¿Qué era entonces la verdad? ¿No era acaso lo que yo quisiera que fuera? Acaso amor, infidelidad, adulterio, homosexualidad, lesbianismo, incesto, homicidio, odio, suicidio, vida, muerte, destino, incertidumbre o humanamente cualquier mentira con la cual pudiera autoengañarme lo suficiente para soportar este absurdo hasta mi ridículo final.
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El posible sentido de la vida no es otro que la muerte, pero es posible que incluso esto último tampoco tenga realmente sentido.
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El punto de vista, el punto desde el cual el observador percibe, hace de lo estocástico algo determinístico, limita a la consciencia del espectador los sucesos. Por ello, tanto la vida como la muerte no existirían en realidad, solo son consecuencias de nuestra percepción mental. Así, la muerte de un ser es real para todos, menos para él.
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Finalmente, creo que entiendo mi sufrimiento y estoy dispuesto a aceptarlo. Sé que en el actual estado de evolución no podré nunca saber si la existencia tiene o no un sentido, puesto que muy probablemente solo estoy aquí y ahora para existir sin cuestionar ni reflexionar. Pero mi percepción me indica que, tal y como vive actualmente la humanidad, lo más seguro es que nos estemos precipitando cada vez más hacia el sinsentido más nauseabundo.
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Hoy quise ser yo mismo, quise olvidarme por un momento de tantas cavilaciones y enigmas que a nada me han llevado sino a la locura y a la placentera idea del suicidio. Hoy, pues, quise ser humano, quise existir estúpidamente y tener una prueba de cómo es estar muerto y, por ello, aunque sea lo más banal y ridículo de este mundo, por ello solamente es que decidí enamorarme.
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Preferiría haber sido nada en vez de existir si tan solo hubiese tenido la más mínima posibilidad de elegir, pero no. Y ahora tan solo me queda seguir existiendo absurdamente mientras espero por el valor suficiente para poner punto final a mi agónica miseria.
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La Execrable Esencia Humana