La banalidad de este mundo terrenal es la magnífica forma en que el absurdo de la existencia intenta alejarnos del inefable resplandor producido por el encanto de la última verdad a la que puede aspirar el ser: el suicidio.
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En la soledad de las penumbras, esparcida por la esencia de mi sombría existencia, pensaba cuán hermoso, poético y perfecto sería el siguiente momento: ese cuando al fin perdiese el conocimiento por completo y de mi alma se apoderase el divino aliento del suicidio.
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Suicidarse es quizá la más sublime muestra de razón en el ser, misma que el absurdismo de esta existencia insípida le ha arrebatado.
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Sabía que la muerte también podría ser absurda, pero esa no era razón suficiente para permanecer vivo.
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Quería suicidarme porque esa era la más elevada prueba de amor que podía percibir hacia la hacia mí mismo.
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Libro: La Execrable Esencia Humana