,

Manifiesto Pesimista 47

Algunas veces los deseos de suicidio se incrementan y en otras disminuyen, pero los deseos que siempre permanecen constantes son los de muerte. En ellos siento ser yo mismo, como si de alguna extraña manera me vivificaran y me consolaran de una existencia que me asquea y me deprime todo el tiempo. No puedo suicidarme todavía y quién sabe si algún día pueda, pero lo que jamás querré, puedo estar seguro, es seguir viviendo siendo tan humano. 

El sibilino abismo de la depresión realmente no tiene fondo, pues es tan profundo y helado como un iceberg. Y en sus más sórdidas profundidades se hallan misteriosas reflexiones y estados mentales no aptos para cualquiera, puesto que son tan desgarradores y caóticos que se debe estar hecho de antemano para ellos si no se quiere padecer sus gravísimas e irremediables consecuencias. Está de más decir que las masas adoctrinadas no están hechas para esto, pues sus débiles y patéticas mentes sucumbirán demasiado pronto, acaso en el nivel más superficial, de este abismo donde la infelicidad y la libertad parecen sentarse en el mismo trono. 

Actualmente, pareciera que con el increíble apogeo de la tecnología también ha sido el apogeo de la estupidez en todo su esplendor, pues ya cualquier idiota pretende ser poeta, filósofo, científico, psicólogo, psiquiatra, escritor, historiador o cualquier otra profesión tan solo por estar oculto detrás de una pantalla esparciendo más tonterías y desinformación que las que cualquier gobierno o religión haya alguna vez proliferado. Vivimos en la era donde las mentiras encubren a la verdad más que nunca y donde cada vez más son estas quienes parecen proliferar y encasquetarse en el inconsciente colectivo de una manera que nunca antes en la historia se había visto. ¿Qué hacer ante esto? Fácil: irse a vivir a una montaña lejos de todo lo humano y su infinita podredumbre. 

Por supuesto que estamos en una prisión existencial, de eso no cabe ninguna duda. El dilema consiste en qué tanto estamos dispuestos a aceptar nuestra propia esclavitud y hasta donde llegaremos en nuestros irracionales y patéticos autoengaños con tal de no renunciar a una vida que tan solo se compone de dos elementos entre los que oscilaremos consciente o inconscientemente hasta la muerte: aburrimiento y sufrimiento. 

Intentamos entender el universo infinito y sus misterios con nuestra patética, pobre y miserable concepción humana. ¡Qué triste suena esto incluso para un pesimista consagrado como yo! No cabe duda de que somos una raza sumamente inferior y tan solo adjudicable al vómito de cualquier posible divinidad. Lo mejor que podríamos hacer en nuestro actual estado es agradecer porque aún resguardemos un mínimo de consciencia y, asimismo, suplicar porque muy pronto el mundo, tal y como lo conocemos, llegue a su trágico e indispensable final. 

***

Manifiesto Pesimista


About Arik Eindrok

Deja un comentario

Previous

La Agonía de Ser 48

El Color de la Nada 30

Next