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Obsesión Homicida 28

Quería ser infiel porque era la manera de comprobar que aún vivía, y que, más allá de la monotonía del amor triturado que soportaba en el matrimonio con una persona a la cual ahora detestaba, podía yo ser feliz despojándome de los prejuicios de esta absurda sociedad por unos malditos instantes.

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El mundo ideal sería aquel donde los sentimientos estuviesen muertos, donde las personas solo se reunieran para tener sexo y donde cada uno se sintiera feliz y contento en su eterna soledad y su inmanente silencio.

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Recordé lo bonito que había sido enamorarme, pero luego volví a la inmutable realidad de mi mísera existencia; esa donde cada día era más de lo mismo, más de mi condición humana y mi consciencia pisoteada… Más de todo eso que me mantenía preso en este calabozo de sueños rotos y desgastados.

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Nunca esperé encontrar algo por lo que valiera la pena vivir y, cuando te encontré, me confundiste tanto, pues me hiciste creer en ti más de lo que podía soportar mi endeble corazón. Me hiciste soñar con un mañana menos deprimente, aunque ahora sé que de ninguna manera aquellas hermosas sensaciones podían ser verdad.

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Y luego, cuando el velo del pasajero amor cayó, descubrí que el sendero cuya puerta ambos habíamos cruzado y el tiempo donde juramos nunca más separarnos ya no eran adecuados para los dos; me hallaba divagando, solitario y melancólico, con la sombra del suicidio como mi único y sempiterno acompañante.

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El vértigo me advertía que el instante de arrojarme a la nada se acercaba, pero más que detestarlo, lo adoraba, pues por última vez en esta insulsa vida saborearía esa dulce y siniestra sensación que sentí cuando me enamoré de ti. Luego de eso ya nada más me quedaría por vivir, puesto que ya cualquier otra cosa me parecería absolutamente insuficiente.

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Obsesión Homicida


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