No creía en la concordancia, al menos no en este plano, y sigo sin hacerlo. No obstante, imaginarte ha hecho que mi percepción se torne más coherente y que a tu lado pueda alcanzar los más elevados estados de mi mente.
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Jamás creí que existiera un ser como tú, pero has llegado demasiado tarde. El tiempo, por desgracia, no ha sido justo al arrojarte hacia mí ahora, pues ya es momento de que la magia cese y mi alma finalmente se extinga.
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Tu belleza espiritual me cautivó más que cualquier sublimidad poética, pues no he dejado de imaginarte cada noche mostrándome la verdadera naturaleza que dentro de ti se vierte.
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Te mirabas sensualmente única con ese antifaz humano puesto sobre tu hermoso rostro. Y tus ojos centelleantes anunciaban el nacimiento de una entidad hacia la cual no podría resistirme, y a quien, en mi suicidio, me entregaría con absoluto placer.
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Comprendía por qué los humanos anhelaban estar con otra persona, era esa la debilidad que buscaban subsanar para completar el ciclo de su inmanente absurdidad.
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El amor humano es tan patético y absurdo como cualquier cosa en esta existencia superflua en la cual nos suspendemos a causa de un azaroso error.
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Amor Delirante