Resultaba fútil para Leiter siquiera intentar captar en su totalidad el maremágnum de emociones que aquel mondo paisaje le provocaba. Cada parte de su ser, real o no, vibraba en sintonía con todos los objetos. Y de aquellas infinitas ramas brotaban néctares deliciosos y fulgurantes de un amarillo verdoso que iban a parar en lo que parecían ser oasis inmensos, los cuales, de manera extraña, se hallaban por debajo de la diáfana plataforma a través de la cual los viajeros astrales caminaban. Las únicas formas de vida que al parecer habitaban aquel idílico mundo eran insectos. Los había de todas formas, colores y tamaños, todos con alas y ostentando arabescos vetustos, posiblemente anunciando lo distintivo de un plano superior. Las flores eran en su mayoría inmensas, se abrían y se cerraban al compás de un melifluo hermoso que podía percibirse como si de un eco se tratase. En conjunto, todo convergía en alguna especie de paraíso ajeno a la vil naturaleza humana. Leiter, irremediablemente, no pudo evitar sentir asco de sí mismo. ¿Cómo un ser tan imperfecto y trivial como él podía estar ahora divagando por aquel paraíso desconocido?
–Pareces muy sorprendido, Leiter –dijo de pronto el guía, recordando que él también había sido humano en algún otro universo–. ¿Es que acaso nunca habías estado en un lugar como este?
–Ciertamente no, debo confesar que es la primera vez que siento mi ser vibrar con tal intensidad.
–Eso es natural porque eres humano –aclaró el guía de las vaginas sangrantes, resplandeciendo más que nunca, arrojando sangre por las aberturas–. Y los humanos no pueden, por defecto, viajar a planos superiores más allá de las inconexas e ínfimas visiones del astral medio.
–Entonces dime, ¿cómo es que yo puedo estar aquí?
–Digamos que, en primer lugar, tú realmente no estás aquí. Es inútil intentar explicarte la dualidad de ciertos principios infinitos y universales. Es raro que un ser de naturaleza tan inferior pueda elevarse por encima del yugo de su mísera existencia, pero tú lo has logrado. Claro que te hace falta mucho por evolucionar, pero el progreso que has tenido en tu estado actual ha sido fenomenal.
–Hay tanto que podría explicarte y tan poco podrías entender, que es conveniente mantenerse tranquilo. Pero debes saber que la percepción estética de lo bello, puro, acendrado y elevado está determinada por tu estado evolutivo. Incluso, ahora mismo lo que percibes como realidad material es tan solo un engaño total. La belleza infinita y a su vez la máxima expresión de pureza solo la posee el TODO, y cuanto más cerca estás de su centro, mejor será tu concepción. Sin embargo, ustedes los humanos se hallan demasiado lejos todavía de comprender y percibir en una alta vibración. Esa es la razón por la cual son guiados y esclavizados por sus instintos más primitivos, cediendo fácilmente ante la apariencia física, sintiéndose atraídos solo por el cuerpo, pues en su estado nefando es lo más que logran discernir. Muy pocas personas tienen la habilidad de intuir la belleza mental y la espiritual, pero eso es natural. En cambio, entre más elevado sea un ser y, por ende, más cerca del TODO se encuentre, la percepción que tendrá de lo sublime y lo bello se distorsionará. El TODO abarca lo infinito y lo eterno. Solamente el TODO posee esas dos propiedades, de las cuales se derivan todas las demás, llegando hasta las limitadas concepciones de la geometría, el tiempo, el espacio y demás fenómenos físicos experimentados de diversas maneras dependiendo los diferentes planos. El TODO contiene tanto caos como azar, él mismo mezcla y extiende tales elementos por el multiverso. Y, en resumen, todo es ilusorio hasta fundirnos con el TODO. Cualquier cosa es banal y mortecina, y va elevándose conforme tú te elevas. Todas las percepciones, sensaciones y conceptos que ahora no podrías entender, y que se parapetan en tu ser intrínseco, están conectados uniformemente con el TODO. Y por ello puedes existir, aunque, en realidad, no parezca así.
–Los humanos actualmente se hallan muy envilecidos, y su evolución tomará eones, sino es que jamás se logrará.
–Por desgracia, nosotros no podemos saberlo ni intervenir en ello –sentenció el guía, mientras su rostro se convertía en un remolino de luz y sombra–. Cada raza sufre las consecuencias de sus propios desvaríos, cada ser evoluciona a su ritmo.
–Sabes, me preocupa saber qué pasará si no recupero mi alma.
–Bueno, en ese caso estaríamos frente a una remota posibilidad de inexistencia absoluta.
–¿Inexistencia absoluta? ¿Qué podría ser eso?
–No pasa muy seguido, digamos que es una anomalía. En ocasiones, cuando un alma se ve forzada a abandonar el cuerpo y la mente, la trinidad puede llegar a fragmentarse y entonces…
–Entonces… ¿qué?
–Existe, aunque de forma ínfima, la terrible posibilidad de que el cuerpo y la mente rechacen lo que otrora fuese el alma. Y ésta vagará sin rumbo por una extraña dimensión paralela, permaneciendo siempre cercana a su poseedor, y a la vez manteniéndose imposible de alcanzar. Además, el ser que pierde su alma queda condenado al olvido perenne, lo cual significa que es borrado del plano donde resida y, de modo ominoso, la muerte le es negada. No sé exactamente que podría llegar a ocurrir con tal ser, pues casos como ese son inexplicables y absolutamente inverosímiles. Pero no te preocupes por ello, pues, en cuanto lleguemos al Monte del Destello Inmaculado, podrás recuperar tu alma, incluso más poderosa. De ese modo, podrás regresar a tu mundo y unir la trinidad en ti. Asimismo, podrás oponer resistencia a la pseudorealidad y a los seres que intentan despertar al Vicario.
–¿El Vicario? ¿Puedes decirme algo acerca de ese ser?
–Por desgracia, no. Solo puedo decirte que es muy peligroso, su poder es la esencia del vínculo entre el TODO y la nada. Se le conoce también como el restaurador de los mundos y es un ente hostil sobremanera. Si llega a despertar, sería terrible para todos los planos. Su existencia es un enigma, pues nadie sabe de qué materia está constituido ni tampoco la vibración de su alma. Quisiera decirte mucho más, pero, en esta ocasión, debes perdonarme. La verdad es que no entiendo cómo un ser de tal magnitud cayó en tu plano, pero eso debió haber ocurrido hace mucho, incluso antes del nacimiento del universo. Muchas teorías existen en todos los planos sobre el Vicario, aunque nada concreto. Lo mejor será que no se le perturbe y que se mantengan las cosas tal y como están. Se supone que, según una antigua profecía esparcida por los sublimes gatos más elevados en mi divino mundo, el Vicario restaurará el símbolo sagrado cuando el infinito se enrolle, la eternidad se reabsorba y el TODO culmine sus múltiples experiencias. Entonces, cuando eso ocurra, simplemente la nada llenará el TODO, e incluso ella misma desaparecerá por completo. Es un tanto complejo de explicar, incluso a mí me resulta extraño decirlo, pues no tengo las palabras humanas para que tú logres entenderlo. El hecho es que, cuando eso ocurra, nada quedará, la nada misma desaparecerá y no existirá algo que pueda denominarse como real. La creación se invertirá por completo y jamás volverá a ocurrir de ninguna manera…
–Entonces el Vicario es un ser bastante peligroso –farfulló Leiter, mostrándose preocupado.
–Y aquella cosa es todavía más elevada que el Vicario, aunque se dice que su poder está demasiado cercano –expresó, frunciendo el ceño, el enigmático guía.
–¿La poseedora de aquellos hilos que interrumpen los destinos y alteraban las probabilidades?
–Efectivamente, pero su nombre está prohibido para nosotros los místicos del arconte, pues la consideramos un insulto hacia la existencia misma. Algunos dicen que es una anomalía o una falla, que surgió incluso a la par del TODO, absorbiendo la energía oscura que podría haberse desprendido naturalmente cuando la creación fue consumada. Si del Vicario sé poco, de aquella entidad hermafrodita todavía sé menos. No es bueno que en tu actual estado te atormentes con tan elevadas deidades, pues no conseguirías nada. Es mejor que nos concentremos en recuperar tu alma, ya estamos muy cerca.
El resto del camino, a pesar de la majestuosidad que había deslumbrado a Leiter, tuvo un sabor fúnebre y angustiante. Eran demasiadas las cosas que en su humanidad había escuchado y que no lograba sacarse de la cabeza. Un temor cerval se apoderó paulatinamente de sus emociones al rememorar las palabras del extraño guía sobre la posible disociación completa entre cuerpo, mente y alma. ¿Qué pasaría si no lograba recuperar ésta última? ¿Cómo estaba tan seguro el guía salido de la nada de que su alma se hallaba en aquel idílico mundo? ¿Quién era en realidad el Vicario y qué clase de poder tan fuera de la imaginación humana podría poseer? ¿Con qué fines pestilentes el doctor Lorax y toda la caterva de execrables científicos intentaban revivirlo? Algo seguía sin cuadrar, algo no conectaba por completo en su mente.
Además, ¿qué especie de inimaginable, vetusta y absolutamente inexplicable entidad era la poseedora de aquellos hilos oscuros y necroazules capaces de alterar a placer y con una facilidad bárbara los destinos de seres y de galaxias enteras? Ni siquiera en sus más retorcidas quimeras podría haber dilucidado sucesos como los que se hallaba experimentando, ¿no sería todo un mero y superfluo sueño? ¿Qué era ahora real y qué no lo era? ¿Cómo comprobar que seguía vivo? ¿Qué era la muerte, en todo caso? ¿Qué era la inexistencia absoluta? ¿Qué nuevo concepto tenía del sentido de la existencia y del absurdo imperante en el mundo humano? Un cúmulo de agresivos y fulminantes pensamientos atascaban su cabeza, era demasiado para un simple mono parlante. Finalmente, tras una larga caminata en la que recorrieron intrincados laberintos y recovecos infernales en aquel prominente mundo, el guía se detuvo frente a un haz de luz y sombras que aparentaban ser uno mismo. Además, una cantidad infinita de destellos explotaban y se regeneraban inmediatamente en su centro. De inmediato, Leiter sintió una conexión imponente. Debía tratarse de su alma, pero era tan extraño todo.
–Bien –expresó quedamente el guía–, hemos llegado al lugar. Es aquí donde podrás recuperar tu alma.
–¿Aquí? Pero ¿cómo? ¿Por qué estaría mi alma en este sitio? ¿Cómo saber que, en efecto, se trata de mi alma, y no de cualquier otra cosa?
–Tendrás que confiar en mí –afirmó el guía, un poco menos impasible–. Si no confías, entonces podemos terminar el viaje y tendrás que resignarte…
–Desde luego que confío, pero no comprendo cómo es que mi alma está aquí. ¿No se supone que debía estar almacenada en el contenedor donde fue colocada tras haber sido extirpada en aquel funesto centro subterráneo donde aconteció aquella blasfemia?
–Por supuesto, y ahí es donde está –aclaró el guía con su melódica voz de dios–. Lo que ocurre es que estamos en un vórtice, en una especie de atajo. No tenemos tanto tiempo ni puedo explicarte los detalles, pero, si quieres verlo de ese modo, este es un espejismo, un portal mediante el cual extraerás tu alma donde quiera que esté. ¡Debes apresurarte! Pues, una vez alcanzado el anhelo, no tardará en desaparecer. Debes ir tú solo e introducirte en el haz de luz y sombras, de caos y orden, de azar y determinismo. Portales como este son sumamente escasos y están directamente conectados con las neuronas del multiverso, las estructuras etéreas que se ocultan tras las interacciones en los múltiples planos. ¡No pierdas más tiempo, entra ahí ahora mismo, humano!
–Pero ¿qué pasará cuando entre? ¿Solo la obtendré y ya?
–Los portales como este suelen ser inestables, tendrás que conectarte y dirigir todo tu ser hacia tu alma, apoyándote en los destellos de tus recuerdos en el mundo humano. Una vez hecho esto, sentirás una presión horripilante, la cual podría destrozar tu cuerpo y tu mente… Pero, si logras resistir y tu anhelo es fuerte, podrás apartar de ti la máxima dualidad de luz y sombra, y recuperar tu alma sin importar donde sea que se halle ni bajo qué protección esté resguardada.
–Supongo que no tengo opción, así que lo haré.
–Te deseo lo mejor –exclamó el guía, bajando la mirada y tornándose sombrío.
–Solo tengo una última pregunta. ¿Qué pasará contigo?
–Una vez que entres al portal, independientemente de si lo consigas o no, es alta la probabilidad de que no volvamos a vernos, al menos no en esta existencia ni a este nivel.
–Pero ¿por qué no? No comprendo la razón de tal suceso.
–Eso es natural, todavía eres muy humano. Aunque, de conseguir tu alma ahora, evolucionarás demasiado. Sin embargo, dada la inestabilidad del portal y lo efímero de esta realidad construida mediante sueños, es seguro que nos separaremos para siempre.
–¿No existe forma alguna en que pueda verte de nuevo? ¿Qué puedo hacer para conservar tus recuerdos en mí? Hay algo en tu ser que me parece muy familiar.
–Debes proseguir tu camino. No creo que sea bueno que permanezcas aquí, pues eres un ser sin alma y eso es incorrecto en este caótico universo.
Por unos momentos Leiter dudó, pero, a final de cuentas, sabía que no podía quedarse en aquel lugar, que debía volver a su mundo y que tenía cosas por averiguar y resolver. Ahora más que nunca necesitaba volver y discernir todos los enigmas que parecían infestar aquel ominoso centro de investigación. Y, para confirmar su regreso, estaba el asunto de Poljka, aquella mujercita que ocasionaba extrañas emociones en su ser, y de quien todavía dudaba acerca de su bondad y sinceridad, pues, pese a lo que el doctor Lorax le había dicho, seguía confiando en ella.
–Solo ten cuidado –exclamó el guía, desprendiéndose de todas las vaginas sangrantes que inundaban su cuerpo y mostrándose como una mujer con rostro de conejo negro–. Es raro que ocurra, pero, si algún agente del azar interviene, podrías alterar el punto de enfoque y modificar tu percepción con respecto a tu verdadera realidad en tu humana forma.
–No entiendo muy bien qué signifique eso, pero tendré cuidado.
Al colocarse finalmente en aquel magnificente pilar de luz y sombras, Leiter experimentó lo indecible. Una gran presión parecía exprimir cada parte de su cuerpo, imprimiendo un desgaste como jamás antes lo había sentido. Colegió, entonces, que aquella sensación debía ser la más parecida a la muerte, aunque no tenía forma de comprobarlo. Era tal la magnitud con que se sentía oprimido, que todo en él se contrajo de forma horrorosa, sentía convulsionarse con una violencia bestial. Sus ojos reventaron y sus cabellos cayeron, sus dientes se disolvieron y sus oídos sangraron. Sus dedos, tanto de manos como pies, comenzaron a gangrenarse. Sus órganos estallaron y su corazón, suponía, se detendría en cualquier instante. Su cerebro, o lo que entendía por ello, se inflaba sin cesar y colapsaba en diáfanas visiones. En ellas, todos los eventos ocurridos en su pasado se trasponían y los podía percibir como futuros.
Cada persona que había conocido estaba ahí, invadiendo su cordura y susurrándole cosas. Y, entre más relacionado se hallase con cada uno de aquellos seres, más fuerte era el susurro. Eones y civilizaciones enteras pasaban cual relámpagos ante su desvariada razón. Cada suceso estaba demencialmente conectado, pese al caos imperante en apariencia. Entre más luchaba por resistir, menos sentía lograrlo. Era tan potente y vigorosa la fuerza que trataba de reducirlo al vacío, o a un lugar deplorable donde bramaban las alimañas del éter, que cada vez podía sentirse más cerca de aquella penumbra cerúlea. Tantas cuestiones divagando en su ser y tan poca energía le restaba, era tan humano y parecido a lo que decía detestar.
La única imagen que reinaba sobre las demás era la de una mujer con inefables ojos azules y sonrisa taumatúrgica. No sabía si se trataba de Poljka, pero así lo creía. La pureza de aquellos ojos lo magnetizó, ¿cómo podía ser posible que un ser así existiese en el mundo humano, tan corrompido y sucio? ¿De quién se trataba y por qué tenía esos inefables ojos cuyo brillo resplandecía y despejaba cualquier duda? No sentía deseos hacia ella, tampoco intención de besarla o siquiera tocarla, pues su vínculo trascendía toda etapa carnal y mental. Subrepticiamente, el panorama cambió y, tras una alteración inverosímil, el ser se presentó como una entidad conformada por partículas iridiscentes siendo arrastrada por unas garras negras execrables que la alejaban de su propia pureza. Lo único que Leiter podía atisbar era la sangre caliente que emanaba de los acendrados ojos azules, pero no conseguía alcanzar a las ominosas garras, ni mucho menos deshacerse de ellas. Y, mientras visiones semejantes donde lo funesto se mezclaba con lo divino acontecían, Leiter continuaba la desgastante lucha para obtener su alma.
De pronto, su concentración se elevó y su voluntad se engrandeció ante el pensamiento de la esencia magnificente. Todas sus dudas comenzaban a despejarse y, aunque podía sentir un dolor más penetrante e intenso que cualquier otro, no cedió. Era como si un fuego infinito estuviese consumiendo cada átomo de su ser, al menos en carne y mente. Cualquier clase de sufrimiento experimentado previamente era nada comparado con este, aunque podía jurar que su alma estaba cerca, pues la olía de modo anormal. Lo que prosiguió hizo que perdiera la consciencia y que no despertase más, al menos no en aquel mundo. Cuando ya no podía más, vislumbró el centro subterráneo donde se llevaban a cabo tan mórbidos experimentos. Se desplazó sin pensarlo por los múltiples niveles y llegó a una cápsula, la cual parecía abundante en cuanto a una sustancia viscosa y verdosa se refería. Aunque el asco fue demasiado, resistió y se adentró en aquella porquería inmunda y deforme. Una vez dentro, nadó durante mucho tiempo hasta percibir un acantilado iridiscente en donde yacía su alma, conglomerada con toda especie de candados espirituales que rompía con voluntad inquebrantable. No podía saber el cómo ni el porqué, pero no existía falla alguna en saber que aquella cosa cuya consistencia jamás podría intuir era su alma.
La tomó y se alejó, perseguido por un ejército de langostas gigantescas montadas por jinetes aborrecibles. Y, mientras huía, buscaba la manera de abrir un pequeño resquicio por dónde cruzar, aunque era complicado en extremo rasgar el velo que lo limitaba. Solamente cuando decidió que no era humano y se olvidó de su propia humanidad, fue cuando tuvo el poder suficiente para mitigar el fuego eterno y la infinita pesadumbre. Entonces la cortina dimensional se abrió y fue removido del mundo onírico para hallarse cayendo rodeado por un tropel de corazones carcomidos. Inmensa fue su sorpresa cuando, al despertar, se hallaba en el bosque. Ahora todo cobraba sentido, ¡en ese sitio había caído cuando resbaló al ser perseguido por aquella bestia blasfema parecida a un chivo de cuernos cromáticos! Pero ¿qué demonios había sido todo lo demás? ¿Solo un sueño o un desvarío sin precedentes? No sabía qué decir ni qué hacer, solo se sentía distinto, muy ligero. ¿Habría verdaderamente recuperado su alma?
Después de unos minutos experimentando su cuerpo, Leiter se percató de que las fantasías habían llegado a su fin. Se hallaba en el bosque, en un extraño montículo del que tendría que salir a la brevedad y enfrentar, seguramente, al doctor Lorax y su séquito de ignominiosos compañeros. El lugar lucía desolador, un aire fétido impregnaba toda la atmósfera. Paulatinamente, Leiter se dio cuenta de que el bosque en donde creía estar había sufrido un cambio radical. Lo último que recordaba era haber sido perseguido ferozmente por una bestia inmunda con cuernos iridiscentes, luego haber caído antes de alcanzar la cumbre desde donde debía saltar. ¿Acaso todo lo anterior no había sido sino solo una mera pesadilla? ¿Por qué el bosque estaba cargado de una execrable sombra? ¿Tal vez se debía a una distorsión como la que el guía aquel le había comentado? ¿Realmente había vuelto al centro de investigación donde realizaba su estancia previa al posgrado? No comprendía cómo todo se había salido de control ni en qué momento la fantasía había superado a la realidad.
En el fondo, sostenía las esperanzas de no haberse perdido para siempre en algún universo tangente. Además, ahora que había recuperado su alma, se sentía con la obligación de enfrentar al doctor Lorax y a su séquito de blasfemos súbditos, sin importar a qué clase de deidad sirviesen. De ninguna manera podía permitir que el Vicario despertara, aunque, a final de cuentas, no poseía certeza alguna de que su poder fuera tan magnificente. De todo lo acontecido en aquella travesía quimérica, lo más sobresaliente era rememorar la sensación tan abominable que experimentó al ser rozado por los hilos del destino. ¿Qué clase de entidad más allá del multiverso podría ser la poseedora de tal esencia? ¿El Vicario tendría un poder semejante o incluso igual? No podía saberlo, pero debía impedir su resurrección a toda costa.
Por desgracia, no estaba preparado para lo que sus ojos vislumbrarían, pues una caterva de personas, los cuales identificó como antiguos compañeros e investigadores, vagaban sin rumbo aullando de manera espantosa y profiriendo profecías abrumadoras sobre el nuevo orden, la bestia de cuernos iridiscentes, el ojo que todo lo ve, el recuerdo de su alma extinta y demás sentencias abrumadoras. Pero lo que más impactó a Leiter fue que, al intentar percibir el color de sus auras, habilidad que nuevamente podía emplear, no obtuvo matiz alguno. Aquellos seres supuestamente vivos no emitían ningún tono en su aura, dando la impresión de estar muertos. ¿Qué demonios significaba aquello? ¿Era el resultado final de los humanos a quienes se les había conminado a vagar entre la vida y la muerte sin sentido alguno? ¿Sería demasiado tarde para detener el despertar del Vicario y el control sobre el más allá que con tan nefanda ambición pretendían los amos del mundo? Tras elucubrar, fue directo hacia la puerta principal donde el ojo luminiscente lo esperaba, aullando como un vil alienado, totalmente fuera de sí. Cuando llegó, perdió la consciencia, sin percatarse de que la realidad se había convertido en un dorado amanecer como hace ya tantos eones.
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La Esencia Magnificente