en mí no toleraba y que en el mundo imperaba. Me había mentido tantas veces a mí mismo que ya no me era posible discernir qué era real y qué no; sin embargo, todo terminaría en breve y ya nunca volvería a atormentarme ni a hundirme en este deprimente calabozo interno.

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No me despedía de nada al morir, pues bien sabía que la agonía de mi alma sería el surgimiento de un fuego eterno; de una luz tan resplandeciente que nada más podría volver a apagarla jamás, ni siquiera las caricias de la muerte. Y, de hecho, con ella también me unificaría tras haber disuelto mi precaria forma humana; tendríamos una larga perorata y, bien lo sé, terminaremos embriagándonos con cada pestañeo del caos y la música de mi funeral.

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¡Cómo hubiera deseado ser un algo más libre, al menos así podría abandonarme a la irrelevancia ataviada de eternidad! ¡Cómo hubiera deseado ser algo que no tuviera un principio ni un fin, que se deslizara apaciblemente por oquedades de locura y por plegarias de vanidad! ¡Cómo me hubiera encantado no haber sido humano, no haber sido yo, no haber sido algo definido y encapsulado en esta limitada y tridimensional percepción! La idea de la libertad es quizá solo un delirio cósmico, algo que nos es dado solo para alucinar y distraernos efímeramente de nuestra infinita y lóbrega desesperación existencial.

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Al final, para las personas es más fácil estar vacías, no percatarse de lo execrable que es su falta de curiosidad, pues así es más fácil también poder vivir. Sí, vivir por inercia, por costumbre, por una razón desconocida que probablemente no existe y que jamás lo hará. Vivir a como dé lugar, vivir por encima de todo y siempre evitar la muerte. ¡Cómo si no fuera esta última y solo ella nuestro único destino posible, nuestro único consuelo eterno ante la miseria y el caos!

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Cualquier cosa era útil para intentar darle un falso sentido a la vida; ya que, de otro modo, ésta se tornaba terriblemente insoportable. Esto, lamentablemente, era lo único que yo ya no podía hacer: volver a mentirme tanto como para no añorar ya solo mi muerte. ¡Ojalá pudiera, ojalá hubiera algo o alguien que me hiciera permanecer! Pero ya la sangre escurre de mis venas mientras el cromático arrebol de colores, olores y sonidos me envuelve en su halo magnificente y perfecto.

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Encanto Suicida


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