Entender que nada tiene sentido es solo el principio del verdadero tormento, pues la máxima aflicción viene cuando se reflexiona sobre la permanencia y continuación de este pésimo viaje plagado de sufrimiento e insustancialidad. Este mundo, sino es el infierno mismo, debe ser indudablemente parte o continuación de uno; y cada día que pasamos en él más deprimidos y hastiados nos sentiremos. Al final, si uno no acaba por pegarse un tiro, casi seguramente acabará uno enloqueciendo o entregándose a los más bestiales impulsos en un triste afán por escapar momentáneamente del tedio y la angustia que originan esta existencia.
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Quizá ni siquiera el suicidio podría ya desprenderme del fastidio ocasionado por la desesperante condición de la existencia humana y todas sus aberrantes intrigas. No existe, a mi parecer, nada más humillante que haber nacido en este mundo y ser parte de esta raza ominosa y terca. Estoy convencido de que yo no pertenezco a esta realidad, de que algo en mi interior no encaja con la podredumbre que atisbo cada día surgir incuantificablemente en el mundo; mas nada puedo hacer al respecto sino añorar mi muerte y, ¿por qué no?, ocasionarla.
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Y, con todo lo que se ha dicho, la vida continúa sin tener una razón lógicamente convincente por el cual deba ser experimentada. De hecho, entre más se permanece en ella, más triviales y aburridos de tornan los sucesos que la conforman y a los que se ve sometido, sin sentido alguno, el ser. Mientras más se vive, más se anhela la muerte. Y a cada paso, ¿qué es lo encontramos sino aburrimiento, sufrimiento o brutal desesperación? Y los efímeros lapsos en los que decimos experimentar dicha, gozo o alegría, ¿no son sino el preámbulo de un estado de dolor o tristeza cada vez más recalcitrante?
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La incertidumbre consume el espíritu más profundo y corroe la felicidad menos humana. Irremediablemente, siempre se ha de llegar al vacío absoluto donde ningún funesto engaño resulta ya aceptable. Es entonces cuando solo resta una cosa por hacer: dejar de existir. Pues seguirlo haciendo una vez habiendo conocido el halo de la desesperación sería un despropósito mucho mayor. Entonces sí que la tragedia alcanzaría proporciones inenarrables y nuestra agonía terminaría por desfragmentar cada pensamiento o sentimiento en nuestro atormentado interior.
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Entre la enloquecedora combinación de infinitas probabilidades, aún sigo lamentando aquella que hizo posible mi vida. Y es que podría ser soportable que existiera la humanidad, el mundo y toda esta miseria, siempre y cuando yo no hubiese existido nunca para conocerla. La creación ha sido solo un sinsentido, una errata cósmica que no tiene perdón alguno. Y, si yo fuera el creador de todo esto, sentiría una indecible aflicción ante la imperfección de mi obra. Para terminar con la desgracia, encima se tuvo que diseñar algo tan nauseabundo como el ser humano. ¿A cuento de qué viene el horroroso diseño de este falso adorador y vil mentiroso? Si todo lo que en él refulge es lo más insensato y aciago; exactamente lo opuesto a lo que sería un dios.
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Detesto pensar que algo o alguien más eligió acerca de mi existencia, pero no puedo evitar sentirme peor cuando considero que yo mismo fui el culpable de esta tragedia. Se menciona comúnmente que cada uno eligió venir aquí en las circunstancia actuales. Yo creo que debí haber estado brutalmente ebrio en ese estado previo como para tomar esta pésima decisión; pues, indudablemente, ¿qué motivos habría para existir aquí y ahora? ¿Quién elegiría experimentar algo como la vida humana teniendo la gloriosa oportunidad de no hacerlo? Solo un tonto, un necio, un ser tan contradictorio y sombrío; un ser como yo…
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La Execrable Esencia Humana