Es tal vez igualmente espiritual el embriagarse o hundirse en la decadencia que fingir pureza y virtud. En cuyo caso, estas últimas no son sino símbolo de un conjunto de falsas doctrinas y/o ridículas normas sociales tan solo diseñadas para cumplir con oscuros intereses que perpetuarán el sistema. Dadas las circunstancias, da lo mismo ser un borracho que un asceta, pues la miseria y la irrelevencia seguirán ahí sin importar qué camino tomemos estando vivos.
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Dijiste que ya no me amabas como antes y no pude tolerar tales palabras. Espero que me perdones, aunque tal vez ahora ya no me escuches. Supongo que necesitaré mucho frío, mucho hielo o algo por el estilo. Por lo menos, ahora podré contemplarte de aquí a mi muerte sin interrupciones. Y ¡cómo me encantaría preservar intacto tu bello rostro de aquí a mi suicidio! Tuve que hacerlo, espero que lo entiendas. Era solo que no podía soportar que fueras feliz con otras personas, ni siquiera en mi imaginación. Yo te quería solo para mí, solo para mis adentros, y ahora será así eternamente, aunque por desgracia (o por fortuna) ya no existas más en este mundo.
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Tengo un único problema en el que se podría englobar mi infinito malestar: odio estar aquí. Así es, detesto seguir en este mundo cruel rodeado de seres esclavos de sus impulsos, vicios y pasiones. Yo mismo soy parte de eso que tanto aborrezco y eso me hace odiarme todavía más que al resto. Mi problema, en última instancia, es así de simple: odio existir, odio ser yo, odio todo.
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Y es que no sé por qué aún trataba ilusamente de sonreír o de aparentar estar bien, aunque en el fondo me sintiera totalmente colapsado, aunque mi alegría hacía tanto tiempo se había esfumado y aunque la idea del suicidio era lo único que me había mínimamente consolado estos últimos años. Las tinieblas de esta vida malsana me habían consumido y ni siquiera sabía cómo es que aún podía considerárseme como un ser vivo, pues por dentro estaba más que acabado.
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Suicidarse, como la gran mayoría cree torpemente, no es ningún crimen, pecado ni cobardía. Al contrario, es más una necesidad en una realidad tan nauseabunda como esta; es, acaso, la única salvación a la que podemos aspirar en nuestro tortuoso camino hacia la verdadera libertad.
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Las oscuras siluetas que me rodeaban producían sonidos bastante tremebundos, sus voces eran demasiado agudas y sus ojos apestaban a muerte. Más aún, los sangrientos gritos que tan escalofriantemente imprimían en mi consciencia no dejaban lugar a dudas: yo al fin había enloquecido.
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Romántico Trastorno