,

Romántico Trastorno 38

Y cada mañana, los primeros rayos de sol no hacen otra cosa sino deprimirme más, pues es la señal de que un nuevo día comenzará en esta vacía y pútrida existencia humana. Es el irrevocable símbolo de un nuevo tormento de 24 horas en el cual sería mejor no estar, en el cual la desesperanza será lo único real en cada momento, lugar o situación. ¿Qué caso tiene continuar así? ¿Para qué volver a fingir una sonrisa cuando todo lo que quiero es llorar hasta ahogarme en mi propio llanto y sentir la sangre escurriendo de mis venas? Supongo que, en el fondo, también yo soy un mentiroso como todos ellos (y yo más que ellos, quizá); supongo que también soy todavía demasiado humano, aunque precisamente sea esto lo que más enloquezca y asfixie a mi alma extraviada. ¿Qué hacer? ¿A dónde ir? ¿Cómo aceptar que la vida y no la muerte volvió a triunfar hoy en este delirante ensueño de brutal y agónica incertidumbre?

*

Hacía tanto tiempo que ya no podía sentir mi corazón, al menos en un plano que no fuera el onírico. Mis recuerdos habían sido fundidos con la esencia de la muerte y mis pensamientos con el cáliz del absurdo. Ya no sabía quién era yo ni quién o qué habitaba este cuerpo; existía solamente como una hoja arrastrada por la más insana tempestad, consumida por un fuego imposible de apaciguar. A cada intento por un efímero bienestar conseguía simplemente hacer más miserable y patética mi triste y lóbrega alma. Todo estaba pintado de un gris sepulcral, infestado por una melancolía enloquecedora que devoraba mis neuronas y carcomía mi razón. El tormento nunca se iba realmente, sino que se retiraba ocasionalmente para dar paso a uno mayor y mucho más intolerable; ¡qué harto estaba de siempre fingir que quería más de una realidad de la cual nunca me sentí parte! No solo estaba condenado a vivir, sino también a envejecer y morir. ¿Libertad? ¿Libre albedrío? ¿Voluntad? Nada de eso tiene sentido desde mi perspectiva, pues es anulado desde el momento en que somos forzados a experimentar la tragedia de existir.

*

Ciertamente, jamás se puede escapar por completo de la pseudorealidad. Incluso, la palabra escape parece una estúpida ironía, pues no hay ningún lugar a donde ir que no sea esta miserable realidad; al menos no mientras se siga con vida. Sin embargo, ¡qué maravillosamente expertos nos hemos vuelto en ese peculiar arte del autoengaño! Gracias a él es, quizá, que aún no ha acontecido un suicidio masivo… Creemos engañar a otros todo el tiempo, pero la verdad es que únicamente nos engañamos a nosotros mismos; y de una manera tan aciaga y ridícula que parece inhumana. Tememos ser libres, así como estar a solas con nuestra sombra. Buscamos relacionarnos con otros solo porque no somos capaces de soportarnos más allá de unas cuántas horas; nos aterra cualquier síntoma de crisis interna, puesto que nos hemos entregado placenteramente a toda clase de doctrinas, ideologías, personas, clubes, reuniones, situaciones, teorías, momentos, filosofías o cualquier elemento que nos haga olvidar temporalmente lo tristes, solos y rotos que estamos en lo más profundo de nuestro mentiroso y deprimente corazón. La libertad y la soledad son precisamente aquello que, sin importar lo que sea que acontezca, nunca podremos entender ni mucho menos aceptar.

*

La muerte lo es todo; simboliza la máxima exégesis del sufrimiento en su algidez más extrema. Y la vida, pues bueno, la vida es la representación del mayor absurdo que cualquier pésimo dios pudiera haber concebido. ¿Nos aferraremos a ella a falta de algo mejor, de algo más sensato? O ¿acaso finalmente nos decidiremos a penetral en aquel sublime umbral mediante el dulce encanto suicida que no conoce principio ni final? Nuestras limitaciones son más que evidentes, así como la ignominia que fluye por nuestras venas y la ignorancia que se ha apoderado de nuestras frágiles mentes. Quizá lo único que nos queda antes de hundirnos en nuestro eterno ocaso es acariciar sinceramente la agonía de nuestras almas e intentar amarnos desde una perspectiva un poco menos destructiva. ¿Moriremos siendo esclavos de nuestros más enloquecedores impulsos o tendremos quizás el valor para imponer nuestra esencia ante quien sea, en donde sea y como sea? Que cada uno, a su manera, se impregne de flores para poder domar demonios.

*

Por supuesto que te extraño, pero extraño más verte feliz; aunque sea sin mí, aunque sea a su lado, aunque sea lejos de aquí. Sé que nuestros corazones pudieron consolarse solamente por un tiempo, pero que eventualmente todo terminaría de la manera más trágica y deprimente. Éramos solo dos almas rotas y perdidas, devoradas por la vastedad de la existencia y el caos del absurdo. Nuestro tormento fue demasiado grande, acaso tanto que terminó por conquistar la pureza de nuestro interior; tanto que no supimos sino alejarnos cuando más nos necesitábamos… ¡Qué extraña es nuestra forma de demostrarnos amor! Pero era acaso que no quisimos lastimarnos más, que sabíamos el precio a pagar por aquel súbito intercambio de besos, caricias, fluidos, espíritus, sangre y dolor. En medio de la tormenta, no sé si debería salir corriendo de madrugada por las calles de esta ciudad que ahora me parece infestada de una melancolía más que infernal o si debería sencillamente hundirme en mi avasallante soledad con tal de no volver a mirar tu mística sonrisa jamás.

***

Romántico Trastorno


About Arik Eindrok

Deja un comentario

Previous

Obsesión Homicida 55

Amor Delirante 56

Next