Entre más cerca se encuentran las personas en el exterior, más daño se hacen en el interior; tal es el principio fundamental de la imposibilidad del amor puro y sincero. No importa cuánto pretendamos autoengañarnos con mil tonterías románticas o sexuales, al final la única manera de estar bien interna y externamente es estando completamente solo.
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Tan solo requería de un último poema que pudiera englobar toda la magia que percibía en la muerte, que pudiese redimir mis sentimientos de la catástrofe espiritual en la que se distorsionaban todos los momentos durante los cuales mi vida se había tornado sumamente horrorosa y absurda… Y que pudiese, sobre todo, transportarme nuevamente a esa última noche donde tus divinas manos acariciaron mi rostro marchito y donde tus sublimes labios eclipsaron la soledad de los míos.
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Ningún tipo de arte o poesía bastarían para plasmar las utópicas sensaciones que despiertas en mi apesadumbrada alma cuando me besas y me abrazas con esa espectacular mezcla de pasión, amor y dulzura. Y es que tu boca y tu cuerpo se han convertido en aquello que podría adorar por encima de todo, y en todo momento y lugar.
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Lo que requería para seguir viviendo era experimentar de nuevo esa sensación inflamante y exquisita que las personas llamaban enamorarse. No me importaba cómo ni de quién, mientras pudiera, por un ínfimo periodo, sentir esa colisión de emociones torturando mi alma.
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Sabía que mi existencia era tan miserable que ninguna otra cosa, salvo el suicidio y quizás el amor, podían encender la llama que por tanto tiempo había permanecido apagada en este inevitable letargo de aburrimiento existencial en el que me hallaba sumergido desde tu atroz partida.
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Obsesión Homicida
