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La Execrable Esencia Humana 46

Tal vez somos menos comparados con ellos (con los felices esclavos de la pseudorealidad), pero nosotros tenemos las tres cosas que nos harán triunfar en el apocalipsis de la última revelación: amor inmanente, espíritu de muerte y, sobre todo, la gran verdad proveniente del abismo de la eterna contradicción que anula cualquier esperanza en nuestro corazón.

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El cambio verdadero significaba renunciar a todo aquello que conocemos como civilización y, asimismo, derribar de una vez por todas, desde la base, esta asquerosa y corrupta pseudorealidad que hemos sido obligado a aceptar desde nuestro oneroso nacimiento. Sé que ha pasado bastante tiempo desde que ellos, los impostores, han reinado, pero es ya momento de despertar y entender que el dinero y el poder no significan nada; es el espíritu el que debemos procurar al máximo y es nuestra propia sombra a quien debemos iluminar.

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Es tiempo de escuchar la voz de nuestro interior, de seguir la divinidad de nuestro corazón y de entender que no habrá otra manera de obtener nuestra libertad sino únicamente destruyendo todo lo que impera actualmente. Y, una vez enterrado todo lo que hoy es, vendrá la purificación y la construcción de un mundo nuevo a nuestro modo; uno donde no existan el dinero ni la manipulación, donde todos podamos ser auténticamente libres y disfrutar del amor, la paz y, sobre todo, de la verdadera razón por la cual estamos aquí: la evolución.

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Si no destruimos antes todo lo que hoy existe sin sentido alguno, no servirá de nada crear un nuevo mundo, pues las mismas raíces siniestras que hoy han contaminado la vida volverán a envenenarlo todo de modo ineluctable. Y entonces reinarán nuevamente la miseria humana, la absurda necesidad de gobernar a otros y la infame obsesión por lo más terrenal.

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Seremos menos los que habitaremos ese nuevo mundo ahíto de paz, verdad y dulzura, pero seremos suficientes; seremos los que estaremos dispuestos a purificar nuestro ser de esta vomitiva y actual humanidad. La pseudorealidad habrá entonces de desmoronarse ante el apocalipsis del sol negro y nuestras almas serán finalmente liberadas de todas las cadenas que nos atan a este plano absurdo y nefando para convertirse en majestuosas alas de fuego y amor.

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Crear un mundo perfecto tal vez está muy cerca de nuestras posibilidades; lo único que debe hacerse es tomar la decisión de seguir la inefable voz de nuestra alma que suplica hambrienta de verdadera esperanza y refulgente libertad. Y, en esta búsqueda incesante por construir un paraíso ilimitado, nos percataremos de que muchos, acaso casi todos, deben ser incinerados en las translúcidas penumbras del abismo eterno.

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