Tal como están las cosas, los demonios deberían orar y los ángeles suicidarse, pues el caos sempiterno e infinito de cualquier manera terminará por consumirlo todo y el vacío será la única constante en la cual se fundirán nuestras putrefactas almas el día del añorado apocalipsis espiritual.
*
Las cenizas del fénix se difuminan entre la agonía de ser y la desesperación de existir en una realidad tan blasfema como esta, parasitada por esos putrefactos seres de carne y hueso que pretenden humanizarlo todo. Pero lo único que no podrá disolverse jamás será la muerte; la dulce y eterna muerte que pondrá fin a todo tipo de asquerosas sensaciones y que purificará hasta al último pecador de cualquier patética ensoñación.
*
Siempre es mejor esperar lo peor, pues al menos así la mayoría de las veces solo confirmaremos nuestro pesimismo sin generar falsas expectativas. Y las pocas en que no sea así, recibiremos una grata sorpresa en lugar de una fatídica decepción. Este mundo es tan solo un frenético arrebato de sinsentido e insulsez, ¿por qué esperar, así pues, algo bueno magnánimo en él o de él?
*
“A veces, la única solución es solo sonreír e intentar ser feliz…”, dijo ella con su característico y estúpido tono optimista. “A veces, la única solución es dejar de existir…”, le respondí yo mientras consumía el décimo cigarrillo de mi día final, puesto que, en cuanto ella se marchara, me colgaría de inmediato; aunque supuestamente nuestra boda sería a la mañana siguiente…
*
Nada está ni estará bien mientras tengamos un cuerpo/prisión y continuemos existiendo del modo tan ridículamente humano y trivial en que lo hacemos. La única solución, sin embargo, implicaría matarnos para abandonar este abyecto cuerpo/prisión con la ilusa esperanza de existir bajo términos muy diferentes; o, en el mejor de los casos, de no volver a existir jamás. Parece que, sin importar qué, estamos condenamos y cualquier esperanza se torna insuficiente ante el desolador panorama de la actual modernidad en la que todo se corrompe y se pudre con vertiginosa rapidez.
*
Y, en el escenario más optimista posible, la muerte debería ser el fin de todo. La verdad es que una parte de mí no quisiera que así fuera, pero no me opondría en absoluto si esta es la realidad tras haberse desvanecido el velo de esta funesta e ilusoria experiencia carnal llamada vida.
***
Manifiesto Pesimista