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La Execrable Esencia Humana 42

¿Qué era entonces la verdad? ¿No era acaso lo que yo quisiera que fuera? ¿O era lo que otros impusieran y que fuera socialmente aceptado? ¿No tenía la verdad múltiples máscaras tales como: amor, infidelidad, adulterio, incesto, homicidio, odio, suicidio, vida, muerte, destino, incertidumbre o cualquier otra humana invención con la cual uno pudiera entretenerse el tiempo suficiente y así soportar este absurdo maldito hasta el día de nuestra absoluta desaparición? Miles de ideologías, perspectivas y doctrinas; mas todas y cada una de ellas preñadas de ego, narcicismo, poder y, en el fondo, deseo sexual.

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El posible sentido de la vida, sin importar cuánto lo reflexionemos o cuánto intentemos autoengañarnos con cualquier persona o actividad, nunca será otro sino la muerte. Y es posible que incluso esto último tampoco tenga realmente sentido, pero más allá de eso solamente se encuentra el vacío; más allá de eso solamente nos queda enloquecer ante el silencioso abismo de la nada. ¡Cuán tercos e imbéciles somos cobijándonos detrás de tanta falsedad e ilusiones anómalas! No sospechamos que nuestra propia mente es la mayor de todas las argucias y que nuestra naturaleza es lo más execrable de esta infausta creación.

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El punto de vista desde el cual el observador percibe siempre la realidad, o lo que se entiende por ella, hace de lo estocástico algo necesariamente determinístico y, por ende, limita a la consciencia de dicho observador a un mínimo porcentaje del todo. Así pues, cada suceso en la vida, y posteriormente la muerte, no existirían en sí; serían tan solo consecuencias de nuestra limitada percepción mental dentro de una gran simulación regida por el caos y el absurdo. El cúmulo de infinitas posibilidades no podríamos siquiera atisbarlo en su más superficial despliegue, pues destrozaría nuestra cordura en un santiamén. Lo mejor que podemos hacer es resignarnos a ser criaturas sumamente estúpidas y limitadas que jamás podrán comprender cosas tan complejas como el tiempo, la realidad, el cosmos, lo infinito o la eternidad. Mejor sigamos embriagándonos, consumiendo cualquier tontería o fornicando con una que otra golfa… ¡En eso sí que podemos estar en divina sintonía!

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Sé que en mi actual estado de evolución no podré nunca saber si la existencia tiene o no un propósito, puesto que muy probablemente solo estoy aquí y ahora para actuar del modo más irreal e irreflexivo como casi todos lo hacen. Es solo que algo en mi interior se niega a aceptar esto y me indica que, tal y como están las cosas actualmente, lo más seguro es que nos estemos precipitando cada vez más hacia el sinsentido más nauseabundo y de donde no habrá retorno alguno. Resulta incluso curioso saber que las marionetas cada vez están más contentas de su esclavitud y que los amos oscuros se sienten cada vez más confiados de no poder ser iluminados por ningún tipo de resplandor. Las tinieblas que se ciernen sobre este mundo realmente no conocen límites, pero es muy probable que a todos nosotros no nos sea posible reflexionar a tiempo sobre esto. La humanidad ya no tiene salvación, tan solo prosigue por mera casualidad o por la compasión más ridícula de alguien o algo que, ciertamente, se entretiene con nuestras patéticas andanzas.

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Entonces quise no ser yo mismo, quise olvidarme por unos momentos de tantas cavilaciones y enigmas que a nada me han llevado sino a las fauces de la locura y a la placentera idea del suicidio. Hoy, pues, quise ser más humano que nunca; quise actuar estúpidamente y tener una prueba de cómo es estar cegado. Así fue como terminé peor que antes, ya que involucrarme con los vicios y los habitantes de este mundo no puede ser sino el más aberrante de todos los desvaríos. Nada hay aquí para mí ya, nada sino más podredumbre de lo normal. Es una lástima, supongo. En fin, lo mejor será marcharme para siempre de esta pesadilla recalcitrante y volverme uno con los mares, los bosques, las montañas, las nubes, el sol y la muerte.

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Preferiría haber sido nada en vez de existir si tan solo hubiese tenido la más mínima posibilidad de elegir, pero no. Y ahora tan solo me queda seguir existiendo absurdamente mientras espero por el valor suficiente para poner punto final a mi agónica miseria. No comprendo cómo pueden los seres de este plano horripilante seguir con sus estúpidas vidas como si se tratase de algo que se debe llevar a cabo del modo más ruin e intrascendente posible. Supongo que ese es mi problema y por ello no me ha sido posible disfrutar mínimamente de este circo aciago. Para ser feliz aquí hay que recurrir a algunas estratagemas a las que ya no me es posible entregarme: ignorancia, falacias y demasiada humanidad.

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