¿Cómo puede un ser, que no sabe de dónde viene ni hacia dónde se dirige, distinguir lo que es bueno de aquello que es malvado? ¿Cómo puede existir la concepción de lo que es el bien y el mal en seres como nosotros que ni siquiera comprenden el origen ni el fin de su propia existencia?
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Me parece que entonces los conceptos del bien y el mal han sido manipulados de acuerdo con los intereses de unos cuántos para someter al resto de idiotas que, deseosos de una ideología que rija sus asquerosas vidas y les prive de esa pesada carga que denota la libertad, han creído lo que sea con tal de no renunciar a las mentiras que tan parecido matiz tienen con la supuesta verdad. La humanidad es solo un experimento fallido, víctima de los más atroces desvaríos y destinada únicamente a la agonía eterna.
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Es feliz el mono al permanecer ignorante y no cuestionarse nada; así puede olvidarse por una vida de que su destino ya ha sido decidido por la sabia pluma en el pergamino de la muerte. Lamentablemente, está aún demasiado lejos su esencia de la gran catarsis, pues continúa aquel insensato aferrándose a su depravación y embruteciéndose con toda clase de vicios.
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Era un hombre ya entrado en años, que había siempre cumplido con todos los estándares de la sociedad: buen padre, buen esposo, buen empleado y excelente cristiano… Sin embargo, lo único que le atormentaba era que jamás había sido él mismo, que siempre tuvo que fingir ser lo que otros esperaban de él y eso equivalía a estar más muerto que vivo. En el fondo, aquel hombre no deseaba sino una sola cosa: matar.
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Tal vez por eso aquel sujeto se quitó la vida bajo la luna gibosa en aquella navidad estrepitosa, aunque no sin antes habérsela quitado a su esposa y sus hijos; seres estúpidos hacia los que sentía una profunda aversión y a quienes odiaba más que a su propia caterva de mentiras. Luego de eso, sí que podría comenzar a disfrutar su vida muy lejos. ¡Quién sabe, incluso hasta podría volver a enamorarse!
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Obsesión Homicida