Mientras Leiter continuaba con su perorata, su visión especial, la que le permitía discernir ciertos colores y relacionarlos con cualidades, lo perturbó. Por algún motivo, no lograba establecer de qué color era esa capa cromática que rodeaba al doctor Lorax. Recordaba que, desde la primera vez que lo había visto, no había percibido tal dualidad en los colores. En otras personas, al comienzo de la visión, se trataba evidentemente de una mezcolanza, pero, conforme se acercaban, un color predominaba en ellas irremediablemente. Lo extraño era que, en aquel doctor, personaje sobremanera misterioso, predominaban dos colores. ¿Qué podría significar esta dualidad tan intensa?
Después de todo, elucubrando un poco, el doctor Lorax no parecía ser un mal sujeto. Era un coleccionista y un intelectual, matemático loco con sus rarezas. Pero parecía esconder algo más allá de lo físico, y es que su oficina estaba repleta de libros no justamente científicos. Su voz era melódica y amena, sus ojos profundos e inspiradores, su rostro alargado y sus cabellos revueltos y algo crecidos. Lo que más intrigaba de él era ese cambio tan repentino que tenía en su carácter, exaltándose en demasía por cosas simples y alegrándose por otras tantas zarandajas. Era como si en él habitasen dos entidades tan perfectamente entrelazadas que resultaba imposible intentar escindirlas.
–Déjame adivinar, yo sé a qué te refieres –comenzó el doctor tras ponerse un poco serio–. Ahora veo que eres tal y como me lo esperaba.
–¿Se refiere al mundo yendo en reversa? Pues gracias, supongo –exclamó Leiter, ya menos nervioso.
–Sí, a eso me refiero. Yo, como te dije, sé de tu dolor y tu inconformidad. Yo solía ser como tú hace tanto… Debo decirte que solo hay una cosa que deseo pedirte, y es que no renuncies a lo que hasta ahora has hecho.
–¿Acaso me está sugiriendo que continúe investigando sobre Bolyai?
–Pero no pronuncies tan fuerte su nombre. Sabes, es un tanto paradójico, ya que a él le gustaba mucho el silencio.
–¿Usted lo conoció? O ¿cómo es que sabe de él?
–Sí, era mi amigo, quizás incluso mi mejor amigo. Digamos que lo conocí hasta que ocurrió “aquello” que nos cambió para siempre.
Y diciendo esto, el doctor Lorax parecía batallar para expresarse, como si luchase por no decir algo más, y como si a la vez se aferrase a escupir las mismas palabras que intentaba ocultar tan desesperadamente.
–Hay tantas cosas que aquí ocurren y de las cuáles, si te enterases, quedarías loco. Bolyai jamás debió meterse tan profundamente en ellas, siempre fue tan terco y soñador.
–Usted ¿le ayudó en algo? Parece conocerle tanto como… –se calló Leiter antes de cometer lo que creía un fatal error.
–No importa, conozco mejor de lo que te imaginas los detalles. Cualquier cosa que pudieras imaginarte, ya la sé. Soy un mero espectador, eso es cierto, pero no puedo hacer nada desde aquel día sin sentir remordimientos. Bueno, continuemos con lo anterior.
–Bien, aunque ya olvidé qué era lo anterior.
–No importa, yo tampoco lo recuerdo, pero déjalo así. De cualquier modo, solo he tenido el propósito de conocerte mejor. Dime, ¿qué piensas de la vida?
–La vida pues… –Leiter hizo una gran pausa para decidir si debía expresar su verdadero sentir o no–, siempre me ha parecido muy extraña. Si le respondo eso, quizá piense que estoy loco.
–Eso me agradaría, y sería bastante natural.
–Pienso que la vida no tiene ningún sentido, que es solo un error –sentenció Leiter.
El doctor Lorax aplaudió modestamente y esbozó de nuevo esa sonrisa irónica y solemne que siempre mostraba en las reuniones.
–¡Muy bien, me agrada! Eso es exactamente lo que yo pienso, al fin alguien que es diferente, alguien que es como yo.
–Doctor Lorax, si eso es cierto, entonces dígame: ¿qué remedio es el que usted ha adoptado para seguir viviendo en este pandemónium de miseria e insulsez?
–Ninguno, solo es por falta de valor que no he podido suicidarme. Aunque, ciertamente, podría decirse que soy un muerto viviente desde aquel día…
–Entonces, al fin y al cabo, tenía razón al colegir que la vida no valía nada.
–Sí, siempre la has tenido. Te diré la verdad: te hemos vigilado desde hace mucho, y no solo a ti, a todos. Nadie ni nada está oculto para nosotros, conocemos todos los detalles de la vida que cada persona lleva y puedo decirte que contigo fue interesante, pues nos percatamos de una alteración en tu cabeza.
–¿Usted sabe la verdad? ¡Imposible! ¡No puede ser! Eso es mentira, usted no está de mi lado, sino del de ellos.
–Sí, así es. ¡Yo sé la verdad tan bien como tú! Verás, sé de tus sospechas acerca del centro y de tus indagaciones. Quizá ya has colegido que el bosque no es sino un holograma, o tal vez te cuestiones acerca de las extrañas criaturas que a veces se pueden atisbar, de las extrañas apariciones de imágenes religiosas, de los sonidos que dañan el oído, de los cambios tan singulares y subrepticios del clima, de la ausencia de la luna, o de los colores que percibes en las personas. ¿Qué me dices de tus pesquisas sobre la desaparición de Bolyai, la contaminación del aire, los alimentos basura y, sobre todo, el auténtico propósito de este lugar? Es paradójico considerar todos los elementos que conforman las reflexiones diarias de una persona y la forma tan siniestra en que decide ignorarlas y sumergirse en su mundanidad.
Leiter se quedó boquiabierto, jamás creyó que alguien supiese todo eso y pudiese permanecer tan tranquilo. ¿Quién demonios era ese tipo con tan marcada fragmentación de pensamientos y sentimientos? ¿Por qué no conseguía discernir si los matices indicaban una tendencia hacia el bien o el mal?
–No solo eso, conozco también tu pensamiento, y a la perfección. Posiblemente mucho más de lo que tú mismo podrías conocerlo. ¿Has pensado en lo nimio que es el conocimiento que tienen los humanos de su propio interior? ¿Te has cuestionado quién o qué eres en realidad, en el fondo de tu ser, en lo más recóndito de tu mente? Apuesto que no, o al menos no de un modo serio. Y es natural, pues los monos involucionados que abundan en esta supuesta realidad aceptan como un hecho su existencia sin pensar si tiene un sentido. Piénsalo, el humano quiere siempre poder de cualquier manera y al precio que se le imponga, anhela dilucidar los misterios de la mente universal cuando no ha logrado discernir los aspectos más básicos en su propia naturaleza terrenal –dijo el doctor Lorax con un marcado cambio de voz, y, acto seguido, uno de sus ojos parpadeaba más que el otro, como si fuese un tic nervioso–. Y luego estás tú: un sujeto sin rumbo. Te sientes absurdo en la vida y anhelas morir. Te parece que los investigadores aquí solo utilizan la ciencia para lucrar y para tener una vida cómoda. La ciencia es solo para las personas poderosas y los pobres jamás son ayudados. Es un principio vital que debe cumplirse para mantener el equilibrio. Usualmente se prefiere invertir en fútbol, cine y drogas que en hospitales y escuelas. Por eso puedes notar como la pobreza sigue aumentando en paralelo con la esclavitud, la explotación y la prostitución. Por otra parte, no hay ya verdaderas religiones, puesto que este es otro de los mejores métodos de control de masas y lavado de cerebros. Asimismo, la enseñanza en las escuelas es solo la repetición de ideas que en nada aportarán algo al mundo ni estimularán la creatividad de los tontos estudiantes, hambrientos de videojuegos y entretenimiento. Otro detalle interesante: las guerras son la mejor forma para hacer dinero, además del narcotráfico. Por eso nos conviene siempre tener un pretexto para invadir países, ya sea el opio o el petróleo, cualquier excusa es buena cuando se trata de destruir, saquear, humillar y denigrar la integridad de otros pueblos. ¿Qué más? ¡Ah, sí! ¡El sexo! Pues este elemento es lo único que une a las personas actualmente, sin necesidad de relaciones estables o duraderas que estorban en las apresuradas vidas de los humanos que solo piensan en dinero y materialismo. El amor, los sentimientos, la amistad, el cariño, la comprensión, todos los valores y la moral ficticia están por extinguirse, y así surgirá un imperio de máquinas sin emociones. Al fin y al cabo, la raza humana no está destinada a grandes cosas, y es mejor si se le mantiene bien acondicionada durante el transcurso de su repugnante existencia.
Sin embargo, mientras el doctor Lorax parecía disfrutar su sermón, sangraba del labio superior como si se hubiese mordido salvajemente, como si realmente no hubiera querido decir todo lo anterior. Luego, su tono de voz se modificó nuevamente. Esta variación en la entonación del doctor consternaba a Leiter, pues no conseguía identificar la sinfonía original proveniente de la garganta de aquel hombre. Los cambios eran tan súbitos y agresivos como artificiales y repugnantes. A veces su voz era aguda y en otras grave, siempre modificándose y descomponiéndose maquinalmente. En ocasiones era forzada y en otras naturalmente expulsada, con grotescos salpicones de saliva. Una inmensa gama de sonidos expelidos por el doctor hacía imposible clasificar la originalidad de su enigmática voz. Ni hablar de sus labios mordidos y de la horripilante forma en que su lengua intentaba no pronunciar palabra alguna, oponiéndose a la articulación y los movimientos. Sobre todo, era especialmente distintiva la sombra proyectada sobre la mitad de su rostro, proveniente de un matiz oscuro y violento en el aura que el joven ayudante observaba con su especial don.
–Escucha –comenzó diciendo el doctor Lorax con cierta dificultad para articular–, eres diferente, pero estás herrando el camino. Como ves, yo sé lo que está en tu cabeza, tus ideas y tus incomodidades. No pienses que enamorarte será la respuesta y el olvido, pues ya muchos han tomado ese camino. Míralos: todos tienen hijos, se pasan la vida trabajando y comprando cosas materiales, les gusta irse a viajar y divertirse, anhelan poseer riqueza y aparentar lo que no son. Las personas arruinan sus vidas y luego justifican su pobreza mental y su nulidad espiritual con dinero y sexo, tales elementos constituyen la base de la supuesta felicidad humana, pues a nada más pueden aspirar los monos en su estupidez y sinsentido. Sé que tus padres así lo hicieron, al igual que los míos. Sé que no es eso lo que deseas, pero intentan controlarte. Y yo…
–No creí que usted pudiera leer así a las personas, es muy hábil –expresó Leiter sin saber si hablaba con un aliado o un enemigo.
–Leiter, veo que, a pesar de todo, sigues siendo demasiado humano. Te diré algo más: el amor es el mejor método de control.
–Sí, sabía que lo decía por Poljka. Nos ha visto, ¿cierto? En realidad –y Leiter dudó para confesarle al doctor Lorax lo que pretendía–, no sé cómo tomará esto, pero Poljka está con nosotros. Ella, al igual que usted y yo, cree que algo no anda bien aquí.
–Solo no te enamores de ella, podría ser peligroso. Sinceramente, debo recomendarte que te alejes de su lado y que no tengas ninguna clase de contacto con ella ni con ninguna otra mujer.
–¿Es que usted aborrece al género femenino?
–No, claro que no. Me es indiferente como cualquier otra criatura que existe absurdamente en este pobre mundo. Lo único que quiero advertirte es que estás jugando con fuego. El amor puede ser algo maravilloso, pero se terminará, inevitablemente así será. El amor puede durar días, semanas, meses o años, pero hasta ahí. No existe amor que dure eternamente, que trascienda la carne y esta dimensión blasfema. Se irá y entonces quedarás más acabado que este mundo, te dejará con el corazón despedazado, el espíritu embaucado y la cabeza desatornillada. Es mejor no enamorarse, es preferible que te concentres en lo que has venido haciendo. No cedas ante nada, lucha contra tu mayor enemigo. ¡Lucha contra ti mismo y tus impulsos humanos!
–Doctor Lorax –comenzó Leiter con timidez–. No comprendo por qué me dice todo esto ahora, parece fuera de contexto. No entiendo si está con ellos o en su contra, pero confío en usted porque me parece un hombre sensato. Debe saber que no hay nada peligroso en Poljka, ya le dije que ella es uno de los nuestros, que sospecha de la farsa del centro y está decidida a hallar la verdad. Por otra parte, ¿quién es mi mayor enemigo? ¿Acaso soy yo como insinúa?
–¡Exacto! ¡Tú y nadie más que tú! Piénsalo bien y abrirás todavía más tu mente. ¿Quién podría ser tu mayor enemigo? ¿Quién más sino tú? No lo percibes, pero lo que tanto detestas y denuncias en la vida y en las personas está en ti de manera intrínseca. Debes luchar principalmente contra ti, solo así lograrás el dominio que solo unos cuántos han conseguido.
–Me he revuelto con tantas cosas, quisiera poner en orden mis ideas.
–Así es mejor, ni siquiera sabía lo que platicaría contigo –afirmó el doctor cada vez más confundido y con un lado de su cara como oscurecido y con el ojo muy enrojecido, en tanto el otro parecía esbozar una sonrisa y transmitir bienestar.
–Pero sigo sin hallar lógica en su comportamiento. Si tanto sabe y denuncia la mentira, ¿por qué parece ser parte de los principales elementos de este complot?
–Porque así debe ser. Los principios del control exigen que uno mismo denuncie lo que es, así se crea confusión. No hay mejor forma de hacerte prestigio y disolver todos los rumores que atacándote a ti mismo, se llama estrategia bilateral. Con ello, se logra la dualidad definitiva, tal como… –sus palabras se alargaron y un chorro de sangre brotó de su boca–, como… ¡Demonios! ¡Déjame en paz! ¡No te entrometas ahora!
–¿Se siente bien, doctor Lorax? ¿Quiere que llame a enfermería?
–¿Enfermería? ¡Tonterías! ¿Qué pueden hacer ellos ante esta condición sacrílega? No me queda mucho tiempo, pero te diré tan solo un poco más.
–¿Seguro que se halla bien? Parece un tanto cansado, será mejor que…
–Estoy bien, calla y continua en tu sitio –afirmó el doctor, encendiendo otro cigarrillo y asomándose por la ventana para no mirar directamente a Leiter–. Tú mejor que nadie sabes que los estudiantes que vienen aquí están perdidos, que su destino no es otro sino perpetuar este sistema execrable. Es tan difícil el cambio, tan complejo abrir los ojos de esos sujetos. Lo más triste es que las personas mueran tras haber vivido en una mentira, lo cual ni siquiera se podría considerar como vida. Todos merecemos saber la verdad, y en gran parte este centro ha conspirado para ocultarla. Bolyai se percató de ello y quiso contárselo al mundo. Por desgracia, tú no te imaginas con quienes estamos peleando, son dueños de un poder incalculable. Basta decirte que el dinero es su arma principal y la que han conseguido implantar como meta en la existencia de los monos.
–Eso es entendible. La desinformación se ha incrementado terriblemente en los últimos años. Pareciera que tan solo importa la moda, la vulgaridad y el materialismo. Creo que incluso ya nadie se ama. La ignorancia reina entre aquellos cuyos sueños están pisoteados por los títeres del poder, quienes sencillamente obedecen intereses superiores.
–Tu mente es prodigiosa, pero terminará destruyéndote si no controlas el flujo de pensamientos. Podrías quedar loco si supieses la verdad tan subrepticiamente. Te aseguro que no tienes idea de lo que ellos pueden saber de ti y de todo lo que controlan. Estamos luchando contra un enemigo imposible de vencer, es una guerra que desde el principio está perdida.
–¿Por qué dice que está perdida? He tenido esa convicción, pero…
–Porque sí, ya deberías saberlo –interrumpió en un arrebato el doctor, golpeando la mesa–. Ya conoces a las personas, ¿acaso crees que ellos escucharán tus palabras? ¿Crees que les importará lo que un demente como tú diga? ¡Absolutamente no, las personas ya están perdidas! Los humanos ya no pueden salvarse, desde los más pequeños hasta los más viejos son ya unos idiotas. Tan solo son meros títeres, entes cuya existencia absurda es un insulto para la naturaleza. Los monos parlantes no deben vivir, esa es la única salida: un suicidio colectivo o un holocausto como ningún otro. Si realmente quieres cambiar las cosas, debes exterminar a toda la raza humana y después suicidarte. Así surgirá un nuevo orden, distinto del que ellos han esparcido e inculcado como propio en los corazones.
–El problema siempre hemos sido nosotros. Tan solo desapareciendo todo rastro de esta humanidad miserable es como podrá emerger el paraíso.
–Quizás este lugar ya sea el infierno –musitó el doctor para reafirmar la opinión de Leiter.
–¿Podría decirme quiénes son ellos? ¿Tienen algo que ver con alguna secta?
–Si te lo dijera, nada ganarías. Nunca los he visto, rara vez se muestran. Tienen sus rituales y fiestas exóticas donde beben sangre de niños y realizan sacrificios a sus deidades paganas. Hablas de sectas, pero hay muchas y todas son solo máscaras que los tontos investigan sin hallar nunca evidencia. Solo te puedo decir que no esperes derrotarlos, pues controlan toda la economía, la milicia, la policía, los gobiernos, la religión, los medios y todo cuánto existe. Controlan tu vida y la de tu familia; la de todos, de hecho. Lo hace exactamente del mismo modo: con distracciones y entretenimiento, sexo y dinero, materialismo y diversión. Basta observar cuántas horas se mira la televisión en un hogar común para darse una idea.
–Entonces, si quitásemos la televisión…
–Es imposible quitar la televisión. ¿Cómo crees que la gente viviría sin ello? Se matarían al otro día, ¡acabarían con todo! Imagina un mundo sin fútbol, sin películas estúpidas, sin libros absurdos, sin música deplorable. ¿Tengo que decirlo de nuevo? Imagina si cada intrascendente, pero entretenida cosa se desvaneciera, y solo quedaran el intelecto y la espiritualidad.
Leiter notaba que el doctor tenía súbitos cambios de humor, como si en un instante fuese una persona y luego otra. Curiosamente, estos cambios coincidan con un alteración en los colores tan marcados que envolvían el aura del doctor.
–Pero es sencillamente una quimera, ¿no es así?
–Exactamente, solo la ensoñación de una mente dañada. Recuerda bien esto, Leiter: el humano no está destinado a cosas grandes, sino a la miseria y al placer más bajo y desenfrenado. La naturaleza humana es el egoísmo, la inmundicia, la lascivia, la gula, la envidia, la traición y todos los sentimientos bajos. Es un chiste creer que existe un sentido en la vida, son naderías que se inventan para distraerse. No te pierdas en los engaños tan poderosos que tiene el sistema, tales como el amor, los hijos, el matrimonio, la religión, la ciencia, la filosofía o cualquier otra cosa. Busca siempre más allá de ti, duda y no te conformes. Jamás aceptes vivir como el resto, rebélate y recuerda que un ser sensato no podría pertenecer a un mundo como este. ¡No importa si mueres joven, pero lucha por un ideal! De nada sirve vivir muchos años siendo una oveja más, es preferible el suicidio a ser como el resto.
Y, en tal paroxismo, se incrementó la dualidad de los colores y la sombra que albergaba el doctor en su ser. Parecía desmallarse por unos instantes y luego retornar, como si una brutal batalla se librase en su interior. Ahora en su semblante dominaba algo vil y malévolo. Leiter, por alguna razón, sintió que aquel no era el mismo sujeto con quien había estado hablando.
–¡Vete, Leiter! ¡Vete ahora o no te gustará lo que pasará…! ¡Déjame en paz, miserable! ¡Esto no tiene nada que ver contigo! ¿Por qué apareces ahora? Yo fui quien te creo, debes obedecerme… ¡Necesitas calmarte para entonar el ritual de la aurora! ¡No quiero caer de nuevo! Si tan solo pudiera surgir y aceptarme, fundiría estos destellos repugnantes de inconsciencia… ¡Al demonio contigo! ¿Quién se joderá? ¡Ayúdame a volver, está ganando terreno…! Estoy fuera sin salir de mí, prisionero soy. ¡Acepta de una vez lo que eres! ¿Qué soy? ¿Quién soy ahora? ¡Tú nunca lo entenderías…!
–¡Doctor Lorax! ¿Se siente bien?
–¡Te suplico que te vayas! –gritó enconado el doctor, tanto que Leiter, con una diligencia bárbara, salió corriendo con el horror plasmado en su cara.
Lo último que Leiter pudo observar fue que el doctor escupía grandes cantidades de sangre por la boca y que también la nariz le sangraba horrorosamente. Parecía como si quisiese arrancarse los cabellos y rechinaba los dientes como loco. Todavía se quedó pegado a la puerta tras haberla cerrado y escuchó cómo una discusión se entablaba. Eran, indudablemente, dos voces, pero de manera demasiado extraña. Una era la del doctor Lorax, la que había escuchado en su reciente perorata. La otra se asemejaba un tanto a la que usó cuando le ordenó salir, pero no era posible, era más grave, como si a su dueño le costase articularla. No entendió muy bien el coloquio que se llevaba dentro, pues los grotescos tonos empleados para expresarse sobrepasaban cualquier entonación humana. Únicamente alcanzó a dilucidar algunos reproches y una encarnizada pelea por algo que alguno de los dos sujetos no debía decir, como lamentaciones y quejidos.
Por un breve momento, pensó que algo malo podría ocurrirle al doctor, tal vez lo habían descubierto y usaban herramientas psicológicas y de control mental con él, como esos supuestos proyectos MONARCH y MK ULTRA. Finalmente, todo se calmó y Leiter supuso que lo más sensato era alejarse, al menos por ahora. Sin duda regresaría, tenía que hacerlo. El doctor Lorax no era quien él suponía, sino un aliado que se había hecho pasar por uno de los que controlaban secretamente el centro. Era un sujeto demasiado intelectual, sin caer en la calaña de esos investigadores contaminados. Apreciaba el arte, la música y la literatura, sabía la verdad y estaba dispuesto a luchar por ella. Todas las ideas que mencionó flotaron en la cabeza de Leiter durante la noche entera. De hecho, apenas y concilió el sueño hasta pasando las tres de la madrugada.
***
La Esencia Magnificente