¿Qué más me daba ser vil o virtuoso? Al fin y al cabo, moriría hoy, mañana o cuando fuese… Cualquier cosa me era ya indiferente, tan solo vivía añorando degustar la sublime esencia de la muerte. Me ahogaría, me dispararía o me colgaría; cualquier clase de suicidio era bueno cuando uno había ya formado la suficiente voluntad. En medio de estas insulsas convulsiones finales, aún pienso en cómo terminó todo entre nosotros… Pero esos son asunto incompatibles con la situación, son recuerdos infernales que ya tendré tiempo de degustar en el más allá. ¡Cuán agobiante fue siempre todo! Tú, yo, nosotros… ¡Una historia trágica y siniestra que no podía tener otro final! El sol y la luna perfectamente opuestos en todo sentido, cada uno centelleando a su manera y siendo partícipes de una ironía mal disimulada del lúgubre destino. Y en medio de todo el absurdo, el caos y la nada; el constante sentimiento de vacío existencial ante el que todo se doblega tarde o temprano sin importar cuánto hayamos creído amar, odiar o razonar… Porque todo se desfragmentará, se desvanecerá en un soplido homicida de causas inexplicables; ¡nada permanecerá! Ni siquiera mi atroz esquizofrenia, ni siquiera tu acendrada hermosura; ni siquiera aquel día en que por última nuestros labios se encontraron y se dijeron, entre lágrimas e insoportable sufrimiento, “todavía te amo…”
*
Y, cuando al fin comencé a perder el conocimiento, sumergido en las aguas del olvido eterno, confirmé lo que siempre supe durante toda mi vida: que la existencia del ser no tiene ningún sentido y que el suicidio sublime es la única y auténtica salvación del alma. ¡Ay, tanto tiempo desperdiciado en anómalas circunstancias! ¡Tantas absurdas experiencias encapsuladas en el trágico fluir del tiempo perdido! Y siempre para terminar más triste, solo y demente; siempre para percatarme de la raza tan abyecta y estúpida que era la humanidad. ¿Qué esperaba yo? ¿Por qué este pánico execrable me invadía de pronto y me conducía a unos estados mentales tan extraños que quizá sobrepasaban mis fuerzas y mi voluntad por completo? ¡Oh, qué lamentable era seguir vivo! Sobre todo, en un lugar que uno odia y rodeado de seres que solo contribuyen a asquearnos más y más cada día. Y es que su simple existencia denota para mí una aberración, una blasfemia sin precedentes; sobre todos ellos yo escupo infinitamente, yo asesino a todas sus crías y pateo todas sus ideologías. Porque así debe ser: ¡aquel que quiera nacer de verdad por una vez en su mediocre existencia, tiene que asesinar todo lo que está fuera de su alma y mente rotundamente!
*
Ser suicida es tan solo otra definición de ese estado donde la indiferencia absoluta impregna cada espacio del espíritu. Ser suicida es, definitivamente, estar muerto en vida. ¿Cómo no estarlo? ¿Cómo no sentirse acongojado y sumamente deprimido sabiendo lo que es la vida, lo que somos nosotros mismos y el desolador futuro que nos espera? Este mundo nefando está acabado, nada se puede esperar ya de él. Mejor sería acabar de una vez con todo y todos; o, cuando menos, con uno mismo. ¿Para qué diablos seguir? Es esa una cuestión para la que jamás he hallado respuesta más allá de la natural masa de porquería con que he sido adoctrinado como todos… Amar la vida por encima de todo, pero ¿para qué? ¿Por qué amar algo que solo puedo detestar y que claramente yo nunca quise experimentar? ¿Por qué existir debe ser una obligación? ¡Que baje dios de su cielo y me lo explique ahora mismo! ¡Que suba el diablo de su infierno y me lo deje claro! Pero no, solo un silencio más allá de todo prejuicio es lo que hay… Ninguna respuesta, ningún dios, ningún diablo y ni siquiera un vil eco del destino o del azar para este torturado y desesperado mortal.
*
Me gustaría tenerte solo hoy, pero no es posible. Quizá no lo sepas, pero al llegar la noche pondré fin a esta tragicómica pantomima. ¡Cuánto disfrutaría hacerte el amor por última vez y que fingieras que al menos te importo un poco! Sí, que esta noche fuésemos superiores al resto de la humanidad y saber que, al amanecer, mientras tú regresas a sus brazos, yo partiré de esta desgracia y solo el revolver quedará de mi alma manchado. ¡Cuánto nos hemos mentido todo este tiempo! ¡Cuántas veces no se rompió mi triste corazón entre tus piernas batidas de líquido cósmico que yo bebía insaciablemente! Pero todo fue una mera alucinación de mi patética mente, de mi cordura atrofiada por el anhelo de tu cuerpo arañar y tu vientre devorar. Este carnal y obsesivo deseo me persigue una y otra vez, me apabulla irremediablemente y reclama tu sangre como único emblema ante la muerte. Sé que no debo, que ya todo ha terminado y que, dentro de un tiempo, sea corto o eterno, nos habremos olvidado para siempre el uno del otro. ¡Oh, quién sabe si yo pueda! ¿Cómo olvidar tus labios inmarcesibles, tu espíritu inmaculado, tu belleza sempiterna? ¿Cómo olvidarte cuando muy dentro de mí tengo, por desgracia o por fortuna, plena certeza de que aún te amo?
*
No te pido que te quedes conmigo toda la vida, puesto que ni siquiera me interesa continuar viviendo… Únicamente ven hoy, aquí y ahora, solo esta noche has que mi existencia sea menos miserable del único modo humanamente concebible. Sé que esto es todo lo que somos, tú y yo, la humanidad y cualquier dios o demonio. Fue divertido haberte conocido, haberte amado y odiado así… Y creo que sonreiré al recordar tu último orgasmo mientras la cuerda oprima mi cuello, porque incluso eso resultará agradable y algo más. Yo nunca pude olvidarte, te lo confieso antes de mi momento final. Y quizá fue eso y no otra cosa lo único que me mantuvo con vida hasta ahora: el fatal anhelo de volver a horadar en tu mirada y a derretirme en tus labios dementes mientras mi cabeza explota y mi corazón enloquece. Sin embargo, ya nada de eso tiene sentido; ¿alguna vez acaso lo tuvo? ¿Es que no fue todo lo que vivimos solo una ilusión demasiado vívida para negarla ahora? O ¿quizás un ensueño de cristales rotos y ensangrentados que colapsan sin parar en el halo de la desesperación y mueren con mi tonta humanidad todavía de ti impregnada, encantada y enamorada? Mi destino fue haber estado solo, pero se me concedió conocerte y perderte para coronar así la obra que habría de inmortalizar tu divina belleza con mi suicidio inesperado.
***
Encanto Suicida