La imaginaria felicidad que los seres que me trajeron a este miserable mundo experimentaron con mi nacimiento no fue sino el comienzo de la tragedia que marcaría mi patética existencia, misma que ahora me propongo finalizar con este sublime acto: el suicidio.
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Cualquier cosa que tenga algo que ver con la ignominia humana me repugna, sobre todo el hecho de existir perteneciendo a ella. Por eso, no me queda otra opción más que vomitar cuanto me ha sido enseñado para intentar vivir hasta quedar vacío, hasta saborear el magnífico y catártico beso del suicidio.
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Descubrir quién o qué soy en realidad me ha destruido tanto que considero ya mucho más real la fragancia de la muerte que cualquier absurda forma de identidad en esta tragicómica realidad.
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Basta con intentar vislumbrar una esencia superior a la nuestra para reconocer cuán limitado e inútil es nuestro pensamiento humano, tan moldeado y enfocado para apreciar lo más insignificante, para sentirse feliz con lo más miserable en este patético mundo: con sexo y dinero.
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En la búsqueda de una supuesta verdad en esta vida absurda, o lo que se le pareciese más, encontré infinitas argucias tan bien confeccionadas que constantemente cedía ante su falsa magnificencia. Así, cansado y harto de buscar y de ser yo, tuve una última cavilación: solo el suicidio escondía los más vagos indicios para comenzar una búsqueda verdadera.
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Encanto Suicida