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Obsesión Homicida 38

Te vi caminando bajo el resplandor de la luna llena, ebria y melancólica, y entonces me gustaste como nadie más me había gustado. No podría decir si me enamoré de ti como un demente, si aquel colapso sepulcral en el que sumergiste mi espíritu era la inequívoca prueba de que nuestro destino sería besarnos y matarnos juntos, pero quería tan solo fusionar mi tristeza con la sensualidad de tu vampírica silueta.

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El contradictorio animal que habitaba en mi interior se perdía en las penumbras de un anochecer melodramático, buscando placeres entre piernas fáciles, bebidas embriagantes y rostros afligidos. Sería una noche más de decadencia desbordada, de ínfimo deleite orgiástico y de sentimientos desgarrados. Al fin y al cabo, cuando todo finalizara, volvería nuevamente a estar con mi único amor: mi maldita y sagrada soledad.

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Mi curiosidad fue inquebrantable y me condujo hacia una búsqueda sin sentido donde descubrí que yo, pese a todo, había sido siempre mi propio asesino. No solo mis manos ensangrentadas me lo indicaban, sino los constantes ataques que realizaba en contra de mi propio bienestar. ¿Era yo un demente? ¿Acaso el extraño mental me dominaba en aquellos momentos de paradójica disociación donde sentía no ser más yo?

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El peor enemigo de la verdad no es la mentira, sino la hipocresía. Todo el tiempo pretendemos ser alguien que no somos tan solo por encajar en el absurdo contexto que nos hallamos o por agradar a las patéticas personas que nos rodean. Así pues, tales acciones tan solo denotan cuán dispuestos estamos a renunciar a nuestra esencia con tal de encajar en la ridícula y miserable realidad en la que por desgracia habitamos.

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Acaso lo más hermoso de este mundo sea también lo que más reprimimos en nuestro interior: esos sombríos deseos que tanto negamos y a los que siempre terminamos por entregarnos cuando, en muy escasos momentos y bajo determinadas circunstancias, nos atrevemos a ser nosotros mismos haciendo a un lado todos los prejuicios, dogmas y creencias que tanto nos han adoctrinado.

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Ciertamente, la existencia de algo tan execrable como el ser humano debería haber sido prohibida desde el comienzo, pero ahora ya nada se puede hacer sino esperar que la muerte venga y purifique esta recalcitrante suciedad.

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Obsesión Homicida


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